30 de septiembre de 2008

Encuentro Cercano en la Cueva de los Tayos

Este informe que vamos a presentar pertenece al Grupo Rahma. Es el resultado de una expedición realizada en el 2002, hacia la Cueva de los Tayos. Entre sus integrantes participó un estudioso y amigo, Ricardo González, con quién en su momento conversamos acerca de aquella aventura, que lo tuvo como uno de los protagonistas principales, y quién redactó el informe.

Se hace difícil tener una opinión sobre las vivencias de este grupo, conocido mundialmente por sus mentados contactos con extraterrestres, que dicen sostener con esas entidades desde la década de los 70'. El análisis del relato, como ya es una constante en estos casos, bordea por momentos la fantasía y realidad, conviviendo en un mismo espacio.

Los mensajes recibidos por Rahma, acerca de la Cueva de los Tayos, demuestran que para los "supuestos extraterrestres", el lugar es de sumo interés, aunque por razones que desconocemos, el grupo elegido para llevar a cabo la tarea de develar los misterios del enclave subterráneo ecuatoriano, no avanzaron más allá de las meras experiencias metafísicas, y salieron con las manos vacías, a pesar de las supuesta ayuda recibida.

Nuestra propia hipótesis sugiere, que el mundo subterráneo posee leyes propias, y que no se adhiere a ningún grupo de contacto, y que tampoco responde a mandatos extraterráqueos.

Quién tenga oídos, escuche, y sepa leer entre líneas, aprenda a separar la paja del trigo, y atienda muy bien los supuestos mensajes recibidos, que a veces pretenden desviar el camino.

El hombre continúa ciego, y es fácilmente manipulable.

Con estas recomendaciones emitidas, adentrémonos el la versión de Rahma sobre la Cueva de los Tayos.



ENCUENTRO CERCANO EN LA CUEVA DE LOS TAYOS
LOS GUARDIANES DEL REINO SUBTERRÁNEO Y EL REAL TIEMPO DEL UNIVERSO


“No están solos en el Universo; y tampoco están solos en la Tierra...”
ALCIR

INTRODUCCIÓN


MONTE SHASTA Y LA GUARDIANA DE LUZ

SÁBADO 22 DE JUNIO DEL 2002. En medio de una extraña neblina que empezaba a ganar terreno así como el intenso frío producto de las desgarradoras ventiscadas que soplan desde los picos nevados 24 miembros de los grupos de contacto de San José, San Francisco, Los Ángeles y New York, nos hallábamos reunidos próximos a la cima blanca de Monte Shasta, al norte de California.

Desde luego, nuestra incursión a la montaña no era gratuita. Diversos mensajes de los Guías nos citaban a este enclave de marcada importancia dentro del proceso de la Misión para vivir un encuentro cercano con los Maestros de la Hermandad Blanca, protectores y custodios de este Retiro Interior.

Mientras dirigía la cúpula de protección reflexionaba en la importancia de aquel contacto, hallándonos exactamente a un año del primer Encuentro Internacional que realizaran los grupos de EE.UU. precisamente al pie de esta montaña, que es famosa en todo el mundo por la constante actividad OVNI que allí se registra y la siempre inquietante “aparición” de hombres vestidos con túnicas blancas caminando a mitad del bosque.

A pesar que era la séptima ocasión en que visitaba Mt. Shasta ubicado “estratégicamente” en el extremo septentrional de la cadena de montañas de Sierra Nevada, la presencia mágica que se deja sentir en el peregrino siempre es deslumbrante.

“Déjate guiar una vez más que te asistiremos para la conexión”. Un claro mensaje aparecía en mi mente, percibiendo en el mismo la cercanía de Antarel, Guía extraterrestre de Apu (Alfa Centauro).

¿Cómo será la conexión? decidí consultar.

Visualicen una puerta de luz dorada materializarse al interior del círculo que han formado me indicaba Antarel. Un túnel de luz artificial será conectado, y el mismo les permitirá ingresar en una proyección astral conciente al Retiro Interior de Monte Shasta. Sigue atento a lo que sientas hacer...

Sin pensarlo dos veces me deje guiar, sugiriendo al grupo que visualizara una puerta dorada brillante materializarse en el centro del círculo, mientras mantralizábamos la palabra egipcia Zin-Uru, “llave” para abrir umbrales cortando el espacio-tiempo1.

Ahora tomen asiento, Antarel intervenía nuevamente. Prepárense a entrar...

Pedí entonces al grupo que tomase asiento en las sillas de camping que habíamos ubicado en la zona (formando también un círculo). El frió se marchó. El ambiente se mostraba claramente distinto.

Debo confesar que me encontraba entusiasmado. En esta salida de contacto había asistido gente de los grupos nuevos, y no podía evitar desear que al menos uno de ellos pudiese ingresar al Retiro Interior de Monte Shasta.

De pronto, una presencia se dejó sentir con fuerza frente a mí. No era Antarel. Y no tuve mayor tiempo en discernir de quién se trataba: en un abrir y cerrar de ojos me encontraba saliendo de mi cuerpo, manteniendo un grado extraordinario de conciencia en el proceso de desdoblamiento. Así, me hallé como flotando frente a la puerta dorada que visualizamos en el trabajo, mas ésta ya no estaba sólo en mi mente... ¡La puerta estaba realmente allí!

Veía a seres luminosos, todos vestidos con túnicas blancas, intentando “sacar” no encuentro palabras para describirlo a los demás hermanos del grupo. De manera especial recuerdo a uno de estos seres de luz intentando ayudar a Raúl Domínguez, del grupo de San José. Fue entonces cuando una de estas figuras me invita a entrar en aquella impactante puerta dorada que lucía como un orificio ovalado de tres metros de altura, ligeramente estrecho y en posición vertical, mientras yo buscaba en mi mente la posible explicación a lo que estaba viendo: ¿Aquello lo hicimos nosotros?

“Lo hicimos juntos”... Fue lo último que escuché antes que la puerta me “atravesara”. Al menos aquella es la sensación que me quedó.

Ya no estaba con el grupo. Me encontraba de pie en una gran galería que, “sabía”, estaba bajo la mismísima montaña Shasta. Una luminosidad azul inundaba el ambiente, y no muy lejos, se podía escuchar unas gotas de agua cayendo acompasadamente en el suelo que se mostraba accidentado y húmedo.

Cuando empecé a escudriñar el lugar, me encontré con que a ambos lados de este gigantesco salón pienso que estas son la palabras adecuadas para describirlo se hallaban imponentes estatuas de piedra, ubicadas en fila y enfrentándose cada una con la similar del extremo. Sin embargo, viéndolas detenidamente, cada figura representaba a un personaje diferente, pero siempre conservando el mismo patrón o estilo. Una apariencia que me era familiar... ¡Todas las esculturas lucían como sacerdotes mayas!

No había salido de mi sorpresa cuando tres seres vestidos de blanco se aproximaron hacia mí. Eran dos hombres y una mujer, de rasgos bellísimos y estilizados. De inmediato el hombre más joven se presentó bajo el nombre de Soroel recordándome de inmediato una meditación que tuviera Enrique Villanueva del grupo de Los Ángeles, en la cual recibió un mensaje de un ser que decía llamarse precisamente “Soroel”. Aquel Maestro, de unos 38 años de apariencia y aspecto mestizo, me presentó a sus dos acompañantes: Solmen ¾a quien ya conocíamos de anteriores experiencias en la montaña y Solta, una mujer que ante mi vista lucía muy joven, pero reflejando en sus profundos ojos negros una sabiduría insondable.

Seas bienvenido, Nordac... Soroel me hablaba llamándome por mi nombre cósmico.

Me siento complacido de estar aquí respondí aun sorprendido. ¿Qué significan aquellas estatuas?

Ya lo sabrás contestó el Maestro con aquella paz que ya me era familiar en ellos. Acompáñanos, la Guardiana te aguarda...

Entonces los seguí a través de este gran salón, hasta llegar a una puerta oval de unos tres metros de alto, que conducía a una habitación de roca claramente artificial, sin ángulos o esquinas. En aquel momento mis tres acompañantes me invitaron a pasar, quedándose los tres de pie a mis espaldas, mientras, a paso lento, iba adentrándome en este pequeño recinto pétreo, donde la Guardiana y Regente de Monte Shasta me debía estar aguardando...

Pero, para mi asombro, en la habitación sólo había un asiento de piedra vacío... Sólo se mostraba una esfera de luz blanca, concentrada, flotando sobre aquel enigmático asiento.

Miré desconcertado en todas direcciones. Pero no había nadie.

Estoy aquí Nordac... una voz femenina se dirigía hacia mí.

Tú eres la Guardiana de Monte Shasta... repuse ante la pequeña esfera de luz, de donde sentía provenía la “voz” femenina.

Así es contestó con dulzura; ¿esperabas ver a una mujer? En repetidas oportunidades me he mostrado con forma humana, pero ésta es mi “forma real”.

Impresionante... me decía absorto, mientras no quitaba la mirada de aquella luz, que se mostraba hermosa, radiante, como si estuviese viendo el mismísimo reflejo del Universo.

También es la “forma real” de ustedes añadió la Guardiana. Es momento que empiecen a tomar conciencia de todo ello.

Siento que me quieres mostrar algo le dije seguro.

Acércate Nordac, y tócame. Lo que debo decirte, es mejor que lo veas por ti mismo...

Me aproxime sin titubeos. Pero no tenía la menor idea de cómo “tocar” aquella esfera de luz. Acto seguido, la esfera creció, iluminando toda la sala. Pienso que llegó a alcanzar el diámetro de un balón de fútbol.

Introduce tus manos en mí... me hablaba con suavidad.

Ni bien mis manos entraron en la “luz”, tuve toda la sensación que “entraba” a la memoria espiritual de la Guardiana. Claras e impactantes imágenes iban desfilando por mi mente, viendo en primera instancia a una mujer joven, mestiza pero de rasgos muy estilizados y finos. Vi toda una civilización avanzada hundirse en un océano en medio de espantosas erupciones volcánicas. No se trataba de la Atlántida. Esto ocurría en el océano pacífico.

Vi también grandes grupos humanos embarcarse en naves estelares con forma de “ballena”. Seres altos y cubiertos de escafandras plata y azules los asistían.

Luego, veía a Monte Shasta en plena erupción antiguamente era un volcán, y una de estas naves ballenas depositaba a la gente próxima a su ubicación. Aquel grupo humano era dirigido por la mujer mestiza que viera en un principio. Era su líder espiritual.

Con ayuda de los navegantes espaciales, que sentía provenían de las Pléyades, aquel pueblo de supervivientes construyó un Disco, utilizando oro de la tierra y un elemento especial traído por los visitantes extraterrestres. El disco fue instalado en las profundidades de la montaña, aplacando la furia telúrica y transformando su energía en una importante fuente de poder. Todos finalmente se establecerían bajo tierra.

Quité lentamente las manos de la luz, reconociendo en la esfera la “esencia” o “espíritu” de aquella mujer mestiza que hace miles de años dirigió a un remanente de una cultura perdida en el tiempo.

La historia su historia que me había compartido, la conocía en buena parte ya que los Guías nos la revelaron en un mensaje. Pero “verla” era un hecho totalmente distinto. De conocer la historia, había pasado a sentirla y comprenderla.

El mensaje que recordaba, lo habíamos recibido en una salida al mismo Monte Shasta, el pasado 11 de febrero del 2001. La comunicación decía textualmente:


“El mundo al que pueden denominar MU, conocido por nosotros con el nombre de DEMARIAH, en el océano Pacífico, contaba en aquellos tiempos con 13 Centros de Dirección. En cada centro se alzaba un líder espiritual, dado su alto nivel evolutivo y sabiduría para guiar y orientar el proceso de MU como cultura.

Ante la catástrofe que precipitaron los atlantes, grupos de los 13 Centros emigraron a las montañas de Sudamérica, Centro y Norteamérica, ayudados por naves de transporte de la Confederación.

Se establecieron en antiguos refugios subterráneos, y luego de permanecer un tiempo en ellos, decidieron manifestarse en la superficie y empezar nuevamente. DOO-MAH era gobernante de uno de los 13 Centros. Su amor profundo y real compromiso para con su pueblo la convirtió en la principal guía y apoyo de los sobrevivientes de MU, permitiendo que éste alcanzase el sello de lo divino, que no es otra cosa que el encargo asumido con responsabilidad para llevar la luz allí donde las tinieblas se encuentran.

El lugar donde se establecieron DOO-MAH y parte de los sobrevivientes del cataclismo fue el Monte Shasta. Allí permanecerían ocultos al mundo, protegiendo no sólo los Siete Grandes Archivos de MU (al igual que Paititi), sino información otorgada en su momento por Mentores atlantes” (Oxalc, Sampiac, Rampiac, Anitac, Antarel).


Ahora el panorama se mostraba con mayor claridad. La esencia de “Doo-Mah” era aquella esfera de luz que me hablaba, una presencia tan impactante y llena de conocimiento que inevitablemente me trajo a la memoria los contactos con Cecea, la esencia Regente de los Retiros Interiores de Sudamérica.

Llévate contigo nuestra historia Nordac ¾me habló nuevamente la Guardiana de Mt. Shasta.

¿Para qué? ¿Qué debo hacer con ella? inquirí.

Sabes que el objetivo último de la Misión RAHMA es revelar la verdadera historia de la Humanidad y, por consecuencia, encaminar el futuro planetario, gracias a un conocimiento que se mantiene activo en nuestros templos. Por ello han sido y serán convocados a visitarlos, para sentir, ver y comprender lo que fue, y lo que debe ser...

A veces me siento tan pequeño ante semejante responsabilidad reflexionaba.

Nordac... intervino la “esfera” inundando todo el ambiente de una paz conmovedora, ya sabes que no buscamos seres perfectos para cumplir con los designios del Profundo; buscamos seres que no temen seguir adelante para llegar a esa perfección, que es la propia naturaleza del Universo manifestada. La perfección es el amor en sí mismo, y deberán cometer muchos errores, vivir diversas experiencias, para llegar no sólo a comprender el amor, sino lo más importante: vivirlo.

Ni bien dijo esto la esfera de luz se encendió más, a tal punto que iluminó toda la habitación, un destello que venía acompañado de una especie de “música” que producía en mí una sensación de “estar allí” y “no estar”.

En medio del destello escuché sus últimas palabras:

Llévate contigo nuestra historia Nordac, y sigue compartiendo, como lo has venido haciendo, todo lo que se te ha dado. Tienes nuestro respaldo. Y no te subestimes amado, que tu importancia estriba precisamente en ser el “último”...

Entonces la luz que inundaba la habitación de un fulgor blanco-brillante desapareció, y con ella la esfera. La Guardiana de la montaña se había marchado...

Ven conmigo era Soroel quien se acercaba¾. Debo mostrarte algo antes que vuelvas con el resto del grupo.

Entonces lo seguí, caminando a través de un verdadero laberinto de pasillos subterráneos, hasta llegar a una sala donde habían restos óseos de seres humanos de gran estatura.

Son los restos de quienes viste representados en las estatuas me explicaba. Todos ellos estuvieron aquí2.

Luego me llevó a otra sala, más amplia, donde descansaba un Disco de metal bruñido, de unos dos metros de diámetro. Su color era cobrizo y estaba cubierto de extraños signos en relieve. Era el mismo disco de la visión que me mostrara la Guardiana.
En aquella sala me explicaron su función.

Finalmente, seguimos un pasillo que nos condujo a una laguna subterránea. De pronto Soroel se detuvo frente a ella, allí donde el túnel, aparentemente, culminaba.

Qué sientes me dijo.

Que aquí hay algo... ¡Pero no veo nada!

Entonces el agua bajó de nivel, como obedeciendo una orden mágica, dejando al descubierto unas planchas metálicas doradas en cuyo frontis era claramente apreciable una colección de símbolos agrupados en filas horizontales.

Recuerda todo lo que has visto aquí intervino Soroel.

¿Por qué...? decidí preguntar al percibir que había “algo más” en sus palabras.

Todo lo que se te ha mostrado lo comprenderás en la Cueva de los Tayos.

¡¿Qué ocurrirá en la Cueva de los Tayos?! exclamé emocionado.

Lo que ha sido dispuesto contestó firme. Mantengan la armonía de grupo y afrontarán con éxito las pruebas. Lo que recibirán será tan importante, que no escatimaremos en abrir los medios de comunicación para que puedan compartir el mensaje de esta experiencia. Pero esta vez añadió con cierto aire paternal, no se vayan tan rápido...

Y, de un momento a otro, me encontraba nuevamente sentando en la silla de camping, tomando conciencia de mi cuerpo físico y, penosamente, del frío que ya se dejaba sentir.

Me encontraba sumamente impresionado por la claridad de la experiencia. Y mi impresión se duplicó cuando Omar, amigo del grupo de Los Ángeles, comentó que había sido “llevado” a un gran salón donde se hallaban grandes estatuas que parecían de manufactura Maya (!)3. Así, confrontamos la vivencia en grupo, llevándonos una gran alegría al ver cómo las experiencias coincidían.

Para cerrar el trabajo, Maritza Zelaya, quien encabeza con su esposo Miguel los grupos de contacto de San José, dirigió una cadena de irradiación al planeta. En ese instante aparecieron las naves de los Guías, cruzándose sobre la vertical de nuestra ubicación. A mitad de todo esto uno de los muchachos me recordó que los Hermanos Mayores ya habían anunciado esta manifestación en un mensaje para confirmar la conexión realizada con el Retiro Interior de Shasta. Y estaba en lo cierto. Mi alegría era tan desbordante, que había olvidado el mensaje de los Guías que hablaba de esta aproximación de respaldo.

Todos compartían a viva voz las experiencias. El ambiente estaba cargado de entusiasmo, y no era para menos: este contacto programado se constituía además en la confirmación necesaria para llevar a cabo un Encuentro Mundial de contacto en Mt. Shasta, sugerido por los Guías en los mensajes para la primera semana de agosto del 2003, “El Año de la Consolidación”, como lo definiera el Maestro Joaquín.

No obstante, mi mente estaba centrada ¾por ahora¾ en el siguiente gran paso: La Cueva de los Tayos. ¿A qué se refería Soroel al mencionar que no debíamos irnos tan rápido?

PAUTAS PARA INGRESAR AL REINO SUBTERRÁNEO

Continué con mis actividades de difusión, visitando diversas ciudades de EE.UU. y Canadá, realizando también salidas al campo con los grupos activos, pidiendo avistamientos de respaldo a los Guías, con día y hora exacta, para estimular el trabajo de los grupos que se vio coronado con la recepción de los Cristales de Cesio. Así sucedió en Gatineau Park (Canadá) y en una salida a terreno con los grupos de contacto de New York a un bosque de New Jersey.

El 23 de julio llegué a Lima, y dos días más tarde estaba tomando un vuelo a Quito, para reunirme con Rafael Calderón ¾veterano de viajes anteriores a la Cueva de los Tayos¾ y los miembros del grupo de contacto, entre quienes se hallaban nuestra querida amiga Cecilia Novoa, Daniel García, y los “adoptados” Ricardo Zapata y Carina Marzullo de Bariloche, Argentina.

Esta nueva incursión al mundo subterráneo de la Cueva de los Tayos había sido mencionada por Joaquín en el encuentro cercano que tuviera en Celea, el pasado 24 de febrero del 2001. En la experiencia, el anciano Maestro señalaba el mes de agosto del 2002 para sellar la labor pendiente que podría resumirse en dos objetivos:

1. Vivir el encuentro directo con los Guardianes de la Cueva de los Tayos.
2. Acceder al registro de información que se custodia en el enclave intraterreno.

Posteriores mensajes fueron precisando esta invitación:

“...En cuanto al viaje a la Cueva de los Tayos, los hermanos del Ecuador saben cuan importante es la realización de dicho periplo, pero deberán contar con la presencia y apoyo de hermanos de otros países, porque ello integra y cumple con las necesidades actuales de la Misión...” Sampiac
Chilca, Perú, 28 de julio del 2001 (Sixto Paz).


“La Cueva de los Tayos, el siguiente paso que darán en representación de la Misión, será un acontecimiento importante en todos aquellos caminantes que vibran desde siempre en el espíritu RAHMA. Han sido convocados para sellar aquella alianza de antiguo que sólo el ser humano puede comprender, desarrollar, y elevar a las estrellas. Sí, estamos hablando del Plan Cósmico, de los superiores designios del Universo que los anima y moviliza. Es momento de decirles, pues, que la Cueva de los Tayos guarda un conocimiento de suma importancia para el planeta. Se constituye en el tesoro más antiguo de vuestro mundo, sembrado por visitantes extraterrestres hace 100 millones de años.

Pregunta: ¿Ello tiene que ver con las presuntas planchas metálicas que se hallarían en los Tayos? ¿De qué hablan?

Las planchas metálicas existen, y contienen información que narra la evolución del Universo Material, hasta el estallido del conflicto cósmico, el mismo que llevaría más tarde a la rebelión de los oriones.

La Cueva de los Tayos fue utilizada en tiempos más recientes por sobrevivientes de un mundo perdido, quienes sabían de la existencia de la “Matriz”, aquel compendio de conocimiento estelar que fue depositado por siete mentores extraterrestres que estuvieron morando un tiempo en el mundo subterráneo de los Tayos. Ahora bien, aquel archivo, físicamente aún continúa en un área protegida del sistema intraterreno. Todos aquellos viajes que han realizado les ha permitido llegar a este momento en que descorrerán los velos y cumplirán los objetivos. Prepárense, porque rasgarán el velo de un secreto ancestral.

Es importante que quienes vayan, hayan participado antes de un viaje guiado por nosotros, por cuanto la experiencia les será de mucha utilidad en diversas ocasiones. No se preocupen en los detalles que a nosotros nos corresponde manejar. Serán guiados, protegidos y asistidos”. Xendor
Chilca, Perú, 27 de octubre del 2001 (R. González)


“...Con respecto a un futuro viaje a la Cueva de los Tayos, les decimos que entrarán simultáneamente en lo físico y en lo mental; y sabrán de otras entradas, pero seleccionen bien a los participantes, que no serán más de siete personas y todos con la iniciación de los cristales. Para ello, estén atentos al mensaje que el maestro del pueblo tiene para ustedes. Lo sabrán al llegar allí. Deberán prestar atención muy especialmente a los símbolos que se les presentarán...” Sampiac
Mojanda, Ecuador, 10 de noviembre del 2001 (Sixto Paz)


“...El viaje a la Cueva de los Tayos marcará un nuevo hito en la Misión: el contacto se dará y el misterio será revelado; la luz surgirá y no se podrá dar marcha atrás, por cuanto el cambio será una realidad y ustedes entenderán. Vayan en armonía y sin expectativas, los aguardamos en el tiempo sin tiempo, en el aquí y el ahora...” Antarel
Quito, Ecuador, 3 de marzo del 2002 (Rafael Calderón)


“...Una triangulación se espera y tres países participarán: Argentina, Ecuador y Perú. Ocurrirá en Ecuador, en cercanías de Mojanda, luego enlazarán en Cuenca y así después del trabajo llegarán a la Cueva de los Tayos...” Sampiac
La Estepa, Argentina, 4 de abril 2002 (Carina Marzullo)


“El viaje a la Cueva de los Tayos sigue el designio de los Mayores: revelar aquello que yace en los lugares más sagrados del mundo. Toda la experiencia acumulada les será de gran ayuda. Deben saber que hemos procurado seguir de cerca la conformación del grupo de viaje, todos con importantes experiencias que sabrán valorar en los momentos más intensos de esta definitiva incursión a las entrañas de la Tierra.

Será diferente a todo lo que vivieron anteriormente. Tengan en cuenta todo esto, ya que las experiencias que enfrenten, la ruta, y las propias señales orientadoras, pueden ser distintas a lo que piensan. En los anteriores viajes delinearon el camino. Hoy lo recorrerán. Y llegarán allí donde fue dispuesto originalmente. Lo que encontrarán, no se halla aun en sus mentes. Sin embargo es real.

Estaremos con los siete que acariciarán el corazón de la Tierra. Nos dejaremos ver y la Hermandad Blanca contactará al grupo, de manera especial a uno de ustedes, quien lleva la vibración de entrada”. Oxalc.
Monte Shasta, EE.UU., 21 de junio del 2002 (R. González)


Cuando nos reunimos con el grupo en “pleno”, analizamos minuciosamente el contenido de los mensajes, tomando especial interés en las pautas concretas que los Guías habían señalado para este viaje. Compartí también el contacto en Mt. Shasta, sorprendiendo de manera especial a Rafael al citar el desconcertante consejo que recibiera: “Esta vez no se vayan tan rápido”.

Así, revisando las anteriores incursiones a la Cueva de los Tayos, observamos que los grupos nuestros apenas habían estado un día dentro del sistema de túneles, detalle que nos dejó sumamente perplejos al confrontarlo con el mensaje recibido en Monte Shasta. Y, para pensar un poco más, nos llegó una comunicación recibida en Uruguay el pasado 22 de agosto del 2001 ¾recién era de nuestro conocimiento¾, donde se advertía que estaríamos al interior del mundo subterráneo por ¡tres días! Todo ello se confirmaría más tarde.

El grupo expedicionario Tayos 2002 fue conformado por seis integrantes de nuestros grupos de contacto:

1. Carina Marzullo (Argentina).
2. Rafael Calderón (Ecuador).
3. Daniel García (Ecuador).
4. Nimer Obregón (Perú).
5. Hans Baumann (Perú).
6. Ricardo González (Perú).

Días previos a nuestra partida, fui entrevistado por los más importantes programas de radio y TV de Quito. La apertura ¾inusual¾ de la prensa llegó a niveles impensables. La difusión llegó a todo el país, despertando el interés del público de cara a nuestra expedición a la Cueva de los Tayos y, el tema de controversia general: su posible relación con civilizaciones intraterrestres y el fenómeno OVNI. A tal punto llegó el revuelo que armamos en Ecuador, que los canales de TV se peleaban por tener un “reportaje exclusivo” con nosotros. ¡Querían incluso filmar la expedición!

No lo permitimos. En estos años de contacto habíamos aprendido a respetar los lugares sagrados que protege y custodia la Hermandad Blanca. Además, por la misma naturaleza del viaje y sus objetivos, hubiese sido descabellado penetrar el mundo subterráneo de los Tayos con periodistas y cámaras de TV. Finalmente acordamos dar nuestro testimonio en la TV a nivel nacional una vez concluido el viaje. Aceptaron ¾no les quedaba otra¾.

Mientras acomodaba las cosas en la mochila, la noche del 4 de agosto del 2002, recordaba de manera especial el mensaje de Soroel en Shasta, cuando se refería a que ellos “abrirían” los medios de comunicación para que pudiésemos compartir las conclusiones de nuestro viaje. Al comprobar entonces la abrumadora apertura de los periodistas, una sola pregunta martilleaba en mi mente: ¿Qué ocurrirá en los Tayos como para mover de manera semejante los medios de prensa?



EL MISTERIO DE LA CUEVA DE LOS TAYOS REVISITADO

Fue en 1969 cuando Juan Moricz4, un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales, encaró este apasionante misterio del oriente selvático del Ecuador. Aunque Moricz no era el primero en tropezarse con el intrincado de túneles y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos aves nocturnas cuyos polluelos son muy codiciados por los indios shuaras, es innegable su valentía y arrojo al haber sido, sin duda, el primero en dar a conocer a nivel mundial la existencia de este sistema intraterrestre.

Juan Moricz (izquierda) y su abogado, el Dr. Peña Matheus. Guayaquil, 1969.Leyendo tan sólo la acta notarial de su hallazgo, con fecha 21 de julio de 1969, en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los cabellos frente a estas detonantes afirmaciones:
“...he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio...”

Frente a esto, es inevitable pensar en la posible relación entre las planchas que menciona Moricz halladas en una cámara secreta de la Cueva de los Tayos con las planchas metálicas de complejos ideogramas que han sido visualizadas en nuestra experiencia de contacto, aquella biblioteca cósmica que los Guías extraterrestres denominaron “El Libro de los de las Vestiduras Blancas”. Pero: ¿Cómo llegó Moricz a este descubrimiento?


UBICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA

A una altitud aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada “principal”, o más bien, la entrada “conocida” al mundo subterráneo de la Cueva de los Tayos. El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El descenso no apto para cardíacos se realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al explorador por kilómetros de misterio, que deben ser recorridos en la más absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes galerías donde una catedral entera podría caber.

La Cueva es denominada habitualmente “de los Tayos” debido a que su sistema de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha hallado en otras cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los “guacharos” en Caripe, Venezuela. El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra: “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800). Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas esté diseminada en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que todos aquellos laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una conexión?

En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre “Jíbaro” denominación despectiva para ellos, famosos también en el pasado por su bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema subterráneo, ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los polluelos de los Tayos que son más grandes que una paloma. Y en medio de esta faena se toparon con una serie de sorpresas. La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos gracias a su dominio del Magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro similar al dialecto Shuar. Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco apuntar. Desde 1950 seguía pacientemente la “pista” que lo podría llevar al reino subterráneo. Algunas fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña orden esotérica húngaro-germana, hecho que podría explicar el profundo conocimiento esotérico que esgrimía en sus controvertidas entrevistas a los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz estuvo en Perú, Bolivia y Argentina buscando estas entradas antes de llegar al Ecuador. En más de una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca y Tierra del Fuego, como los posibles lugares desde donde “se puede descender al reino subterráneo”. Según él, la Cueva de los Tayos es sólo una de las tantas entradas a este mundo perdido, y lo más apabullante: que aun así, estaríamos hablando de un simple “arañazo” al mundo real de estos seres intraterrestres, que yacen a profundidades difíciles de alcanzar por el ser humano.

Pero la cosa no queda allí. Quizá una de las aseveraciones más inquietantes es la existencia de la presunta biblioteca metálica. De existir, y siempre bajo el testimonio de Moricz, allí encontraríamos registrada la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años, una cifra que moviliza a cualquiera.

Un punto a tener en cuenta en relación a estas planchas, nos lleva en línea recta a los extraños objetos que en su momento custodió el padre salesiano Carlo Crespi, en el patio de la Iglesia María Auxiliadora de Cuenca. Los objetos habían sido encontrados por nativos quienes, en acto de amabilidad y gratitud, se los cedieron al padre Crespi para su custodia. Muchos de estos objetos por no decir todos posteriormente fueron robados. Si el padre Crespi aun estuviese con vida, quizá podríamos rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas que parecían ser muy antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve, una suerte de “código de información” o “escritura”. Teniendo en cuenta que estos objetos muchos de ellos consistían en planchas metálicas, como si fuesen de oro y mostrando complejos símbolos se hallaron en el Ecuador, no era descabellado darle al menos el beneficio de la duda a la biblioteca metálica descubierta por Moricz en la Cueva de los Tayos. Todo esto no tardaría en atraer la atención de los cazadores de lo misterioso.


ERICK VON DÄNIKEN Y NEIL ARMSTRONG

Y la cosa se puso color de hormiga. Primero apareció en escena el famoso escritor suizo Erick Von Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que le diese material fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue espectacularmente explotado en el libro “El Oro de los Dioses” (1974), donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de la historia, sino, por si fuera poco, sostenía haber ingresado él mismo a la Cueva de los Tayos en sus sueños y haber visto con sus propios ojos la biblioteca metálica. El libro fue un bestseller mundial, vendiendo 5 millones de copias y traducido a 25 idiomas. Ni un peso para Moricz.

El libro cautivó de manera particular al lector europeo Däniken incluyó fotografías del Archivo Moricz-Peña Matheus que mostraban el interior de las cuevas, e imágenes de la planchas metálicas del Padre Crespi¾, y fue así como el ingeniero escocés Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una expedición internacional a la Cueva de los Tayos. Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el Jefe de la Expedición y que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo podría ser retirado. Como era de esperarse, Hall no aceptó la propuesta. Inmediatamente desechó la presencia de Moricz en la Expedición y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra. Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo una expedición Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y científico y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del astronauta norteamericano Neil Armstrong (¿?).

Desde luego, esta no sería la primera incursión del astronauta en un lugar donde “las papas queman”. Recordemos tan sólo sus frecuentes visitas a Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad OVNI en la Estancia de la Aurora popularizada por el escritor brasilero Trigueirinho. El mismísimo dueño de la Estancia donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna con quien tuve la oportunidad de compartir en su casa de Paysandú en 1999 aun recuerda las visitas de Armstrong quien, además, le confió en su propia estancia de Uruguay que la misión Apolo XI de 1969, enfrentó un encuentro cercano del TERCER TIPO en la Luna.

Las investigaciones Ecuatoriano-Británicas se desarrollaron por 35 días, instalando un generador de electricidad en el campamento base, a escasos metros de la boca misma de la Cueva, descendiendo a diario a las profundidades para desarrollar sus “investigaciones geológicas y biológicas”. Según el informe final, la comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los Tayos no tenía origen artificial, y que no existían indicios de trabajo humano. Todo lo había hecho la naturaleza...

Una conclusión desconcertante teniendo en cuenta los claros dinteles y bloques de piedra que se pueden encontrar en el sistema intraterreno, muy similares a los que halló, paradójicamente, el equipo de arqueólogos de la expedición a mitad de camino entre el campamento base y la unión del río Coangos con el Santiago. Hallaron un muro megalítico de aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de alto5 .

A fin de cuentas, el informe de la Expedición echó por tierra el verdadero secreto que yace en la Cueva de los Tayos, mientras a mitad de todo el jaleo, se llevaban cuatro cajas selladas de madera que no permitieron abrir a los shuaras, quienes se sintieron engañados y estafados. Hoy en día recuerdan claramente aquel triste episodio. Los nativos piensan que se llevaron “algo” de las cuevas... Cuando Neil Amstrong salió de la Cueva de los Tayos donde permaneció tres días declaró a los medios de prensa que su visita al mundo subterráneo había superado su vivencia en la Luna (!).


LA CUEVA DE LOS TAYOS Y LA MISIÓN RAHMA

Aunque el tufillo del robo británico es inundante, dudamos que se hallan llevado las presuntas planchas metálicas. La Hermandad Blanca no hubiese permitido que ninguna expedición, por más apertrechada que fuese ¾la Expedición Ecuatoriano-Británica costó dos millones de dólares, el doble de inversión frente a la investigación internacional que se realiza actualmente en las selvas de Manú para hallar Paititi¾ ponga los dedos sucios encima de lo sagrado.

A estos recodos del camino, y a la luz de nuestra experiencia de contacto, la biblioteca metálica hallada por Moricz en el mundo intraterrestre guarda importantes patrones en común con lo que nosotros veníamos conociendo sobre el archivo que protege la Hermandad Blanca.

En 1976, en la primera página de la revista norteamericana Ancient Skies, apareció un revelador artículo del filólogo hindú Dileep Kumar, quien analizando los símbolos que se muestran en una de las piezas del padre Crespi una lámina aparentemente de oro, de unos 52 cms. de alto, 14 cms. de ancho y 4 cms. de grosor concluyó que los ideogramas pertenecían a la clase de escritura Brahmi, utilizada en el período Asokan de la historia de la India, hace unos 2.300 años... Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell Profesor de Biología de la Universidad de Harvard identificaba 12 signos de la lámina en cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco.

También debemos mencionar que en nuestros grupos de contacto es bien conocido que muchos de estos ideogramas son similares a los signos empleados para leer y cantar música gregoriana. Ello nos llevó a pensar en aquel entonces que estos registros no habían sido hechos para ser leídos, sino para ser “cantados”, quizá con el mismo efecto de un mantran de poder.

De cara a todo esto, el viaje a la Cueva de los Tayos implicaba una gran responsabilidad al enfrentarnos con un legado de información de naturaleza inabarcable. Ahora bien, teníamos claro que el objetivo no era llegar a la mentada biblioteca metálica6. En verdad nunca lo fue. Definitivamente, no es el momento para revelar algo semejante. No obstante, nuestros pasos debían conducirnos al summun del asunto: A los responsables directos de este archivo de información. Muchas veces, por ver el árbol la biblioteca no vemos el bosque. En estos años de contacto los Guías nos enseñaron que tampoco estamos solos en la Tierra: La Hermandad Blanca, “Los Guardianes del Templo”, están allí aguardando el momento de entregar las claves del conocimiento. Esta ha sido la razón de peso que nos ha llevado a realizar más de una incursión al mundo intraterrestre.

Misión RAHMA a visitado en tres ocasiones la Cueva de los Tayos:

La primera se desarrolló en mayo de 1993. El objetivo era “tantear el terreno”, definir la ubicación geográfica de la entrada al intramundo y estudiar la mejor manera de llegar hasta allí en un posterior viaje.

La segunda incursión fue en agosto del mismo año, donde un grupo de hermanos del Ecuador logró un contacto interdimensional con la Hermandad Blanca, recibiendo las primeras pautas de información.

En agosto del 2000, se llevó a cabo la tercera expedición que por primera vez incluía a hermanos de otros países. El momento era por demás significativo, ya que se realizaba al mismo tiempo otras dos expediciones: Paititi (Perú) y una aproximación a la Sierra del Roncador (Brasil). Una Triangulación que involucró lugares de profunda importancia para el enlace consciente con la Hermandad Blanca de Sudamérica.

Ahora teníamos que sellar el contacto con los Guardianes del mundo subterráneo.


DE LA MITAD DEL MUNDO AL ORIENTE SELVÁTICO

El lunes 5 de agosto partimos de la ciudad de Quito. Nuestra primera parada sería Cuenca, bello enclave en la sierra del Ecuador, rico por sus construcciones de estilo colonial, importantes yacimientos arqueológicos como Tumibamba y, desde luego, teniendo en cuenta el objetivo de nuestro viaje, el lugar donde se ubica la antigua “base de operaciones” del padre Carlo Crespi: La Iglesia María Auxiliadora.

Crespi fue y es muy querido en el Ecuador. En la plaza que se ubica frente a su antigua iglesia, se puede observar una escultura hecha en su nombre, donde se le representa tendiendo el brazo a un niño. Así le recuerdan. Y es que Crespi fue un hombre por demás especial. Aunque sumamente misterioso para algunos. Este planteamiento infundado para otros cobra fuerza al observar el frontis de la iglesia María Auxiliadora, que muestra claramente símbolos sacros que en su momento fueron utilizados por la orden del Temple en la vieja Europa.

Nadie da respuesta alguna sobre el paradero final de las piezas que Crespi protegía. El 28 de abril de 1993, los grupos del Ecuador ya se habían topado con este muro de concreto, llegando inclusive a entrevistarse con el Director del Museo del Banco Central de Cuenca, quien, dicho sea de paso, había formado parte de la expedición Ecuatoriano-Británica a la Cueva de los Tayos. El resultado de esta pesquisa fue infructuoso. No se sabía casi nada de las piezas. Y lo poco que se decía, desestimaba su valor.

Antes de abandonar Cuenca el día 6, tuvimos una importante inyección de entusiasmo. Nos habíamos dividido en plena ciudad para terminar lo más pronto posible las compras de viaje; nos veíamos obligados a optimizar el tiempo ya que nuestro bus a Méndez, primera parada obligada en la selva, salía en pocos minutos. Así, quedamos en reunirnos todos en el hotel una vez realizadas la compras para partir juntos al terminal terrestre de buses.

En medio del ajetreo de las compras, muchos nos sentimos llamados a ingresar en la Catedral de Cuenca. ¡Grande fue nuestra sorpresa al encontrarnos todos en la puerta!

Esto es una bendición al grupo ¾decía Nimer en tono reflexivo; por algo se ha dado así...

Y mi viejo amigo tenía razón. Esta escena era emocionantemente similar a la que vivimos en la Iglesia de Santo Domingo en el Cusco donde se encuentra el Templo Inca del Koricancha¾, precisamente cuando íbamos a partir a las selvas del Paititi en la expedición de agosto del 2000.

Ingresamos juntos a la Catedral. La atmósfera estaba inundada de una espiritualidad auténtica, la misma que respiré en la Virgen del Pilar de Zaragoza. Aunque, en esta ciudad enclavada en medio de los Andes, el corazón palpita más fuerte, quizá por las montañas sagradas que nos flanqueaban aquella soleada mañana.

Oramos juntos. Pedimos por la expedición. Pedimos por todo. Y luego nos dirigimos al hotel para tomar nuestro equipo y partir al terminal terrestre.

Ese mismo día llegamos por la tarde a Méndez, un pintoresco pueblo selvático y último punto de “civilización” en nuestra ruta. Pasamos la noche allí, no sin antes mantener una animada conversación sobre el viaje al mundo subterráneo, revisando una vez más toda la información disponible, de manera especial los mensajes de los Guías. Allí comprobamos que las piezas que nos conducían a la comprensión de este viaje ya estaban dadas; sólo teníamos que acomodarlas en el tablero y ver con qué nos encontrábamos.

El día 7 tomamos en la madrugada un destartalado bus que nos llevaría al kilómetro 44: Yuquiansa. El viaje que no describiré al detalle¾ fue como alma en pena, teniendo en cuenta que el chofer y copiloto además de cobrador y utilero¾ ponían a todo volumen música de “fiesta” o “jarana”, típica de aquellos lares y en total contraste con la naturaleza de nuestra expedición. No sé cómo, pero nos adaptamos a este vaivén que iba de la mano con lo accidentado del camino afirmado. Afortunadamente el trayecto duró unas pocas horas, y esa misma tarde ya nos encontrábamos listos para ponernos el equipo al hombro e internarnos en la selva.


LA CUEVA DE LA UNIÓN O EL ACCESO INTERDIMENSIONAL A UNA BASE EXTRATERRESTRE

Las claves no tardaron en mostrarse: Revisando las coordenadas que marcaba el GPS navegador satelital observamos que nos hallábamos ubicados en los 3° 33 (tres grados treinta y tres minutos) previos a nuestro ingreso a la jungla.

Nuestro primer objetivo sería llegar a la comunidad shuar de La Unión, a sólo dos horas de camino a través de una trocha ya abierta, que se adentraba entre los cerros de matas verdes que teníamos al otro lado del río Zamora.

Contratamos caballos para que llevasen el equipo. El camino estaba rebosante de lodo y teníamos más de una pronunciada pendiente por delante. Sin mayor dificultad, llegamos a La Unión a las 3:00 p.m.

Allí conocimos a Gabriel, un hombre joven de corazón grande, anfitrión de las anteriores expediciones nuestras a la Cueva de los Tayos y líder de esta comunidad. Rafael, el único veterano del grupo en estos paisajes, de inmediato se acercó a su viejo amigo shuar, que se mostraba risueño y amable. Y nuestra percepción no era equivocada: sin pensarlo dos veces Gabriel nos cedió la escuela de la Comunidad para dormir esa noche.

Luego de una animada conversación en la cual Rafael y yo, en representación “diplomática” del grupo, tuvimos que beber la típica chicha de monte acomodamos el equipo sobre el irregular suelo de viejos tablones de madera que, al menos, le daban a la escuela una categoría de Hotel, teniendo en cuenta el lugar donde nos hallábamos metidos. Toda una bendición.

A mitad de todo esto, la gente de la comunidad nos comentaba que a dos horas de allí se encontraba otra caverna, aún más profunda (75 m.) que la propia Cueva de los Tayos (!). Los shuar la denominan “Mejech”, que en su dialecto significa “Planta de Guineo”. Sostenían que varios espeleólogos venidos del extranjero la habían explorado, comprobando que pasaba por debajo del río Zamora, para unirse a través de otro pasillo intraterrestre al sistema de túneles de la Cueva de los Tayos de Coangos. Por lo estrecho de los túneles, los exploradores sólo han recorrido 1.300 metros.

La existencia de esta cueva nos movilizó. Dos años atrás Rafael había recibido un mensaje donde le hablaban de un punto especial que involucraba “La Unión” y “La Esperanza”. Lo interesante es que en aquel entonces no conocíamos la existencia de estas comunidades en el oriente ecuatoriano. En agosto del 2000, partiendo de esta “coordenada”, se visitó el sector donde se encuentra la comunidad de “La Esperanza”, hallando en sus cercanías una roca con extraños símbolos como su “gemela” la piedra de Chiviasa, también próxima a la Cueva de los Tayos y, más intrigante aún, reconociendo en la piedra de la Esperanza símbolos como los que se aprecian en el muro de Pusharo (?).

Personalmente, siempre tuve la sensación que los ideogramas del muro de Pusharo no eran exactamente un tipo de “escritura”, sino un mapa del reino subterráneo. Esta sensación se transformaría en una conclusión inevitable al ver entrar físicamente a Alcir en el mismísimo muro aquel inolvidable 11 de agosto del 2000. El ingrediente de peso a todo este enigma de los petroglifos una constante en lugares donde se hallan Retiros Interiores de la Hermandad Blanca la daría el propio Moricz, al referirse a la piedra de la Esperanza como un mapa del laberinto intraterreno de los Tayos.

Todo esto nos indicaba que debíamos conectar el otro punto citado por los Guías en La Unión. No podía ser otra cosa que la mencionada caverna.

Acordamos partir al día siguiente, jueves 8 de agosto, fecha nada casual, ya que en diversas meditaciones previas a la expedición percibíamos que sería uno de los días “clave”. Recordaba también, que durante un taller de percepción extrasensorial que dicté en el Hotel Savoy de Quito, una semana antes de embarcarnos en esta aventura, Daysi García esposa de Rafael y gran amiga, recibió un mensaje mental de los Guías donde se nos decía que el “día 8” habría un “Concilio de la Confederación”.

No era la primera vez que nos encontrábamos frente a esto. Ya habíamos enfrentado un panorama similar en el viaje a Paititi de agosto de 1998. Allí aprendimos que en estos concilios la Confederación de Mundos de la Galaxia y la Hermandad Blanca de la Tierra toman importantes determinaciones en relación a la liberación de información. Tendríamos que esperar al final de la expedición para ver hasta qué punto el día 8 podría ser más importante de lo que suponíamos.


Así, entre tertulias, bromas y picaduras de mosquitos superando ampliamente los viajes a Paititi, cayó la noche.

Mientras acomodaba la bolsa de dormir en el suelo no sin antes haber puesto un pequeño colchón inflable; la experiencia enseña sentí una necesidad imperiosa de salir fuera de la escuela. Esta sensación ya la conocía. Los Guías se hallaban cerca.

Sin mayor titubeo salí de nuestro refugio y me entregué a la noche fresca y al espectáculo de estrellas que nos cubría con complicidad. Entonces una intensa luz se “encendió” en el firmamento, como un flash de fotografía, pero concentrado.

Sí, estamos aquí... escuché la voz de Antarel, como si llegara de las mismísimas estrellas que contemplaba.

¡Richard! Hans me interrumpía, quizá intuyendo algo. ¿Qué estás haciendo afuera?

Conversando con los Guías contesté en son de broma.

Veamos se expresaba con naturalidad mi inseparable compañero de aventuras, mientras dejaba a sus espaldas el verdadero desastre de ropa tirada por cualquier lado y una bolsa de dormir aplastada como un acordeón¾. ¡Voy a pedirle a los Guías una confirmación de apoyo al grupo!

Decidido, Hans miró al cielo concentrado en la idea. La respuesta fue inmediata.

Allí está tu respuesta le decía contento a Hans.

Dos objetos luminosos, volando a gran altura, se cruzaron sobre la comunidad de La Unión como para que no quedasen dudas.

Al comprobar la evidente cercanía de los Hermanos Mayores, convenimos en intentar un contacto mental con ellos. El resultado, fue tres claros mensajes en simultáneo que nos confirmaban una estadía de tres noches en el mundo intraterrestre. Aunque visitaríamos la caverna de La Unión, los Guías señalaban nuestro descenso por la cueva conocida de Coangos, sosteniendo que las “otras rutas” o “entradas alternas” que habíamos venido sintiendo, las hallaríamos dentro del propio sistema de túneles, más que fuera de ellos:

“Existen diversas entradas que conectan con el mundo de aquellos seres. Sepan relacionar los datos que los lugareños puedan revelarles. Pero siempre deberán ingresar por la entrada conocida. Las otras entradas de las cuales les hablamos, y que deberán cambiar el curso de vuestras anteriores experiencias en la Cueva de los Tayos, se encuentran dentro del propio sistema de túneles y no fuera, así como dentro de ustedes mismos hallarán nuevas pautas que ignoraban existían”.

Uno de los mensajes, hablaba de una “máquina” que habría sido dejada en el mundo intraterrestre, de función aún desconocida y que podríamos develar en nuestra incursión al reino subterráneo. Los hermanos mayores hacían hincapié en no apurarnos por llegar, nos sugerían marchar con calma, observando y sintiendo todo, ya que el trabajo al interior de los Tayos requería de nosotros la máxima preparación. Incluso, se nos advertía que en las cuevas se daría un encuentro físico...

Los Guías también citaron una base en las cercanías de la Cueva de los Tayos, y dieron algunas pistas sobre los esquivos habitantes del intramundo:


“En una zona secreta de la Cordillera del Cóndor poseemos una base que observa y protege las entradas al mundo subterráneo de los antiguos. Ellos estuvieron antes que nosotros. Aquel sistema de túneles, fue también morada de diversas criaturas y civilizaciones en tiempos más recientes. Sin embargo, lo que aparentemente abandonado se muestra, podría ocultar la presencia real y luminosa de aquellos guardianes que se encuentran más allá de cualquier cálculo humano. Ellos forman parte de la Hermandad Blanca, pero es diferente a lo que hasta hoy habían conocido”.


Los mensajes no quedaron allí. Cuando creía que el contacto mental había terminado, sentí la amorosa presencia del Maestro Joaquín. Cito a continuación el mensaje completo:

Amado hijo:

La luz es más fuerte en medio de la oscuridad. En las profundidades de vuestros propios temores hallarán la respuesta que palpita cual llave de una cerradura antigua que fue instalada por quienes sabían de la futura aparición de una raza estelar: los seres humanos.

El miedo, es sinónimo de ignorancia. Es la niebla que cubre las estrellas de un firmamento mágico. El miedo, no es real, sino un espejismo que podría conducirles a través de dos senderos: el del reconocimiento de la realidad enfrentando la irrealidad; o la ilusión de estar indefensos.

La humanidad ha venido circulando a través del miedo y la ignorancia que las fuerzas oscuras han procurado sembrar en las mentes y corazones nobles. Pero aquel que ve más allá, que siente más allá, y que cree más allá de lo que sus ojos ven, estará a un paso de liberarse de la ilusión para finalmente despertar.

Sólo un ser humano despierto puede despertar a otros.

No olviden esto.

Con amor, Joaquín.


Este mensaje nos dejó perplejos: ¿Porqué Joaquín nos hablaba del miedo? Sentimos tan importante esta enseñanza del Maestro que decidimos mantenerla presente a lo largo del viaje. Sabía que Joaquín suele enviar mensajes “previos a los acontecimientos” y, aunque en un inicio podrían mostrarse desconcertantes o sin sentido, al final del proceso como siempre ocurre sus palabras adquieren una coherencia apabullante. Debo decir que la comunicación generó en el grupo una conversación abierta frente a nuestros miedos. No sólo ante las ratas, murciélagos y tarántulas gigantes que se encuentran en la Cueva de los Tayos no exagero o la propia oscuridad a la cual no estamos acostumbrados y con la cual debíamos convivir por tres días completos; Joaquín iba más allá. Y lo supimos comprender mientras nos sincerábamos en este diálogo que nos unió aún más como grupo.

Nimer, en medio de todo esto, nos comentaría contento cómo durante la recepción de los mensajes sintió abrir los ojos, descubriendo una nave estacionada en el cielo la pudo observar por el pequeño espacio que se hallaba entre el techo de calamina y la vieja pared de tablones, haciéndole señales con su pequeña linterna de fotones, a lo cual la nave respondió encendiendo su estructura más de una vez.

Era el primer acercamiento concreto de los Guías en nuestra expedición a la Cueva de los Tayos. Y no sería el último...

La mañana del día 8 mostraba un Sol radiante. Esperábamos que esta bendición pudiese secar el camino a la cueva de La Unión; por la noche una lluvia de aquellas nos sorprendió sobre todo a quienes dormían bajo las goteras del rudimentario techo de la escuela, y seguro que más de uno se imaginó el trayecto fangoso que nos esperaba. Penosamente, la soleada mañana de La Unión no conspiró a favor nuestro, al menos como lo esperábamos, ya que debimos enfrentarnos a un sendero traicionero donde, muchas veces, el lodo nos hacía perder el equilibrio. Pero esto sería un chiste con lo que nos tocaría asumir más tarde.



Dos horas de intensa caminata en ascenso con Gabriel a la cabeza fueron suficientes para llegar a la intimidante boca de la cueva de La Unión. Un verdadero espectáculo. Casi sin pensar, Daniel y yo nos aproximamos al precipicio que se abre como una garganta de un gigante, permitiendo observar el eventual desplazamiento de murciélagos y de los tayos como si fuesen y desde luego lo es parte del “show”.

Una vez todos reunidos, nos aprestamos a realizar una conexión mental con esta entrada ignorada, y ver qué podríamos percibir en ella.

La proyección a la cueva fue clarísima. Pero me sorprendió en absoluto: de pronto me hallaba dentro de una base de naturaleza extraterrestre, con amplios espacios entre paredes blancas y metálicas que me recordaron mi visita a Celea. Allí vi seres altos y espigados, percibiendo que eran científicos; observé también objetos esféricos como si fuesen las típicas caneplas que aparecen en Chilca entrando y saliendo por las cuevas que guardaban una secreta conexión con esta base.

Lo más resaltante es que Rafael fue “conducido” a la misma base, donde, por si fuera poco, se le reveló el nombre con el cual identifican este complejo extraterrestre: Amerihel. Hans, no menos sorprendido, nos comentó que los Guías le habían transmitido durante el trabajo que “Richard y Rafael estaban siendo llevados a una base que posee la Confederación en la amazonía ecuatoriana”. Definitivamente se trataba de la misma base que los Guías citaban en los mensajes, ubicándola en un sector oculto bajo la cordillera del Cóndor.

Carina nos recordaba que, curiosamente, cerca de un Retiro Interior de importancia se hallaba una base extraterrestre. Por ejemplo, Paititi guarda conexión con la Base Azul; La Sierra del Roncador con la Base Esmeralda; y ahora, la Cueva de los Tayos, develaba también un centro de operaciones de la Confederación. Nada casual teniendo en cuenta que estos tres puntos son el “triángulo clave” que precipitaría la recepción definitiva del Libro de los de las Vestiduras Blancas.

Pero, ¿Por qué Amerihel? ¿Por qué sentíamos que el sólo nombre de esta base encerraba un enigma de importancia?


COANGOS Y EL MAESTRO DEL PUEBLO

El día 9 nos dirigimos a la comunidad shuar de Coangos, a unas 5 horas de caminata a nuestro paso y con todo el equipo en los caballos desde La Unión. Dos viejas amistades de incursiones anteriores a la Cueva de los Tayos serían nuestros acompañantes de ruta: Alfonso Sam y Silverio Cabrera; este último jugaría un papel importantísimo en un difícil momento de la expedición.

Alfonso había acompañado a la expedición agosto 2000; es un joven honesto y sensible, verdadero amigo y estupendo guía. Silverio, un hombre mayor de unos 60 años era el maestro de escuela del pueblo de Coangos, y una de las personas más influyentes y respetadas de la Federación Shuar que agrupa a todas la comunidades nativas del oriente amazónico del Ecuador. Y lo más importante: profundo conocedor de la cosmogonía shuar, sus leyendas, los secretos.

Habíamos acordado con Alfonso tres mulas para carga y seis caballos para montura, por cuanto la ruta a Coangos estaba inundada de lodo y ello hacía por demás indócil la caminata. Para nuestra “suerte”, Alfonso sólo pudo conseguir cuatro caballos para cabalgar. Así, de cara a este paisaje, y sin darle muchas vueltas al asunto, me ofrecí con Hans en ir a pie.

Silverio quien a pesar de su edad se desplazaba con agilidad envidiable, Hans, y yo, encabezamos la fila; atrás venían los muchachos en los caballos, y Alfonso con el equipo en las mulas.

En verdad el sendero no era cosa fácil, teniendo en cuenta el terreno accidentado, en constante ascenso entre rocas y pequeños pantanos formados por las lluvias. El lodo, en la mayoría de los casos, llegaba casi a las rodillas. ¡Cuán oportunas fueron aquellas botas de plástico! (sí Rafael, “tenías razón”). Incluso, más de una vez, se nos atascaba el pie entre tanto barro que amenazaba con quitarnos la bota si es que intentábamos salir del aprieto con una impaciente sacudida. Todo un arte caminar aquí.

En situaciones como ésta, uno aprende a valorar todo lo aprendido en expediciones anteriores. Y sin ir muy lejos, tan sólo nuestras salidas a terreno ¾aquellas que tantas veces nos han sugerido los Guías se constituyen en un eficiente adiestramiento. En la oscuridad de la Cueva de los Tayos valoraríamos aún más todo esto, de manera especial las “salidas de autocontrol”, donde los hermanos mayores nos enseñaron a reconocernos en el silencio y a controlar nuestras emociones...

¿Qué hacen ustedes? me abordaría intempestivamente Silverio, sacándome de mis pensamientos.

Somos un grupo que, bajo una misma experiencia, intentamos comprender el significado más profundo de la Humanidad y su misión respondí sin querer entrar de lleno en lo detalles.

Son un grupo que ora, sé que meditan repuso Silverio.

Sí, meditamos contesté, lo hacemos porque las verdaderas respuestas no están afuera, como parece sugerir nuestro viaje a la Cueva. Las respuestas están dentro de uno mismo.

Y... Para ustedes... ¿Qué hay dentro de la Cueva? inquirió.

Vida le contesté. Sabemos que hay vida inteligente allí.

¿Y saben quiénes son? seguía preguntando, pero no se apreciaba en su mirada que estuviese ajeno al tema.

Son custodios de un conocimiento muy antiguo intervenía Hans. Ellos protegen la verdadera historia del ser humano. No se muestran abiertamente porque aun no estamos listos.

¿Sabes algo de “gente” en la Cueva? abordé calmadamente al profesor, ¿qué es la Cueva para ustedes?

Sí, hay gente abajo... contestó reflexivo.

¿Los han visto? Hans preguntó extrañado.

No... pero sabemos que hay “algo” allí. Cuando hemos bajado a capturar los pichones de los Tayos solemos encontrar huellas, algunas muy grandes para ser un hombre...

¿Y qué dice la comunidad nativa de todo esto? le dije.

Que aquellos seres, que viven en la Cueva, cuidan “tesoros”. Sabemos que si alguien los toma puede salir “hechizado”, loco...

Hay una zona añadió Silverio donde en una ocasión intentamos seguir las huellas que hallamos. Era un túnel largo. Pero difícil de transitar por los derrumbes que han ocurrido. En un momento nos empezó a faltar el oxígeno. Otros tenían miedo de molestar la “casa” de aquellos seres. Decidimos entonces no continuar.

¿Dónde está ese túnel? Hans y yo nos mirábamos absortos.

En la entrada nomás contestó suelto de huesos, subiendo a un segundo nivel. Pero en verdad son muchos los accesos. Es un laberinto.

Silverio... Hans reflexionaba en voz alta. Deseamos que sepas que nosotros no hemos venido a explorar concretamente los túneles, y menos a molestar la “casa” de aquellos guardianes... Ellos son nuestros amigos. Ellos nos han invitado. Nuestra única intención es comprender, de manos de estos seres, cuál es nuestro verdadero origen.

Al comprender nuestro verdadero origen añadí, sabríamos quiénes realmente somos y, por consecuencia a ello, podríamos encaminar el destino de nuestros pueblos, de la humanidad entera, hacia un mundo mejor.

El shuar esbozó una sonrisa de aprobación. Luego, su rostro reveló un cierto matiz de tristeza, y nos dijo:

Un pena la guerra que hubo entre nuestros pueblos Silverio sabía que Hans y yo éramos peruanos; hace pocos años Perú y Ecuador enfrentaron un penoso conflicto bélico que tuvo por escenario aquella misma zona; pero es una alegría que ahora todo esté en paz. Yo tengo familia shuar peruana al otro lado del río...

Y sé quiénes son ustedes apuntó. Ya han venido antes y sé que son buenas personas...

Seguimos la trocha abierta en medio de una intrincada vegetación. Y, finalmente, una explanada se abrió de golpe ante nuestros ojos. Habíamos llegado a Coangos.

Mientras esperábamos al grupo que venía en los caballos, una sutil brisa fresca nos refrescaba al amparo de unas deliciosas bananas que la mujer de Alfonso nos ofreció. Esa misma tarde pensábamos cruzar el río Coangos para ascender los 800 metros de la orilla opuesta, hasta llegar a la boca principal de la Cueva de los Tayos. Estábamos tan cerca que nuestro entusiasmo era evidente.

Sin embargo, una vez que todo el grupo se halló reunido en Coangos, nos llevamos una desalentadora sorpresa: uno de los encargados de la comunidad, precisamente quien dispone el “pase” para ir a la Cueva, nos había negado el descenso. Luego supimos que esta decisión fue tomada al saber que tres miembros de la expedición éramos peruanos... El clima de tensión era evidente. Y comprensible: durante 40 años Perú y Ecuador vivieron un conflicto armado por la zona fronteriza que involucra la mismísima Cordillera del Cóndor. Muchos shuar, inclusive, fueron reclutados por el Ejército de Ecuador, algunos perdiendo la vida en combate o volviendo con impresionantes cicatrices de guerra. Y aunque la paz entre ambos países hermanos se selló en 1999 en medio de la memorable oleada OVNI que sacudió Sudamérica, aun se podía percibir en el ambiente las “huellas” de la guerra.

Y bien, con semejante escenario, cualquiera se puede inquietar aun más si uno es peruano. Sin embargo, por alguna razón extraña, nos encontrábamos en paz, seguros. Sabíamos que el viaje no acabaría de esta forma. Sabíamos que era una prueba, que debíamos confiar en los mecanismos propios de la Misión, puesto que fue la Hermandad Blanca quien nos invitó a conocer el mundo subterráneo.

Pronto, la situación se fue encaminando al compartir más tiempo con los miembros de la comunidad shuar. Llegamos hasta a jugar un partido de fútbol en una cancha que improvisamos con piedras. Todos jugamos, incluyendo Carina, la única mujer del grupo que dejó bien a la Argentina en la portería. Allí, en aquellos instantes de entretenimiento y bromas, vimos que la flotante tensión que existía “aparentemente” con nosotros, no venía del pueblo, sino de uno de sus dirigentes.

Esa misma tarde, cuando estaba cayendo la noche, los Guías se mostraron nuevamente. Y con mayor intensidad.

Nimer y Rafael, que se hallaban fuera de la otra escuelita que se nos cedió en Coangos para descansar ¾quizá un símbolo que procuraba recordarnos que “algo debíamos aprender” interactuaron con una nave que, desde lo alto, encendió con fuerza su fuselaje. Esto ocurrió ante una exigencia de Nimer de ver una manifestación “contundente” de los Guías, ya que, para variar, se había olvidado sus anteojos en el hospedaje de Méndez, y nuestro amigo pensaba que sólo un avistamiento lo suficientemente cercano podría ser visto por él ante esta situación. Para su suerte, los hermanos mayores no escatimaron en dejarse ver con claridad.

Si lo vi yo sin los anteojos nos contaba Nimer ¡cualquier ciego lo hubiese visto!

Otros objetos se cruzaban en el cielo, a gran altura, algunos frenando y moviéndose erráticamente de izquierda a derecha. Todos contemplábamos esta “danza de naves”. Una vez más, éramos acompañados por los Guías en esta aventura al mundo intraterrestre.

Al día siguiente, sábado 10 de agosto, Daniel y Rafael ambos con nombres de ángeles fueron portadores de un mensaje extraordinario: el profesor Silverio había intervenido frente a la negativa de nuestro paso a la Cueva de los Tayos, redactando un documento en su calidad de Vicepresidente de la Federación Shuar, autorizando nuestro descenso. Por si fuera poco, en un párrafo de su carta, el maestro del pueblo decía: “Los hermanos de la Misión Rahma son gente honesta y espiritual, están recorriendo diversas partes del mund, visitando lugares sagrados. Los conozco y puedo dar fe de sus buenas intenciones...”

La carta de Silverio fue bien recibida en la comunidad, y de inmediato, tuvimos todo un tropel de nativos shuar deseosos de ayudarnos en llevar nuestro equipo hasta la “tarabita”, una rudimentaria cabina de madera enganchada a un cable que, desplazándose a través de las poleas que se ubican a ambos extremos del río a una altura media de 200 metros se constituye en el único medio de acceso para llegar a la otra orilla del Coangos.

Mientras nos alistábamos para partir a la Cueva de los Tayos, recordábamos el mensaje que recibiera Sixto Paz en relación a este viaje: “...estén atentos al mensaje que el maestro del pueblo tiene para ustedes”. ¡No podía ser otra persona que Silverio Cabrera!. Además, Daniel también había recibido un mensaje donde los Guías le advertían que alguien del pueblo nos ayudaría. Nuevamente, las pautas de nuestros hermanos mayores se cumplían con precisión.

Una mañana soleada nos hacía compañía. Parecía un sueño saber que esa misma tarde, estaríamos descendiendo al mundo subterráneo...


EN LAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA

No describiré nuestro trayecto en permanente ascenso¾ hasta alcanzar la pequeña aldea del shuar Bosco, próxima a la boca principal del sistema de túneles. Desde luego no fue un paseo. Pero allí estábamos, listos y dispuestos a descender a las oquedades de la Tierra. (Abajo: Rafael, Carina, Richard, Nimer, Hans y Daniel en la entrada a la Cueva de los Tayos).

A las 3 de la tarde, el grupo ya se ubicaba en la boca de la Cueva, una caída abierta de 63 metros que debíamos sortear gracias a un cabo y una polea amarrada a dos troncos que cruzaban el abismo que se nos insinuaba silencioso. No se encontraban los tayos. Las aves se habían marchado. Los más extraño es que ningún shuar las vio salir, por tanto es de suponer que se desplazaron por los mismísimos túneles (!).

Carina, siguiendo la tradición shuar, sería la primera en inquietar la soledad aparente de la Madre Tierra. Una vez que Nimer la ayudó a ajustarse el arnés al grueso cabo del cual pendía su seguridad, nuestra amiga se entregó al túnel, descendiendo con calma y mantralizando en los momentos más intensos. Todos incluyendo cinco shuaras sosteníamos con fuerza la soga. No fue difícil. En verdad, lo complicado sería salir más tarde por aquel mismo túnel.

Luego del descenso de Carina seguí yo. Me encontraba contento de bajar. Me sentía como niño en Disney, aunque sin desestimar los peligros de esta faena. Las paredes, producto del “diastrofismo” (deslizamientos de rocas sedimentarias) habían formado una suerte de placas de roca que simulaban grandes cuchillos. En repetidas ocasiones teníamos que estabilizarnos con suaves empujones de nuestras piernas. Si alguien se distrae, se puede pegar un susto. Aquí cumplieron bien su papel los cascos de minero que llevamos (¿Ya ves Rafael?), previniendo al grupo de cualquier golpe o accidente que gracias al Profundo nunca ocurrió. Así, todos fuimos penetrando la Cueva. Sin duda uno de los descensos más alucinantes fue el de Hans, quien, con cámara de vídeo en mano (ver foto al lado), fue registrando esta aventura. Penosamente, todo el material que grabamos en super 8 del interior de la Cueva, accidentalmente se borró. Luego comprenderíamos porqué.

Y con nosotros venía el séptimo integrante del equipo: José Saantz, un hombre bajito pero de constitución atlética, de unos 40 años de edad, silencioso; él era miembro de la comunidad shuar de Coangos y había servido al Ejército de Ecuador durante el conflicto armado con Perú. Su experiencia sería valiosísima, teniendo en cuenta que de todos los nativos shuaras, es quien más se ha adentrado en los túneles, además de haber acompañado a diferentes expediciones científicas del extranjero como guía.

Una vez que los siete nos hallábamos abajo, tomamos el equipo y nos movilizamos hacia la oscuridad de la galería. Poco a poco el sutil haz de luz que cae desde la boca principal fue desapareciendo a nuestras espaldas; ahora sólo la luz de nuestras linternas y la de nuestro propio interior nos orientaría a través de estas húmedas paredes que parecen haber visto una pléyade de visitantes antes que nuestros pasos rompiesen el silencio. De arranque los primeros murciélagos y alguna que otra tarántula de proporciones respetables nos dio la bienvenida. El lugar es mágico, muy especial. Todos estábamos emocionados.

Habíamos avanzado un corto trecho cuando José nos advierte que debíamos bajar una pared de unos 6 metros. Un corto descenso, pero complicado por la excesiva irregularidad del espacio. Así, una vez sorteado este paso gracias a la soga y las oportunas ideas de Nimer para utilizar una roca como polea improvisad seguimos el camino hasta llegar a una bifurcación: a la izquierda, un pequeño túnel parecía adentrarse como si se tratara de un canal de ventilación. Pero no se podía continuar, un derrumbe había obstruido el paso. El camino de la derecha, era accesible, y uno de los pocos puntos que conectan con el verdadero laberinto de pasillos y grandes galerías. Lo seguimos sin vacilar, no sin antes detenernos ante aquella entrada que, con sus claros ángulos rectos, sugería un origen artificial. Moricz llamaba a este evidente dintel de piedra “El Paso del Shiry”. “Shiry” significa “señor”, una denominación que no fue escogida al azar.

Nos hallábamos cruzando la “línea divisoria” que llevaba al reino de los señores del mundo subterráneo. Esta suerte de puerta nos condujo de inmediato a una galería de medidas gigantescas. Y aunque no era de las más grandes, este primer vistazo al interior de la Cueva sobrecogió a más de uno al comprobar las sorpresas que se pueden hallar decenas de metros bajo tierra. Y recién estábamos adentrándonos, descendiendo cada vez más, hasta alcanzar cerca de los 150 mts. de profundidad.

Luego de cubrir un accidentado camino debido a las grandes rocas que frenaban el paso llegamos al “Oratorio de los Caras”, otra singular denominación de Moricz para un pequeño tragaluz que dejaba filtrar algunas gotas de agua sobre el suelo lleno de pequeñas piedras, similares a los cantos rodados de un río.

Al extremo derecho de nuestra ubicación, a un metro y medio sobre el nivel del suelo, Rafael nos señaló una estrecha abertura en la pared. Aquella fisura llevaba a otro de los numerosos pasillos de la Cueva. En el viaje de agosto del 2000 los muchachos la habían penetrado avanzando más de tres horas, y en el curso de esta exploración, al verse atravesando angostos pasos que simulaban un vagina, bautizaron el túnel como “El Parto”.

Después de inspeccionar la zona volvimos por nuestros pasos, tomando luego el camino de la izquierda hasta llegar a la imponente sala “Stanley Hall”, llamada así por la expedición ecuatoriano-británica en honor el ingeniero escocés que empujó la realización de aquel periplo. El nombre original, acuñado por Moricz, era “Nuestra Señora del Guayas”. Se trata de un verdadero “auditorio” de 300 metros de ancho y cerca de 50 metros de altura. Impresionante. Lástima que nuestras linternas no hayan podido alcanzar toda la magnitud de aquella estancia. Tomar fotografías aquí era en vano. El flash de nuestras cámaras sólo permitía retratar espacios reducidos. Incluso la expedición de 1976 enfrentó también los mismos problemas, teniendo que solucionarlos con un generador de electricidad para cablear el interior de las galerías e iluminarlas.

Finalmente y siempre descendiendo alcanzamos “El Domo”, otra de las peculiares galerías, inmediata a un extraño laberinto de túneles no muy explorado, ya que un río subterráneo impide seguir en aquella dirección. En las expediciones anteriores de la Misión nunca se cruzó aquel punto por razones más que evidentes. Rafael nos comentó dándole una connotación de suspense al viaje que allí dos espeleólogas norteamericanas perdieron la vida, muriendo ahogadas al verse sorprendidas por una violenta crecida del nivel del agua. Sin comentarios.

Decidimos acampar en El Domo por cuanto era el único lugar con un terreno blando y horizontal, como para tender allí nuestras bolsas de dormir. Todo ello, gracias a los Tayos: dormiríamos sobre toneladas nuevamente no exagero de sus excrementos. O dormíamos sobre las piedras, o lo hacíamos aquí. La decisión fue unánime. Y otra razón de peso fue la cercanía de delgadas cascadas de agua, indispensables para abastecernos del líquido elemento las tres noches y cuatro días que estaríamos en la Cueva. ¿Quién lo hubiese imaginado? Ya estábamos allí, en el interior mismo de la Tierra.

Así, luego de realizar nuestras prácticas de armonización con el lugar, y de compartir una deliciosa sopa caliente, nos entregamos a un necesario descanso. No puedo decir que descansamos hasta que llegase el día. No había día, sino una eterna noche, afectando notablemente nuestra concepción del tiempo. Todo era un “eterno presente”. Y sin saberlo, se nos estaba adiestrando secretamente para enfrentar en la tercera noche una importante experiencia.

Pero antes, harían su aparición los “habitantes de la casa”....


LA ESFERA DE LUZ Y LOS SUNKIES

En las primeras horas del día 10 fuimos “despertados” por algo sumamente inesperado: una esfera de luz blanca, concentrada, no mayor en dimensiones a una pelota de ping-pong, estaba suspendida exactamente sobre el grupo, tocando prácticamente el techo de piedra lisa que se hallaba a unos dos metros de nuestras cabezas.

¿Están viendo todos “eso”? nos advertía Nimer quien, nuevamente sin sus anteojos, estaba contemplando lo imposible.

Sí, sí, allí está decían varios a coro.

¿Ves eso José? abordé a nuestro acompañante shuar, esperando que él tuviese una respuesta racional a este fenómeno.

Sí... Lo veo bien, pero no sé qué es.... respondió confundido.

Aguanten, aguanten ¾intervenía Nimer nuevamente; voy a iluminarla con la linterna.

Nimer apuntó el haz de luz de su linterna al techo, allí donde la “esfera” se había estacionado. Ni bien hizo esto, el fenómeno desapareció. Al menos aquella impresión tuvimos.

Ahora voy a apagar la luz decía Nimer sin quitar la vista del techo.

¡Allí está otra vez! nos decíamos ¿Qué es?

Luego la esfera de luz desapareció. Lo más intrigante es que en todo el techo de roca no había ningún rastro de piedra fosforescente, o insecto que emitiese luz. A pesar que desde un principio sabíamos que no era nada de eso, decidimos barajar todas las posibilidades. Para Rafael y José, quienes anteriormente habían estado en la Cueva en repetidas ocasiones era la primera vez que veían algo así.

En mis adentros intuí lo que podría ser... Ya lo había vivenciado en Monte Shasta. Sin embargo decidí esperar, y fue así como la misma esfera, revelaría más tarde su “identidad” al grupo.

A las 5:30 p.m., decidimos echar un vistazo a la zona donde se hallaba el río subterráneo, con la clara intención de cruzarlo, si es que era posible. Nimer y Hans decidieron quedarse en el campamento base, mientras el resto del grupo, con José a la cabeza, nos internamos más allá de “El Domo”.

Una vez que sorteamos las ya frecuentes irregularidades del camino, alcanzamos nuestro objetivo, constatando para nuestra alegría que el río se encontraba muy por debajo de su cauce normal. Inmediatamente bajamos por una resbaladiza pared de roca que nos llevaba a la boca de otra galería, totalmente nueva para nosotros a excepción de José, que la había visitado anteriormente con una expedición japonesa.

Esta galería que se nos abría, amplísima, es conocida con el nombre de “El Anfiteatro”. Para más de uno de los que fuimos, el lugar más bello de la Cueva. La erosión del agua había formado estratos de roca, como si fuesen pequeñas hileras de asientos para un teatro; y sobre éstas discurría lentamente el agua, que llegaba desde las diferentes cascadas una con 30 m. de altura que daban al recinto una atmósfera de solemnidad y elegancia. Un verdadero regalo estar aquí.

Un detalle que nos llamó la atención, es que mucha gente de los grupos, en sus meditaciones previas a nuestro viaje, visualizaron constante presencia de agua. José incluso nos comentaba que cuando el río crece inunda el anfiteatro hasta formar una suerte de laguna, intransitable a su opinión, ya que el explorador no tiene mayores referencias de espacio y terreno, pudiendo quedar atrapado entre las numerosas rocas y fisuras que se alzan en el camino. Para nuestra bendición, el río estaba tan bajo que podíamos distinguir claramente dónde pisábamos y hacía dónde íbamos.

Así, del Anfiteatro continuamos por un nuevo laberinto de túneles, hasta llegar a una pequeña lagunita, no muy profunda; el agua nos llegaba ligeramente por encima de las rodillas. Rafael, Carina y yo, decidimos explorarla (ver foto en la siguiente página) mientras Daniel y José nos aguardaban en la entrada. No tuvimos que avanzar mucho para encontrar un nuevo pasillo que se seguía adentrando hasta Dios sabe dónde. Rafael y yo nos miramos con complicidad.
¿Vamos Brother? me decía mi buen amigo.

¡Vamos! le dije en seco, mientras acomodaba la linterna frontal de mi casco.


El camino no era tan sencillo. Habían zonas donde prácticamente no existía el suelo y sólo nos quedaba cogernos de las paredes y apoyar los pies en las pocas salientes que conspiraban a nuestro favor. Me sentía como el hombre araña allí. Y esta sensación fue más contundente cuando una extraña araña de patas larguísimas y delgadas caminó a sus anchas sobre el techo de este “pasillo” donde debíamos avanzar agachados por su escasa altura hasta detenerse, por si fuera poco, sobre mi mismísima ubicación. Con Carina, en son de broma, nos alertábamos de no apoyarnos en tal o en cual lugar, porque teníamos constante “compañía”. Enfocar con buen humor y confianza este periplo al mundo subterráneo, nos evitó enfrentar cualquier tipo de temor o tensión.

Aquí hay una bifurcación nos advertía Rafael, quien iba adelante.

¿Hay paso para ambos caminos?

Así parece me contestó seguro, con toda la energía de seguir adelante; voy a ver a dónde lleva el de la izquierda...

Entonces echaré una mirada al de la derecha, para ver cuál nos permite continuar repuse.

Tomé el túnel que se abría a mi derecha, y comprobé que éste conducía a una habitación de apariencia artificial, aunque viéndola detenidamente, se deducía que fue moldeada por el agua. Ni bien me acerqué a esta pieza me sentí sumamente triste, desconcertantemente acongojado, y sin saber porqué. Bajé con un pequeño salto al espacio que tenía, y allí mi sensación se duplicó. ¿Qué pasó aquí? me decía.

Nada por este lado ¾gritó Rafael, dando clara señal que culminó con su exploración.

Muchachos, vengan a ver esto les dije.

Carina y Rafael se aproximaron, y al llegar, experimentaron lo mismo.

Algo pasó aquí... reflexionaba en voz alta Carina.

Sí, siento como si hubiese habido algo importante en esta habitación, y fue hurtado... no sé cómo, pero estaba seguro de lo que hablaba.

Cerré mis ojos. Y en ese instante empecé a percibir con mayor claridad una presencia, próxima, observándonos desde muy cerca, pero por alguna razón aún no se dejaba ver. Para ser más exacto, se trataba en verdad de varios “acompañantes”. Como si nos estuviesen “evaluando”. Percibía sin pretender aludir a las mentadas planchas metálicas que en aquella habitación hubo “algo” importante para estos seres, y se lamentaban por haberlo perdido.

Tuve tanta nostalgia por esto, que sentí pedirle perdón a aquellos seres, por haber profanado nosotros, “los seres de superficie”, sus tesoros y secretos más sagrados. Rafael y Carina compartían esta sensación, y así, juntos, hicimos una práctica de visualización creativa para sembrar cristales de luz en aquel recinto pétreo. En ese momento no nos imaginamos que con aquel trabajo más bien, el sentimiento que nos empujaría a realizarlo estábamos abriendo una “puerta” para el contacto con los esquivos habitantes de la Cueva de los Tayos...

Luego nos marchamos, volviendo por el camino que habíamos descifrado pero dejando tras nuestros talones un ambiente distinto. Ahora se respiraba paz.

Volvimos al campamento base a las 8:00 p.m. Allí Nimer y Hans nos esperaban con otra sorpresa: la “esfera” había aparecido nuevamente, estacionándose sobre sus cabezas y despertando de inmediato el interés de Hans, quien, guiándose por su intuición, decidió intentar comunicarse con la extraña luz. Para ello se concentró en una idea, esperando que la esfera, de alguna forma, pudiese “responderle”.

Y entonces la luz se encendió, como si estuviese dando una respuesta positiva a la idea de Hans. La idea, en verdad, era una pregunta mental a la esfera: “Si es que ésta se constituía en un ente guardián del lugar”. De cara a todo esto, Hans y Nimer empezaron a formular preguntas a la luz, que siempre contestaba “digitalmente”, siendo una afirmación la iluminación de la misma, y una negación cuando la energía de la esfera parecía apagarse.

De esta forma nuestros amigos confirmaron gracias a la comunicación que entablaron con aquella “luz” que nos hallábamos efectivamente observados por una forma de vida inteligente; que el lugar donde acampábamos estaba siendo energetizado por “ellos”, una sensación que tuvimos desde el principio al percibir las intensas corrientes de fuerza que allí se concentraban, a tal punto que producía en todos nosotros una perenne somnolencia, como si nuestros cuerpos estuviesen siendo preparados para recibir “algo”.
Esta manifestación de la esfera, mientras nosotros estábamos haciendo la siembra de cristales en la habitación de piedra que hallamos, me hizo “hilar” una cadena de situaciones. ¡Sentía que el perdón podría ser el nexo para el contacto con aquellos seres!

Lo expuse al grupo, generándose una profunda conversación sobre el tema, intercambiando experiencias, puntos de vista, y recordando de manera especial las sabias enseñanzas de nuestros hermanos mayores sobre el tema.

Para dar una idea exacta de lo que han dicho los Guías en relación al Perdón como fuerza vital del amor manifestada, a continuación transcribo un capítulo de “Mensajeros del Cosmos”7, una recomendable obra de nuestro hermano Sixto que extracta por temas las enseñanzas recibidas de los Guías extraterrestres al interior del Grupo Rama:

Sí, Antarel.

Pregunta: ¿Qué es el perdón para ustedes?

El perdón es la capacidad de amar manifestada en la tolerancia a los errores.

Para poder concienciar a la humanidad en torno del perdón deben primero asumirlo ustedes en sus propias existencias. Mientras no lo incorporen como una actitud en vuestro desenvolvimiento personal y como parte esencial del nuevo ser que deben llegar a ser, no podrán enseñarlo.


Pregunta: ¿Por qué es importante enseñar el perdón?

El perdón es la liberación de la tolerancia y de las limitaciones del egoísmo que lleva a la persona a estar pendiente de los demás en forma negativa, con un pensamiento y una crítica destructiva, que vienen siendo parte de un proceso de justificación de los errores propios.

El perdón es el grado máximo del amor, y son ustedes en vuestro planeta los que pueden llegar a dar el más alto ejemplo de amor, alcanzando con ello cumplir un rol cósmico de liberación, por cuanto constituyen una civilización de agraviados.


Pregunta: ¿Cómo es eso?

Se os ha hecho mucho daño a lo largo de vuestra historia a veces intentando ayudarlos. Otras veces se les ha perjudicado a propósito, dificultándoles el panorama como a pocos, para probar vuestras aptitudes y lograr aprender a través de vosotros. Por ello, el perdón en vosotros hacia las civilizaciones que se propasaron vendría a ser un acto original de creación divina, un mensaje de madurez al cosmos, un factor de liberación para todos y de restauración de un orden interrumpido.


Pregunta: ¿Cuáles son las consecuencias de la falta de perdón?

Hay mucha gente que está enferma de resentimientos, de sentimientos de culpa, de envidias y de odios. Todo ello materializa en sus cuerpos las peores enfermedades, por lo que les decimos que el perdón es terapéutico. Pero recuerden que no podrán enseñar el perdón a la humanidad si no lo incorporan como parte de su estilo personal del vida; si no hacen del perdón su filosofía de vida.

Deben practicar el perdón en lo secreto de vuestro corazón, conociéndose a ustedes mismos, encarando con comprensión su vida y con caridad evaluando lo que ha significado hasta ahora. Deben primero tratar de superar sus propios errores, perdonándose primero a ustedes mismos; sólo así podrán extender este estado de conciencia y esta actitud a otros. Además, no es posible hablar de un perdón cósmico si antes no son capaces de vivir la experiencia del perdón en lo diario y cotidiano, con las personas a las que dicen que más aman. Si lo logran podrán darle con el tiempo una dimensión superior.

Luego del diálogo nos aprestamos a realizar una meditación, un ejercicio mental donde iríamos reconociendo momentos de nuestra historia como seres humanos en medio de la importante saga del Plan Cósmico. Así, partimos desde nuestros orígenes, visualizando el espacio, de manera particular la Constelación de Orión, perdonando a quienes han declarado una guerra psíquica ¾y física¾ a la Humanidad; recorriendo los distintos pasajes de nuestro proceso de crecimiento como civilización, perdonando los errores de los diferentes visitantes que llegaron a nuestro mundo; luego reconoceríamos en la práctica a diversas personas de nuestro entorno que, por alguna razón, nos hicieron daño, o nosotros a ellas, llenando de luz aquellas escenas, sintiendo un infinito amor y comprensión, hasta llegar al momento más importante del trabajo: perdonarnos a nosotros mismos.

Y para sellar el trabajo, sugerí a los muchachos mantralizar la palabra RAHMA, clave activadora de nuestra experiencia de contacto, como un símbolo de renovación de nuestro compromiso, de un “volver a empezar con mayor fuerza”.

En ese preciso momento, en que estábamos vocalizando el “mantran del recuerdo”, apareció una vez más la esfera de luz, con una intensidad increíble. Por alguna razón habíamos abierto los ojos aunque daba igual con la oscuridad reinante descubriendo a nuestra compañía flotando sobre el grupo.

Cerré mis ojos con una sonrisa de satisfacción. Era una “buena señal”.

Entonces se empezaron a escuchar unos pasos, algunos muy evidentes ya que hacían ruido en los numerosos charcos de agua que nos circundaban. En mi mente, veía a pequeñas figuras, como si fuesen niños, de cabeza más grande que el cuerpo, y con unos grandes ojos negros y oblicuos. ¡Eran varios y se nos estaban acercando!

Cuando los vi en mi mente, y escuchaba los pasos cada vez más cerca, una emoción muy grande empezó a apoderarse de mí. Tampoco sé cómo explicarlo, pero sabía quiénes eran, y su sola presencia allí me estremeció por la importancia de este encuentro.

En aquel instante, visualizaba a uno de estos seres, acercarse por detrás, observándome con curiosidad. Vi que estiró su delgado brazo con timidez, con la clara intención de tocarme...

Ahhhh!!!! grité sin poder contenerme cuando sentí que alguien me tocaba el brazo...

Me sentí mal cuando ocurrió esto. Mi súbita reacción invitó a retirada a nuestros visitantes, y con ello pensaba había echado a perder un verdadero encuentro abierto con el grupo. Hasta la esfera de luz se marchó...

También me hallaba desconcertado por mi reacción. A estas alturas del camino, con todas los encuentros que había afrontado con los Guías y la Hermandad Blanca donde aprendí a convivir con ellos y a verles como amigos era extraño que yo me sorprendiera por un simple toque físico en mi brazo. Pero, como me haría comprender más tarde el grupo, esta experiencia, al ser totalmente nueva para nosotros, era natural que nos sorprendiese. Aun más al revelar quiénes eran aquellas juguetonas criaturas que me recordaron la leyenda shuar de los Sunkies y Nunkuies, habitantes del mundo subterráneo y los ríos. A raíz de esta experiencia, decidí bautizar a aquellos escurridizos moradores de las cuevas con el nombre de “Sunkies”.

Y bien. Aquí no había terminado todo: Cuando encendimos la luz de nuestras linternas, con Nimer descubrimos la huella de unos ¡tres dedos en mi brazo derecho!, impresos por el lodo que, al parecer, cubría los delgados dedos del ser que se me acercó. La impresión que tuvimos al constatar la “marca” incluyendo al shuar que se alertó al escuchar las pisadas durante la meditación fue la gota que colmó el vaso. Y no la última. La aproximación de los Sunkies no quedaba allí. Todo recién empezaba a tomar forma.


LOS HIJOS DE GADREEL Y EL REAL TIEMPO DEL UNIVERSO

Fuerte, muy fuerte este viaje reflexionaba en mis adentros, mientras llenaba la olla con el agua de una cascada cercana a El Domo. Nos encontramos en el tercer día dentro de la Cueva de los Tayos: Lunes 12 de agosto.

El grupo estaba entusiasmado; todo se estaba dando y bien sabíamos que lo más importante podría precipitarse esta última noche aunque insisto, ésta era eterna allí en el mundo subterráneo.

Para precisar nuestras conclusiones convenimos en hacer una consulta a los Guías. La respuesta llegó de inmediato:


Pregunta: ¿Dónde y a qué hora será la próxima experiencia?

Ya conocen el lugar del trabajo (refiriéndose al Oratorio de los Caras); será allí donde vieron el tragaluz. Sobre el mismo se posará una de nuestra naves. La hora: 9:00 p.m. Proyectaremos una columna invisible pero palpable de energía, que los envolverá y llevará a la Creación misma del Universo...

Pregunta: ¿Qué ocurrió ayer con aquellos seres?

Sabes quiénes son. Pero deberás aguardar el momento para revelar porqué hoy se muestran abiertamente a la Misión RAHMA. Estás preparado. Ya viste que cuando aquietas tus pensamientos y te dejas guiar todo fluye en perfecta armonía.

Ten presente que la impresión que tuviste con ellos no fue energética, como te ha sucedido las primeras veces con nosotros debido a las radiaciones que emiten nuestros cuerpos. Tu corazón los reconoció, inquietándose; y debes saber que ellos tuvieron la misma sensación al acercarse a ustedes. Son hermanos y no están acostumbrados a verse, y menos a sentirse.

Muy pronto verás la importancia de este gran paso que están dando en representación de toda la humanidad.

(Antarel, 12 agosto 2002)

Este mensaje puso las fichas sobre el tablero. No obstante ahora nos enfrentábamos a una clara insinuación de los Guías para vivir una conexión cósmica con la “Creación del Universo”. Sabíamos que en aquel “momento” del “principio” no existía ni el tiempo ni el espacio, por tanto, era deducible a dónde querían “llevarnos”: Al Real Tiempo del Universo. Curiosamente, Rafael había recibido un mensaje en relación a la Cueva de los Tayos donde el mismo Antarel le diría: “Los esperamos en el tiempo sin tiempo”. Pero: ¿Qué relación existe entre la aparición de los Sunkies, los archivos de la Hermandad Blanca, la existencia de “Amerihel” aquella base de la Confederación próxima a la Cueva y el Tiempo Real? De hecho, teníamos que afrontar la invitación de los Guías para comprenderlo todo.

La invitación había llegado con fuerza, percibiendo todo el grupo los mismos detalles de lugar y hora; incluso los Guías le transmitieron a Daniel una imagen que mostraba a una nave colocándose sobre el Oratorio de los Caras, y el grupo allí abajo, viviendo algo extraordinario.

Ese día guardamos ayuno para estar preparados a las fuertes energías que depositarían en nosotros la semilla del Universo.


El Oratorio de los Caras, o “El Parto”, como también le conocemos, lucía sumamente intrigante. Se percibía una energía muy fuerte cayendo desde el pequeño tragaluz que podíamos distinguir. Eran las 9:00 p.m. y sólo por la mañana esta estrecha abertura gracias a los rayos del Sol crea un efecto de luz cautivante al espectador.

No obstante, a pesar que allí arriba, en la superficie, no había Sol ni Luna, un sospechoso destello asomaba a través de este agujero que nos invitó a detenernos, formando un círculo bajo su atrapante influencia. Y es que lo espectacular no era aquel sutil destello, sino lo que se “sentía” bajo el mismo: Un campo de fuerza que iba más allá de todo lo que conocíamos. Es de notar que quienes encarábamos esta nueva experiencia, ya habíamos enfrentado antes el traspaso Xendra, en diferentes ocasiones, lugares y circunstancias; pero nada se comparaba en intensidad con lo que ahora estábamos viviendo. La energía era tan fuerte, que más de uno pensó que se iba a desmayar, o sencillamente, a “desaparecer”.

Empecé dirigiendo el trabajo, sin tener una idea exacta del “guión” a seguir. Sólo dejé que fluyera todo lo aprendido, envolviendo primero al grupo en luz, y elevando nuestra vibración a través de los mantrans Zin-Uru y Rahma mientras sentíamos y “veíamos” cómo todo cambiaba a nuestro alrededor, o, posiblemente, en nosotros.

De un momento a otro, impactantes imágenes del espacio, constelaciones, estrellas, planetas ¾muchos desconocidos, iban desfilando en esta gran pantalla que no podría precisar si apareció allí o nosotros en ella; sólo puedo decir, al igual que mis compañeros del grupo, que “estábamos allí”, no viendo esto, sino “viviéndolo”.

Mientras esto ocurría, sentimos que algo se sellaba en nosotros, una comprensión del inicio de TODO, una chispa que siempre estuvo en dentro nuestro y que en aquel instante se reveló.

Cuando empecé a redactar este informe, sabía de antemano que al llegar a la narración de esta experiencia, no encontraría las palabras adecuadas para describir con precisión lo que pasó; porque cualquier cosa que pudiésemos transmitir quienes estuvimos allí, siempre será poco. Todo el grupo incluido el shuar que estuvo con nosotros puede dar fe de ello.

Y debo decir que no fue tan fácil.

En el instante mismo de la conexión, una presencia se dejó sentir, un ser de naturaleza tenebrosa que intentaba distraernos del trabajo. Por alguna razón, este personaje se centró en tres de las personas del grupo: Rafael, Carina, y yo.

Mientras esto ocurría, percibía al mismo tiempo la compañía de Antarel, quien me decía ¾y luego me enteraría que hizo exactamente lo mismo con Rafael y Carina que debía enfrentar esta presencia negativa, vencerla, y no perder la conexión con la fuerza que estaban emanando desde una de sus naves que se hallaba “estacionada” sobre el tragaluz.

Así lo hice, enviando amor y luz a esta extraña entidad. Rafael y Carina la enfrentarían de la misma forma, obligando a que esta presencia se retirara definitivamente del lugar.

Un minuto después, sentí que “alguien” me llamaba desde el salón Stanley Hall, próximo al lugar donde nos hallábamos.

A pesar que sentí paz y tranquilidad en esta “invitación” a acercarme, lo pensé dos veces, en primer lugar porque ello involucraba dejar un momento al grupo; y por otro lado me parecía temerario desplazarme a solas en dirección a este gran salón donde la oscuridad es aplastante. Mi linterna solitaria en aquel sector de la Cueva no sería de mucha ayuda.

Y allí intervino nuevamente Antarel, diciéndome: ¿Qué te dice el corazón, Nordac?

Que debo ir... repuse en mis adentros.

En aquel momento, recordaba cómo muchas veces hemos perdido la oportunidad de vivir grandes experiencias para la Misión, por no seguir lo que sentimos y preocuparnos de las formas o de lo que creemos haber aprendido. Cuántas veces nos ha ocurrido que hemos sentido ir a un lugar y no fuimos porque no “encajaba” con la escena que estábamos encarando. Algo que aprendí en el contacto con los Guías es que su psicología es totalmente distinta a la nuestra; ellos toman otros parámetros de evaluación, y miden las cosas desde otro ángulo de vista.

A fin de cuentas: Sabía lo que tenía que hacer.

Nimer continuó con el trabajo, mientras a paso seguro y con la linterna de mi casco encendida me dirigía sin mayor tropiezo al salón Stanley Hall.

Cuando abandoné el Oratorio de los Caras, noté que yo no era el mismo. ¡Algo había pasado conmigo! Y lo más inquietante es que no sabía exactamente qué me ocurría. Era una sensación de estar viviendo en el mismísimo Universo, con una conciencia cósmica y no humana.

Mi impresión fue más grande al llegar a la gran galería: Allí, en donde debería estar el techo, como si fuese la proyección de un teatro o cine, veía las mismas escenas que “viví” en el trabajo con los muchachos. ¡Las veía con los ojos abiertos! Me frotaba los ojos, los abría, y seguían allí las imágenes... Fue tan fuerte y espero que esto no se mal interprete que pensé por un instante que me estaba volviendo loco. ¿De dónde salen estas imágenes? ¿Por qué? me preguntaba desesperadamente.

“Lo que ves no está fuera de ti”... Fue lo que “escuché” como respuesta inmediata a mis cuestionamientos. No era exactamente una voz como me ha ocurrido muchas veces con los mensajes de los Guías; era una “sensación” que comprendía. “Algo” se estaba comunicando conmigo...

“Tu estás proyectando lo que fue sembrado en ti”... Me “hablaba” nuevamente aquello, inquietándome aún más, a pesar que esta comunicación venía acompañada de una energía llena de amor, sólo propia de un verdadero ser de luz.

...Y fue una luz la que aparecería en escena cuando me preguntaba quién era el emisor de esta comunicación: Una pequeña esfera de luz ¾quizá la misma que viera el grupo en El Domo se acercó hacia mi, flotando hasta detenerse a sólo un metro de donde me hallaba parado. Curiosamente, cuando apareció la esfera, las abundantes ratas y los siempre frecuentes y molestosos murciélagos se marcharon.

Entonces, la esfera se empezó a deformar, como si se estuviese alargando, estirándose hacia arriba y abajo al mismo tiempo. Fue impactante observar cómo esta pequeña luz ahora iba adquiriendo una proporción mayor hasta formar una clarísima silueta humanoide, de un 1. 90 m de estatura, delgada, muy similar al ser de luz que me contactara en una experiencia anterior en Cusco, en el complejo de chinkanas de la enigmática Zona X. A cuatro años de aquel encuentro en los Andes ahora me enfrentaba prácticamente a la misma experiencia, sólo que en esta ocasión los guardianes interdimensionales nos permitían observar su forma real, y cómo pueden asumir una apariencia “humana”.

Así, aquella figura que estaba “materializada” frente a mí no pude distinguir si era “hombre” o “mujer” me transmitió una serie de sensaciones que mi mente comprendió con facilidad. Simplemente se estaba comunicando conmigo...

Me “dijo” que ahora tomaba esta apariencia para que fuéramos concientes que ellos muchas veces lo hicieron en los contactos con nosotros, porque si hubiésemos enfrentado desde un principio la apariencia real de su “esencia”, ello nos hubiese desconcertado. Ver el YO SUPERIOR de aquellos seres es de por sí estremecedor; es como ver el reflejo de la propia esencia de uno mismo, porque a fin de cuentas como me dijera la Guardiana de Shasta los seres humanos somos así en realidad: Esferas de Luz.

Aunque este tipo de encuentros no es materia nueva en la Misión y ello lo saben mejor que nadie los grupos de Uruguay y Argentina, que en la Estancia de la Aurora y en el Valle de los Terrones han sido protagonistas de estos fenómenos , este acercamiento era posiblemente uno de los primeros que hablaba abiertamente del significado de estas esferas y su relación con nuestra propia chispa divina que nos conecta con los orígenes de la Creación.

Aquella entidad de luz, que antiguamente tuvo cuerpo físico, y hoy se constituye en uno de los guardianes que protegen el Retiro Interior de la Cueva de los Tayos, me diría que las imágenes del cosmos que me asaltaban era el resultado del trabajo que habíamos hecho en el Oratorio de los Caras, donde se produjo una doble conexión teniendo al grupo como centro. Mientras estábamos siendo expuestos a la energía que la nave de los Guías proyectaba para conectarnos con el origen del Universo y vivir la esencia del “Tiempo sin Tiempo”, desde las entrañas de la Cueva brotaba otra irradiación poderosa de un disco metálico que se custodia en los Tayos, y que nos permitió “absorber” la historia del lugar y su relación con el Plan Cósmico y la Misión RAHMA.

No pude evitar consultar a aquel ser porqué habían elegido esta impresionante forma de entregarnos la información del lugar. Y qué debíamos hacer con ella ahora que la poseíamos.

Me dijo entonces que era tanto el conocimiento a revelarse, que hubiese sido imposible entregarlo al grupo en una sola interacción con ellos; por esta razón convinieron en depositarlo en nosotros para que con el tiempo pudiésemos asimilarlo, comprenderlo, y transmitirlo. Este procedimiento ya había sido puesto en práctica por los Guías y la Hermandad Blanca en otros viajes y experiencias, demostrando su eficacia con el devenir de los acontecimientos. Pero en esta ocasión, pienso que éramos más concientes de todo lo recibido.

Sin embargo allí no quedaba todo: Durante aquella conexión en el Oratorio de los Caras habíamos afrontado algo más que “conocer el Real Tiempo”; lo habíamos vivido, y una partícula de energía pura, similar en naturaleza a la fuerza que precedió las explosiones cósmicas que originaron según la física cuántica el concepto tiempo y espacio y, por consecuencia, la expansión del Universo, había sido depositada también en el grupo. En breve explicaré exactamente dónde y porqué.

Mi mente y mi corazón estaba procesando todo esto cuando sentí presencias detrás de mí, y luego el ser de luz indicarme que mirase en aquella dirección.

Voltee con cautela y allí descubrí a cuatro pequeñas criaturas, que de inmediato se cubrieron sus grandes ojos negros cuando les alumbré con mi linterna. Eran los Sunkies...

Allí, en medio de mi impresión de verles cara a cara, físicamente, el ser de energía que seguía pacientemente mis reacciones, me “transmitió” lo siguiente:

“Les molesta la luz porque no están acostumbrados a ella. Fueron creados para vivir en la oscuridad. Son tan antiguos como ustedes, y nacieron en la Tierra. Sus padres también fueron los mismos...”

En aquel instante comprendí lo que me decía el guardián o guardiana; por alguna razón, como lo explicaba antes, “sabía” quienes eran los Sunkies, y ahora mis intuiciones y la de otros miembros del grupo se veían inquietantemente confirmadas.

Durante el destierro que sufrió en nuestro planeta uno de los siete Ingenieros Genéticos de las Pléyades: Gadreel, por haber saboteado en un inicio el proyecto de creación y adaptación de nuevos seres humanos en base a proto-homínidos, el Elohim abandonado en nuestro mundo en una suerte de prisión subterránea de la cual no saldría hasta que sus compañeros volviesen por él al ver que comprendió su error había “creado” una raza de criaturas, con la intención de enmendar su equivocación al dejarse influenciar por LUG, unos de los Helel o “Resplandecientes” del Universo Mental que rechaza el planteamiento actual del Plan Cósmico y el Proyecto Tierra.

Las criaturas que creó Gadreel, como una iniciativa paralela a la humana, son los “Sunkies”. Al ser estos “creados” para vivir en la oscuridad, no han podido salir a la superficie y mostrarse, ya que son sensibles a la luz.

Los Sunkies me explicaba el ser de luz se encuentran en peligro de extinción al ver sus fuentes de energía contaminadas: los ríos, lagos, bosques, e inclusive el aire, porque lo respiran gracias a ingeniosos conductos de ventilación.

Veía en mi mente en aquel momento cómo el ser humano destruía la naturaleza, de manera particular recuerdo imágenes de detonaciones atómicas en el subsuelo y el fondo marino; por la radiación que emiten, han hecho desaparecer a muchos de los Sunkies que son más susceptibles a los efectos de estas detonaciones que los seres humanos. Son criaturas en extremo frágiles y sensibles, y están desapareciendo.

La importancia de ellos radica en que son los principales moradores del mundo subterráneo, y los conocedores de los caminos secretos a los archivos que protege la Hermandad Blanca. Conviven con los Maestros, por tanto era importante empezar a familiarizarnos con estos seres, para cuando llegue el día en que en representación de la Humanidad penetremos físicamente los Retiros Interiores de la Hermandad Blanca.

Ver a los Sunkies allí expectantes y ellos observándome también con curiosidad produjo en mí una sensación extrañísima. Inolvidable...

Entonces se marcharon rápidamente, moviéndose con agilidad, mientras el ser de luz empezaba a difuminarse, hasta desaparecer...

Cuando salí de la gran galería para encontrarme con mis compañeros, estaba convencido que todo esto era sólo el principio.

Todos nos hallábamos contentos. Habíamos vivido algo extraordinario y éramos concientes de ello.

A los muchachos les ocurrió el mismo fenómeno de “proyectar” imágenes del espacio y otras extrañas donde aparecían figuras geométricas de diversos colores y formas cuando salieron del círculo culminando el trabajo.

Por otra parte, Nimer me comentaba que al observar el destello azulado que emitía el tragaluz, llegó a distinguir tres luces en línea, hecho que le recordó las “Tres Marías” o el Cinturón de la Constelación de Orión. Para mí no era una “casualidad”, teniendo en cuenta que en aquella región del espacio se hallan nuestros orígenes.

Los Guías supieron guiarnos con efectividad cuando vivíamos la conexión. La presencia de Antarel una constante también en los últimos viajes y encuentros fue clara y contundente para todos nosotros, constituyéndose en nuestro principal “asesor” durante la experiencia.

Cuando comenté a los muchachos mi encuentro con la esfera y los Sunkies, el nativo shuar me dijo que en el mismo lugar donde vi las criaturas ellos habían hallado extrañas huellas “no humanas”. La impresión que le causó a José esta incursión a la Cueva de los Tayos, con seguridad absoluta, le cambió la vida.

Daniel nos haría pensar un poco más cuando nos hizo ver que habíamos perdido un lapso de tiempo durante el trabajo. Según nuestros cálculos, nuestra estancia en el Oratorio de los Caras no debía exceder los 30 minutos. Sin embargo, nuestros relojes habían registrado ¡Dos horas de ausencia!

Y por si fuera poco, concatenando todo lo recibido aquella insospechada noche del día 12, comprobamos que manejábamos la misma información, las mismas sensaciones, la misma esencia de todo cuanto había sido reservado para este momento. Juntos, empezamos a armar el rompecabezas, y a darle un primer vistazo a todo lo que nos revelaran los Guías y los Guardianes del Reino Intraterrestre.


AHORA ES EL TIEMPO EN QUE EL TIEMPO ES AHORA

Nunca más acertada la famosa frase del Guía Oxalc, que cobra mayor sentido en esta etapa que vive la Misión RAHMA en que se empieza a conectar los tiempos; el instante mismo en que recordaríamos porqué estamos aquí, qué nos llevó a hallarnos en medio de esta encrucijada cósmica donde cada esfuerzo nuestro tiene consecuencias increíbles tanto en la Tierra como en el Universo entero.

Y pensar que la vida en nuestro planeta pudo desaparecer.

Hace unos 65 millones de años, la Tierra se vio amenazada por impactos cósmicos. Incluso una de estas “cicatrices” se observa hoy en día en la Península del Yucatán, atribuyendo semejante cráter submarino al cuerpo celeste que puso en jaque a los dinosaurios. El planeta se vio peligrosamente afectado y la vida condenada a muerte.

Como recordamos, un grupo de Ingenieros Genéticos, “Sembradores de Vida” y “Arquitectos de Planetas” ¾como denominan los Guías a una avanzada raza extraterrestre de las Pléyades vinieron a nuestro mundo para reparar el daño estelar, viajando al pasado y creando un tiempo alternativo en nuestro mundo, diferente a la dinámica que sigue el Universo, dándonos así una suerte de “segunda oportunidad” o aliento de vida. Luego de ello, procederían a realizar modificaciones genéticas sobre ciertos mamíferos hasta llegar finalmente a un grupo de antropoides de donde saldría el Homo Sapiens: El ser humano.

Hablar que seres físicos de una civilización avanzada extraterrestre puedan modificar la realidad temporal de un planeta entero suena descabellado, pero recordemos que a los seres de las pléyades o Elohim ya se les había asignado misiones delicadas, como la programación genética de Jesús y su respectivo seguimiento. Por poner un ejemplo que involucra a los pleyadianos con el tiempo, echemos una mirada al Protoevangelio de Santiago (Capítulo XVIII), donde se narra el parto cósmico de María, asistida volvamos a recordar por seres de la Pléyades.

Cuando José vuelve a la cueva donde María estaba dando a luz a Jesús: “El Señor del Tiempo”8, contempla estremecido de asombro cómo todo el lugar estaba “detenido”. José veía las aves en el cielo literalmente inmóviles; las ovejas de pastoreo paralizadas y el pastor ; incluso observó unas cabras en la corriente del río que ponían el hocico cerca al agua con actitud de beber, pero todo también estaba detenido. Ni qué decir de la “nube luminosa” posada sobre la Cueva...

Baste este ejemplo para graficar el dominio del tiempo que poseen los pleyadianos ¾o un grupo selecto de esta civilización.

Volviendo al momento en que viajaron al pasado no podemos precisar aún si se trata del mismo grupo de pleyadianos que estuvieron con Jesús; en los Tayos descubrimos que se había instalado una especie de máquina que cumple algún tipo de función con el tiempo “artificial” del planeta. Esta máquina habría sido depositada o quizá construida en nuestro mundo hace 100 millones de años, la fecha que eligieron estos seres antes que ocurriese el gran impacto para crear un futuro diferente.

La máquina, desde luego, está en el mundo subterráneo.

Este ingenio extraterrestre se ubicaba en un principio en el ecuador terrestre; no en vano, tuvimos que viajar a la mitad del mundo y llevar a cabo la expedición a la Cueva de los Tayos para empezar a develar su existencia. No obstante, la máquina ya no se encuentra en esta ubicación geográfica, por cuanto el planeta ha tenido más de un violento cambio de eje. Es decir, la ubicación actual de este “Secreto Supremo”, es la Antártida.

Ello podría explicar la sugerencia de los Guías para realizar viajes a la Patagonia argentina, allí donde las leyendas ubican la perseguida Ciudad de los Césares, que posiblemente guarda una conexión con un misterio de proporciones más gigantescas en el mismísimo polo sur del planeta. ¿Será por ello que durante la segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi intentaba establecer una base de operaciones en la Antártida? ¿Se buscaba algo?

Con los grupos de Bariloche, años atrás, habíamos recibido mensajes que hablaban de un secreto que protegían los Guías en la Antártida, donde incluso la Confederación posee hasta tres bases. Si analizamos el proceso de la Misión, veremos que la presencia de los Hermanos Mayores en el frío continente no es una novedad: en 1986, cuando nuestro hermano Sixto sube por primera vez a una nave en el desierto de Chilca, el Guía Oxalc le dice que “venían de la Antártida”, y que “volverían allí una vez culminada la experiencia”.

Lo que podríamos denominar como “La Máquina del Tiempo” existe, y está en el sur del planeta; se trataría de una “tecnología viviente” que cumplirá alguna función de marcada importancia cuando se produzca la conexión cósmica entre nuestro Sol y el Sol Central de la galaxia.

Ahora teníamos una pieza más en el rompecabezas, y si bien es cierto el panorama se mostraba con mayor claridad, nuevas preguntas aparecían.

El viaje a la Cueva de los Tayos también confirmó la existencia de otro de los 12 discos que, “atados” energéticamente al Disco Solar del Paititi, formarían una red de luz que sostendría al planeta vibratoriamente en el preciso momento en que se produzca el salto dimensional. Así, ahora reuníamos en la lista ocho de los doce discos que se reparten en toda América:

Monte Shasta, California.
Ciudad Blanca, Honduras.
Cueva de los Tayos, Ecuador.
Guatavita, Colombia.
Lago Titicaca, Bolivia.
Atacama, Chile.
Talampaya, Argentina.
Roncador, Brasil.

Tenemos claros indicios que apuntan a la ubicación de dos discos más en México y Venezuela, pero esperaremos a que se confirmen los lugares a visitar con pautas concretas de los Guías y confirmaciones de respaldo.

Estos discos fueron construidos por mentes extraterrestres para entregárselos a elevados sacerdotes de culturas antiguas. Luego, con el último cataclismo global que afectó al planeta hace unos 12.000 años a raíz de la destrucción de Atlantis los discos serían escondidos en el mundo subterráneo.

La Cueva de los Tayos es parte de esta red de túneles de origen natural pero acondicionados por tecnología extraterrestre en un remoto pasado. Muchas de estas perforaciones en el interior del planeta con tecnología alienígena se deben a la investigación mineral y de metales por parte de estos seres. No es casualidad que la zona donde se ubica la Cueva la Cordillera del Cóndor sea rica en minerales y petróleo.

Estos túneles fueron aprovechados posteriormente por culturas antediluvianas que vieron en las oquedades de la Tierra su único refugio.

Desde luego, aquellos sobrevivientes no eran los primeros en afincarse un largo tiempo allí. Otros hombres los precedieron, aunque en verdad habían establecido sus ciudades en la superficie. Parte de estas construcciones podrían haber sido arrastradas a las entrañas de la tierra cuando se produjo el último cataclismo. Y es muy factible, porque en el sistema de túneles de los Tayos hallamos clarísimas señales de hundimientos, bloques de piedra evidentemente artificiales estrellados en el suelo y pasillos inclinados. Eran los restos de una civilización muy antigua. Estas culturas desaparecidas fueron las autoras de las famosas planchas metálicas que descubriera Moricz.

Y bien, la conexión que guardan estas cuevas del Ecuador con el tema del tiempo se basa en que fueron visitadas inicialmente por siete seres de las pléyades. En los Tayos recibimos que quien encabezaba el equipo de científicos extraterrestres se llamaba Amerihel, de allí el nombre de la base de la Confederación en honor a este visitante en un nuevo informe diremos cuál fue exactamente su misión¾. Concretamente fue Carina quien captó esta información, que añadía un elemento más a esta “historia” que empezábamos a armar.

El factor que lo une todo es el tiempo. Lo fue en un principio, y así culminará.

En la experiencia con el Tiempo Real en la Cueva de los Tayos comprendimos que efectivamente el tiempo no existe. Como dicen los Guías, es tan sólo una forma mental que procura medir el tránsito de los acontecimientos.

Antiguamente la medición del tiempo solía basarse en el día el tiempo que tarda la Tierra en rodar sobre su propio eje, pero como esta rotación es irregular, se sugirió aplicar otra medida de tiempo en 1956 basándose en el año o la longitud de la órbita anual del planeta alrededor del Sol. Y finalmente atención a esto, en 1967 se volvió a definir la medición del tiempo en relación con la vibración de una longitud de onda que provenía de un elemento muy especial dentro de nuestros grupos de contacto: El Cesio9.

Y por supuesto que esto no es casualidad.

En la conexión con el Tiempo Real sentimos que nuestros Cristales de Cesio fueron “transformados”, y tal como anunciaran los Guías, se había depositado en nosotros una energía similar en naturaleza a la que precedió el inicio del Universo. El lugar adecuado para “depositar” aquella semilla que nos conecta y activa con el Tiempo Real no podría ser otra cosa que los Cristales de Cesio, que ahora empezaban a develar una función hasta ahora ignorada por nosotros. Aunque investigando un poco, encontramos indicios sugerentes:

En el boletín número 31 de Proyecto ECIS8 se esgrime que los Cristales de Cesio se reciben como pirámides de base triangular y no cuadrada. Si esto es así, al entrelazarse en el astral de la persona que los recibió, se formaría una estrella tetraédrica, una estrella de seis puntas con dos tetraedros que constituyen uno de los sólidos platónicos o figuras geométricas perfectas. Un investigador catalán de la mecánica cuántica ya ha sugerido que esta estrella tetraédrica es la “única forma geométrica que anula el espacio-tiempo”. Y esta forma geométrica es la que, precisamente, tenemos activada astralmente en nuestro pecho.

Los cabalistas asocian la estrella tetraédrica a la apariencia divina de un vehículo cósmico que puede conectar al ser humano con el Universo; le denominan “Merkabah”, y esta forma se repite, por si fuera poco, dentro de nuestro organismo. Por ejemplo, nuestras células forman estrellas tetraédricas durante el proceso de la mitosis.

Entonces los Cristales de Cesio serían la llave que conecta al caminante RAHMA con el Tiempo Real del Universo. Por ello los Guías exigían que quienes viajaran a la Cueva de los Tayos “contaran con la iniciación de los Cristales de Cesio”. Obviamente ellos sabían lo que ocurriría en el Oratorio de los Caras.

Para pensar un poco más en esto, cito a continuación un extracto del mensaje que recibiera Sixto Paz en Ecuador, el pasado 10 de noviembre del 2001. Como se podrá ver, los Hermanos Mayores ya empezaban a esbozar una función “adicional” de los cristales:


“...En cuanto a lo que nos preguntan sobre si hay un punto de conexión en vuestro cuerpo con el Real Tiempo del Universo, les diremos que ciertamente esto es así, y se encuentra ligeramente por encima de vuestro plexo solar (Esternón). Por ello se les ha hecho entrega de los Cristales de Cesio, que les ayuda a aumentar la predisposición para el tránsito dimensional, aprovechando la esencia de las energías del Sol Central y canalizando la mutación de vuestro código genético; todo con miras a la apertura del puente de conexión entre los tiempos y las cristificación de la Humanidad...”
(Sampiac).


El viaje a la Cueva de los Tayos había cumplido un importante objetivo: No sólo tuvimos un acercamiento importante y directo con los guardianes del lugar, comprendiendo la historia de este enclave y su importancia para la Misión; además, habíamos dado un paso más en nombre de todos para vivir y sentir el Real Tiempo del Universo.

No es la primera experiencia que nos conduce a ello como movimiento de contacto. Y tampoco la última. Bien sabemos que todo lo que vivimos en el mundo subterráneo es sólo un esfuerzo más por llegar juntos al momento más importante y trascendental, el objetivo último del peregrino de la Luz: Preparar el camino para el Retorno del Señor del Tiempo...


EPÍLOGO

EN LA SUPERFICIE


VER NUEVAMENTE LOS RAYOS DEL SOL, aquella mañana del 13 de agosto, parecía un sueño. Pero allí estábamos, subiendo nuevamente por el túnel vertical ayudados de una soga y nuestros amigos shuaras tirando con fuerza 63 metros arriba. Como es de suponer, el esfuerzo era mayor, no sólo para quienes jalaban, sino para nosotros que además del cabo que nos sujetaba, había una segunda soga que utilizábamos para subir con la fuerza de nuestros brazos; así le aliviábamos a los shuaras tener que cargar con todo el peso.

Lo interesante fue cuando llegó el turno de Nimer, a quien dejamos al final debido a su corpulencia para que todo el grupo pudiese ayudar arriba jalando el cabo. ¡Nuestro amigo sí que pesaba! Sacarlo de aquellas profundidades fue toda una experiencia. Una vez en la superficie, entre bromas y risas celebramos nuestro “nacimiento”. Salir con esfuerzo de la oscuridad de los túneles, donde permanecimos tres noches, y enfrentarnos ahora al día, fue en extremo alucinante. Nos sentíamos renovados. Como si hubiésemos nacido a una “segunda vida”.

Al llegar a Coangos, José nos pidió que ayudáramos a su mujer que se hallaba enferma. Esta actitud de confianza en nosotros no es usual para extraños, y de inmediato procuramos retribuirla visitando a su pareja que se encontraba convaleciente por una infección. Daniel y yo la envolvimos en luz, aplicando todo lo que los Guías nos habían enseñado en estos años de contacto.

José y su mujer se mostraron más calmados y complacidos.

Una vez que nos despedimos con un fuerte abrazo, nos pusimos las mochilas al hombro para seguir el sendero aun con lodo que nos llevaría a La Unión e inmediatamente a Yuquiansa.

Dos días más tarde llegaríamos al terminal terrestre de Quito, donde fuimos recibidos por Daysi y Ricardo. El entusiasmo era general.

Una vez que degustamos un poderoso desayuno en casa de Rafael, Daysi nos comentaría la expectativa de los medios de comunicación ante nuestro regreso, estimulada a raíz de un avistamiento OVNI que ocurrió en los cielos de Quito el mismísimo día 8, la fecha que habían anunciado los Guías (!). La noticia fue cubierta por los medios de comunicación al ser alertados por las constantes llamadas telefónicas de la población.

Así, tuvimos nuevas entrevistas en radio y TV, una de ellas en el conocido programa “La Televisión”, de ECUAVISA, que se transmite los domingos a nivel nacional y en horario estelar. En aquel reportaje que nos realizaron en las lagunas de Mojanda pude exponer nuestro viaje a la Cueva de los Tayos, generando gran interés en el público.

Al día siguiente, nos reuniríamos en casa de nuestros queridos amigos Germán y “La Pali” hermana de Daniel, para meditar en grupo y consultar a los Guías cuál era el balance que ellos hacían del viaje.

El ambiente se cargó de una fuerte energía, y la respuesta de los Guías fue clara y concreta, enviando cinco mensajes en simultáneo que coincidían espectacularmente en su mensaje. Un detalle resaltante, es que uno de los antenas fue Nimer, quien nunca antes lleva más de 25 años en la Misión había recibido una comunicación psicográfica.

A continuación extractos de los mensajes recibidos:

“Evaluamos a cada instante al grupo, midiendo su preparación y compromiso, el mismo que ha permitido entregarles lo que estaba previsto en este viaje que los llevó al interior de la Cueva de los Tayos, aperturando la puerta definitiva hacia el conocimiento que yace en lo profundo de las cavernas y que ahora es parte de ustedes, por cuanto hemos grabado información en cada uno. En el momento en que la activen comprenderán su origen cósmico, y cómo diferentes humanidades llegaron a su mundo, así como el surgimiento de avanzadas civilizaciones que han dado paso a lo que ahora son: Seres Cósmicos. Todo este despertar será pronto en su tiempo. Notarán cambios en sus vidas, ya que la preparación se acelera”. (Antarel y Oxalc).


“La luz prevalece siempre ante la oscuridad, por más pequeño que fuese su destello. Y en verdad, vuestro destello fue grande en la Cueva de los Tayos cuando unieron vuestras mentes y espíritus en el compromiso supremo con la Misión, el enlace con la fuerzas superiores que envuelven todo el Universo.

Cumplieron exitosamente vuestra labor en la Cueva de los Tayos. Supieron enfrentar con madurez y responsabilidad las experiencias programadas, a pesar que no estaban familiarizados con las mismas. Todo, ha sido concretado tal como lo preveíamos. Con ello, han abierto una puerta de insondable trascendencia para la Misión toda. Y vuestra experiencia en los Tayos no sólo abrirá puertas selladas en la mente de los hermanos, sino cerraduras secretas en el corazón”. (Joaquín).

“Sí, como ustedes saben, en el viaje a la Cueva de los Tayos cumplieron con el objetivo fundamental de sellar esta etapa en la recepción del Libro de los de las Vestiduras Blancas, mas sepan que deberán estar bien preparados para asistir a nuevos encuentros con nosotros, la Hermandad Blanca, y así, con mas piezas de información, seguir armando los capítulos de la historia que les pertenece: La verdadera historia de vuestra humanidad.
Ya saben que les apoyamos y lo seguiremos haciendo. Confíen y cumplan con el compromiso que ya han asumido y que formularon allí, en el principio de sus conciencias”. (Joaquín y Antarel).

“Desde ya les decimos que han superado ampliamente lo que se debía realizar en la Cueva de los Tayos. Los objetivos han sido cumplidos y por el desempeño alcanzado el Consejo ha decidido depositar en ustedes información que les servirá para comprender cuál es realmente vuestro origen.
Han intuido, visto y comprendido que así como hay diversidad en la Creación, fuera de vuestro planeta, así también existe dentro de los retiros interiores.
Hermanos de la Misión: aprestaos para iniciar esta nueva etapa, en donde tendrán que poner en práctica todo lo que han aprendido, toda la experiencia acumulada. Pues hermanos les decimos que es la hora anunciada”. (Antarel).


La sensación que quedó en el ambiente luego de la recepción de los mensajes fue de un amor profundo; tan especial era esta “atmósfera”, que nadie quería retirarse de casa; sólo deseábamos compartir nuestras impresiones durante la recepción y comentar los momentos más especiales de nuestro viaje.

Luego de aquella estancia en Quito viajé a Guayaquil, por invitación del Centro Holístico, una organización que sigue las enseñanzas de la Fundación Cayce de EE.UU. Allí fui entrevistado para el noticiario de la cadena internacional TELEMUNDO y nuevamente para un magazín de ECUAVISA. Las puertas se seguían abriendo y la noticia de nuestra expedición estaba en boca de todo el mundo.

En Guayaquil me entrevisté con el Dr. Gerardo Peña Matheus, abogado de Juan Moricz que formó parte de la primera expedición oficial a la Cueva de los Tayos en 1969.

Cuando me recibió en su despacho, abarrotado de libros antiguos, me dijo a boca de jarro:

¿Entonces Ud. es un investigador?

No le dije. Escribo y comparto en mis conferencias los encuentros que he tenido con los seres del mundo subterráneo.

Entonces frunció el seño y me dijo: “¿Qué quiere decir con eso?”

Luego de responder su gesto con una sonrisa, compartí con él los viajes que hiciera a Paititi, y el encuentro con Alcir en 1996, así como la historia y mensaje de estas civilizaciones intraterrestres que, con tanto amor, nos han permitido conocer todo este misterio.

¿Sabe algo? me dijo reflexivo y evidentemente emocionado; Ud. es la primera persona que conozco después de Juan (refiriéndose a Moricz) en haber tenido un encuentro con los “Taltos”.

¿Quiénes son los Taltos? pregunté.

Con Juan nunca quisimos hablar abiertamente de ello habló con voz calmada; ya lo creían loco cuando sólo mencionaba las Cuevas... Pero Juan tuvo un encuentro con los moradores de los Tayos; ellos le permitieron ver la biblioteca metálica.

Entonces se dirigió a su biblioteca y vino con un diccionario de Magiar-Castellano.

En Magiar, el idioma ancestral de Hungría, la palabra “Talto” se puede traducir al castellano como “Ser Superior” explicaba.

¿Y cómo eran estos seres superiores? ¿Son los únicos guardianes del lugar? inquirí.

Según Juan habían tres tipos de guardianes: Los de “superficie”, que serían los shuaras; luego tienes a los guardianes del mundo intraterrestre, que son unos seres pequeños, que cierran las puertas de acceso a las salas donde viven los “Taltos”, que son hombres altísimos, los custodios de la biblioteca metálica.

La afirmación del Dr. Peña me estremeció, por cuanto confirmaba todo lo que habíamos vivido en la Cueva de los Tayos.

Me dijo que los Taltos tenían la facultad de corporizarse como figuras de luz, y que Moricz había sido contactado en repetidas ocasiones de esta forma...

Hablamos toda una mañana en su oficina. Y la emoción de Peña fue tan grande al conocer detalles de nuestra experiencia, que decidió dar a conocer en un futuro todos los archivos que posee sobre el descubrimiento de los túneles. El viejo amigo de Moricz tiene documentos y fotografías del inicio de toda esta aventura que vi personalmente que revelan detalles inéditos de cómo se halló la Cueva de los Tayos.

Siempre le dije a Juan que escribiera un libro sobre esto me decía mientras me mostraba un plano que detallaba el laberinto intraterrestre de los Tayos y fotografías de las galerías en blanco y negro; pero él, terco, se negaba, hasta que lo sorprendió un infarto en 1991, y allí quedó todo... Desde entonces, he guardado como su amigo y abogado todo esto que ves, esperando algún día publicarlo. Y ahora que te escucho, siento que ha llegado el momento de dar a conocer nuestra historia...

Ver que nuestra experiencia en los Tayos había “destapado” el archivo del Dr. Peña era por demás gratificante, e impensable. Personalmente, me comprometí en ayudarle en todo lo que hiciese falta para que su libro viese la luz. Le sugerí que estuviese en contacto con Rafael Calderón, y que cuando tuviese el texto escrito me lo haga llegar para tentar su publicación en una editorial de España.

En verdad, nunca nos imaginamos la repercusión que podría tener nuestra expedición...

En nombre de todo el equipo de viaje a la Cueva de los Tayos quienes me ayudaron con sus aportes y observaciones para concretar este informe, comparto con mis hermanos de la Misión este nuevo paso que hemos dado por el cumplimiento de los objetivos en representación de todos.

Pero no cantemos victoria. Como ya explicaron los Guías, es sólo un etapa más que se concluye. Aun en Sudamérica aguardan otros lugares para ser conectados y develar su secreto. En los Tayos se nos dijo cuál es el próximo punto y cuándo la Misión debería partir allí: La Sierra del Roncador en el 2004. Hay tiempo para prepararse...

Con amor en la luz,

Ricardo González y Grupo de Viaje TAYOS 2002

1 Esta palabra fue revelada por Thot el Atlante conocido también como Hermes Trismegisto en las Tablas de Esmeralda.
2 En 1904, el geólogo norteamericano J.C. Brown, descubrió un túnel que se adentraba en Monte Shasta. En su exploración, Brown halló una recámara con esqueletos humanos que llegaban a medir 10 pies (tres metros) de estatura. (Enlace Cósmico 16, Proyecto ECIS).
3 Investigando sobre el tema, nos topamos con que en 1931 el Doctor M. Doreal afirmó haber llegado al interior de Monte Shasta gracias a un túnel abierto en una zona secreta ¿el mismo que encontrara J.C. Brown?. Una vez dentro, Doreal observó una ciudad de aspecto maya en perfecto estado de conservación, e incluso se topó con unos hombres extraños poseedores de extraordinarias facultades psíquicas. Otro punto interesante que hallamos fue una conocida leyenda Hopi, que menciona a unos dioses extraterrestres llamados katchinas, provenientes de la Pléyades, rescatando a un pueblo que se estaba hundiendo en las aguas del Pacífico. El mundo perdido es denominado Kasskara, y los ancianos Hopi sostienen que los katchinas rescataron a este pueblo en “naves voladoras”, siendo trasladados a América. Los Hopi afincados actualmente en una reserva de Arizona afirman ser sus descendientes.
4 Bibliografía: Investigación realizada por Proyecto ECIS Internacional (Boletín Enlace Cósmico 33); informes de las expediciones de mayo/agosto 1993; informe expedición agosto 2000; Archivo de prensa Grupo RAHMA Ecuador; Documentos sobre la Cueva de los Tayos (Dr. Gerardo Peña Matheus).
5 Las Cuevas de los Tayos: Resumen de la Monografía de la Expedición Científica Ecuatoriano-Británica, realizada en julio y agosto de 1976. Ing. F. Sampedro V., Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1977.

6 El espeleólogo argentino Julio Goyen Aguado ¾presente en las primeras expediciones a la Cueva de los Tayos, incluyendo la incursión ecuatoriano-británica sostenía que la expedición de 1976 fue financiada por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que aludía Moricz recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta Joseph Smith de manos del ángel Moroni. Teniendo en cuenta que leyendas mormonas apuntan a que los citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar de la cordillera de los Andes, es curioso notar que la zona donde se ubica la Cueva de los Tayos se denomina “Morona”, similar al nombre del “enviado” que contactara a Smith. Sea como sea, Aguayo ya fallecido sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente interesada en encontrar la biblioteca metálica. Neil Armstrong, y recordemos bien esto, también era masón. El tema de la biblioteca metálica ha atraído a muchos buscadores, despistando a quienes se embarcaban en esta odisea del verdadero secreto del mundo subterráneo.
7 Perdón (Páginas 131 y 132), Mensajeros del Cosmos: Una Puerta Hacia las Estrellas, Sixto Paz Wells, Errepar, Buenos Aires, 1999.
8 Jesús nació el año siete antes del denominado “Año Cero” en medio de una interesante alineación planetaria donde Júpiter el Instructor se encontraba con Saturno Kronos, o el Tiempo, convirtiendo de esta manera a Cristo en “El Instructor o Señor del Tiempo”.
9 Nuevo Diccionario de Astronomía, Editorial Océano, Barcelona, versión 2002 actualizada.
8 Enlace Cósmico, boletín 31: “Geometría Divina” (mayo 2002), Proyecto ECIS


Para saber sobre Ricardo González ver:



Documental del cadena Infinito -Argentina -Cueva de los Tayos





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