4 de mayo de 2009

Coclé - La Pompeya Americana

Hoy Crónica Subterránea, invita a sumergirse en el estudio de una cultura americana olvidada. Hablamos de la cultura panameña Coclé. Su existencia salió a la luz, en los primeros decenios del siglo pasado, y aunque su relevancia no opaca a las siempre altas civilizaciones que otrora reinaron en este continente, su historia cuenta con datos más que sugerentes, en el siempre intrincado rompecabezas cultural y arqueológico, que son una constante en el pasado de América.

Coclé fue descubierta por un estudioso norteamericano, Alpheus Hyatt Verrill, 1871-1954, quién contaba con un extenso currículum. Hijo de un reputado zoólogo, Verrill, además de arqueología incursionó en la literatura, destacándose también como inventor. Consagró casi toda su vida al estudio de las antiguas civilizaciones americanas, profundizando en algunos de sus misterios.

Veremos como Verrill al referirse a Coclé, se muestra intrigado, no solo por la repentina desaparición de esta cultura, sino además por sus curiosas construcciones ciclopéas, a la cual no encuentra explicación normal. También refiere sobre ciertas anomalías, que son una constante al tratarse de estas culturas americanas, y que en este blog ya hicimos mención en más de una oportunidad.

La cultura Coclé destaca además, por sus fabulosos trabajos en oro, y una extraña rareza en artesanía donde se ve una extraña máquina, semejante a las excavadoras modernas, y que explicaría el porque de aquellas curiosas construcciones ciclopéas que tanto intrigaron al norteamericano[1]



LA POMPEYA AMERICANA




Si conociéramos los relatos de estas civilizaciones pretéritas, sin duda encontraríamos las historias más románticas y trágicas. Desgraciadamente, estos relatos yacen, por lo general, sepultados junto con los pobladores que hace tanto desaparecieron, sólo nos llegan de aquí y allá informaciones que nos permiten conjeturar su destino. Este es el caso de la cultura de Coclé, la cual descubrí en 1924 en Panamá.

Es preciso que no me refiera a ella como a una "cultura", pues supera tanto a las otras, que es lógico considerarla como una civilización. Mientras en muchos aspectos es totalmente diferente a otras culturas americanas, en otros en cambio, muestra notable y sorprendente similitud con culturas y civilizaciones tales como la nicoya, maya y pre-incaica. Aunque nada definitivo se conozca de su historia y época (salvo lo que podamos conjeturar por los objetos y utensilios descubiertos y por el estudio de los vestigios), hay buenas razones para considerarla como la más antigua de las culturas avanzadas en América del Sud y América Central.


La presunción se basa en parte por las alteraciones sufridas por muchas de las obras en piedra; en parte por el espesor de los depósitos aluviales y de otras clases que fueron acumulándose hasta que la cultura se perdió; y en parte por el hecho de que muchos de los restos han sido cubiertos por cenizas provenientes de un volcán cercano. Geológicamente, este volcán nos da una prueba concluyente y una acertada idea del tiempo que transcurrió desde su última erupción, Dejando de lado la cuestión de la alteración de la diorita y de otras rocas de esta localidad (asunto todavía no esclarecido), tenemos la evidencia de su gran antigüedad por los depósitos aluviales y de otra clase. Se han acumulado de cuatro doce pies de tierra desde que el lugar fué abandonado por esta ignota y culta raza que sólo nos dejó estos elocuentes y mudos testigos. No es posible justipreciar el depósito anual, pero sea cual fuere, el espesor del aluvión es tal, que probablemente han transcurrido muchísimos años desde que este pueblo prehistórico adorara y ofreciera" por última vez sacrificios a sus destronados ídolos.

Sabemos, por de pronto, que este lugar no fué ocupado desde la llegada de los europeos; de aquí que la capa superficial de légamo que cubre los fragmentos de vasijas y otros objetos, represente los residuos de por lo menos los últimos cuatrocientos años. La capa humífera proveniente de la acumulación de residuos vegetales, ha de haber sido parcialmente incinerada, por quemazones de la maleza y matorrales; y habiendo perdido así su cohesión, debió ser arrastrada por las lluvias torrenciales. Pero aunque se admita que la mitad haya sido anualmente destruída y arrastrada, la acumulación no, deberá haber pasado de dos o tres pulgadas por siglo. Según este calculo se requerirían cuatrocientos años para cada pie de tierra. Una acumulación de diez pies, indicaría que habrían pasado cuatro mil años desde que fueron erigidos los primeros monumentos. He dicho "primeros" porque es evidente que el lugar ha Sido ocupado y empleado durante centenares y quizá millares de años, puesto que en muchos sitios hay restos enterrados a doble profundidad que otros, en tanto que algunos están a ras de tierra. Pero en todos los casos se han acumulado sobre ellos varios pies de tierra.





El distrito donde estos restos fueron hallados y donde yo hice excavaciones durante seis meses, es una llanura horizontal de aluvión, que se extiende entre la costa del Pacífico y las montañas, surcada por muchas corrientes y ríos, e interrumpida ocasionalmente por colinas o cerros bajos. Exceptuando las tierras bajas ribereñas, son tierras completamente estériles e inadecuadas para la agricultura. Uno se sorprende de que este territorio haya sido tan densamente poblado, ya que los pobladores prehistóricos de esta región, eran, sin lugar a dudas, preeminentemente agricultores. La única explicación parece ser que en los días en que esta raza vivió aquí, debió tratarse de una región fértil, la que la "tufa" y las cenizas volcánicas transformaron en tierra estéril y desierta. Hay motivos que abonan esta teoría. Subiendo por sobre las llanuras hasta el pie de las cordilleras, está el volcán Guacamayo. El cráter derribado conserva todavía su forma primitiva y está chamuscado; la montaña aún atruena, humea y arroja agua caliente por sus fumarolas, y en una gran extensión de la llanura hay una capa de cenizas volcánicas no descompuesta del todo como para formar base sólida. Durante la estación de las lluvias toda la región comprendida entre la costa y el pie de los cerros, se transforma en un verdadero pantano; las corrientes inundan las orillas y anegan el llano. En los meses de sequía, las llanuras se resecan, las corrientes desaparecen o se sumergen en pozos de barro, la escasa vegetación se marchita, y todo ello se transforma a la postre en un desierto retostado.



Mi aserto de que esta región estuvo alguna vez habitada. por una numerosa y bullente población, se funda en muchos motivos: 1º) en la enorme cantidad de tumbas, monumentos ceremoniales, emplazamientos de aldeas y terraplenes; 2º) por el increíble número de fragmentos de alfarería, piedra y otros objetos, desparramados en una gran extensión; 3º) por la gran cantidad y tamaño de las estelas, monumentos e ídolos, que sólo han podido ser trasladados y erigidos por millares de manos trabajando conjuntamente. Finalmente se han encontrado restos de esta cultura sobre una superficie aproximada de quinientas millas cuadradas. Pero con ello no quiero afirmar que cada milla cuadrada de esta superficie este cubierta con restos, sino que en algunas partes los encontramos muy distanciados entre sí, y en otros lugares amontonados sobre centenares de acres. Entre los restos hay utensilios de cocina, pilotajes abandonados, terraplenes y emplazamientos de tumbas, templos y aldeas. En algunos lugares sobre las riberas de ciertos ríos, los vestigios de poblaciones se extienden a lo largo de millas y las capas con objetos abandonados de piedra y barro, se acumulan en una profundidad de cinco a veinte pies. En otros lugares las tumbas son tan numerosas que resulta prácticamente imposible cavar en cualquier parte sin descubrir un sepulcro, y esto a través de una superficie de muchos acres.


Los monumentos de piedra levantados para las ceremonias, son numerosos; hay centenares de terraplenes bajos y redondeados llenos de utensilios de alfarería y piedra, que probablemente en otro tiempo fueron cimiento de templos u otras construcciones. Pero el lugar que ha producido la mayor cantidad de restos, los más finos y asombrosos objetos, y que ha sido el núcleo de la cultura misma, es un inmenso templo o Jugar de ceremonias que bien podríamos llamar "El templo de los mil ídolos". Los restos de este enorme y prehistórico lugar de culto, cubren una llanura entre dos ríos con una superficie de más de un centenar de acres; mas sólo una pequeña parte -alrededor de diez acres- ha sido desmontada de vegetación y parcialmente excavada. Esta parte es sin embargo la más importante del conjunte, ya que probablemente fué el centro y lugar más sagrado.


Aunque cuando visité el lugar por primera vez estaba cubierto por un denso y espinoso matorral y sólo eran visibles aquí y allá los topes de las columnas de piedra, al desbrozar la maleza, las excavaciones preliminares pronto revelaron la disposición y detalles del mismo. De norte a sud y de este a oeste, se ven hileras de inmensos monumentos en piedra tallada a mano, o columnas fálicas, colocadas en un rectángulo casi perfecto. En la hilera del norte había treinta y uno de ellos, entre los cuales mediaba .un espacio de ocho a doce pies, y extendidos en línea recta de este a oeste. A un centenar de pies más allá, tanto al este como al sud, dos inmensas columnas de basalto de más o menos quince pies de altura, y alrededor de treinta pulgadas de base; ambas deterioradas y caídas a un costado. A una distancia de ciento cincuenta pies al sud de éstas y corriendo de norte a sud, conté veintisiete columnas. Doscientos cincuenta pies al sud de éstas y directamente en línea con ellas, otras dos enormes columnas parecidas a las que ya he mencionado. Trescientos pies al oeste de ellas, existía una línea en semicírculo de veinticinco columnas menores, Trescientos pies al norte de ellas y a una distancia de trescientos cincuenta pies desde la primera hilera de treinta y una columnas, conté otras veintiuna, corriendo de norte a sud. Así las tres hileras de monumentos de piedra con los dos grupos en los rincones, formaban un rectángulo con una superficie aproximada de trescientos por setecientos pies". Era un patio circundado por las grandes columnas fálicas trabajadas en duro basalto; muchas de ellas sumamente esculpidas, las que en otros tiempos debieron estar pintadas con alegres colores, ya que todavía presentan visibles manchas. Esto en sí mismo denota una sorprendente cultura, y habla elocuentemente del hercúleo trabajo de aquellos habitantes prehistóricos que cortaron, tallaron, transportaron y erigieron estos pesados monolitos. Pero a medida que el trabajo adelantaba y se practicaban nuevos hallazgos, aumentaban las maravillas del lugar. Ya en sí mismas las columnas eran asombrosas. Muchas de ellas alcanzaban de quince a veinte pies de altura por dieciséis a treinta pulgadas de base; cortadas y conformadas con pie de forma rectangular, octogonal, pentagonal, cilíndrica o elíptica; algunas de ellas cubiertas con esculturas simbólicas y glifos que parecen ser caracteres de significación desconocida.


¿ EXCAVADORA O ANIMAL MÍTICO?


Pero en las proximidades de este lugar, no se encuentra piedra de esta clase. Según revelan las últimas investigaciones, hay una cantera en un cerro ubicado a muchas millas de distancia en la margen opuesta de un anchuroso río. Parece algo más que un acto sobrehumano la extracción y el corte de estas piedras -aunque tuvieran los clivajes naturales de basalto-, el transportarlas por tierra a través de muchas millas de distancia, y el haberlas pasado a través de la corriente. Realizarlo con los mismos fines pero valiéndose de los equipos modernos, no hubiera sido empresa fácil aún empleando varios meses de trabajo. Sin embargo, la gente prehistórica que preparó y arrastró las inmensas columnas a este gran lugar de culto, sólo contaba con sus propias manos, con cuerdas, quizás con rodillos y con las más toscas herramientas. Aunque trabajaran y se sacrificaran centenares de obreros deben de haber sido necesarios años, décadas o quizás siglos para transportar desde la distante cantera hasta el templo, los centenares de monolitos con varias toneladas de peso cada uno de ellos. Uno se maravilla de la sublimidad de aquella fe, de la sinceridad, de la creencia en los dioses; fe que guió y mantuvo firme a esa raza para el cumplimiento de esta tarea mes tras mes y año tras año, hasta culminar con la total edificación del templo.

En ocasiones su esfuerzo tiene que haberles parecido desesperado. Cantidad de las columnas más finas se resquebrajaron y destrozaron al ser trasladadas, y todavía las encontramos tal cual las dejaron abandonadas por el camino. Después que las piedras más grandes llegaron intactas a su destino, recién comenzó la obra. Aun las menores columnas son tan pesadas que ocho o diez de mis más robustos peones encontraron difícil el alzarlas o moverlas; de modo que nosotros no concebimos cómo o de qué medios se sirvieron los ya olvidados constructores del templo para levantar estos inmensos monolitos en posición perpendicular, colocarlos en línea recta y tan firmemente plantados, que aún permanecen en pie.


Aún son más notables, interesantes y testigos mudos de este inexplicable trabajo, las incontables imágenes de piedra que han salido a la luz del día mediante las excavaciones. Estas, como las columnas, aparecen ordenadas en filas regulares de norte a sud, y en todos los casos con las caras mirando al este. Al este del grupo de veintisiete columnas, había dos hileras de estas imágenes de piedra. Seis pies al oeste de la misma hilera de columnas, existía una segunda línea de ídolos que en su mayoría eran zoomorfos. Seis pies al oeste de ellos otra fila de ídolos representando figuras humanas. Treinta pies al oeste de éstos, otra hilera de figuras humanas, y seis pies al oeste de ellas una nueva línea con figuras zoomorfas. Es claro que originalmente los ídolos han de haber estado colocados a distancias iguales entre sí (cada seis pies) pero al correr de los años muchos han de haberse destruído, otros se han derrumbado a uno y otro lado, no pocos deben de haberse quebrado y sus fragmentos se han esparcido, en tanto que los que han permanecido en pie están mutilados o desgastados.

Justamente en el centro de esta superficie, y enterrado a quince pies desde la superficie del suelo, se halló una enorme columna de piedra de más o menos veinte pies de largo y dos de base, cuidadosamente cortada y trabajada. La parte inferior todavía permanecía en posición perpendicular pero la parte superior se había quebrado en ,tres secciones, cada una de las cuales se hallaba a mucha distancia de las otras dos.

En la base de este monolito central encontré cuatro figuras de piedra una representando a un hombre, otra a una mujer con un niño en brazos una tercera a un jaguar y la cuarta a un ave; probablemente debieron simbolizar los cuatro puntos cardinales. De esta columna central con sus ídolos de piedra, se comprende la disposición total del lugar, ya que los ídolos y columnas irradian de esta columna central, que a no dudar debió simbolizar al sol y sus rayos. En la base de este monumento central como también en las bases de todas las otras columnas, había grandes piedras, o trozos de cuarzo semitranslúcido, o bien de jaspe rojo y amarillo artificialmente cortado, pulido y alisado en la cara superior. Evidentemente deben de haber servido para dos fines como altares para sacrificios y como apoyo para columnas e ídolos ya que algunos aparecen sumamente esculpidos alrededor de su circunferencia; uno de ellos magníficamente tallado con un reborde labrado representando a un lagarto gigantesco o a un caimán. También en infinidad de ellos se encontraron restos de esqueletos humanos -dientes y trozos de huesos calcinados- entre el carbón vegetal mezclado con la arena, que han tomado la contextura de la arenisca.

Muchos de los ídolos o figuras de piedra de esta cultura, son maravillosos ejemplos de talla prehistórica en piedra. Su tamaño varía desde algunas pulgadas hasta siete pies de altura, y representa seres humanos, aves, reptiles y prácticamente todos los cuadrúpedos de la región. Algunos representan hombres sentados sobre tronos constituídos por serpientes enroscadas, o aparecen sobre sillas o taburetes, sostenido por figuras humanas más pequeñas, o bien en pie sobre animales estilizados. En muchos se ve representada esa figura, jorobada tan peculiar que ya he mencionado y muy común a través de Centro y Sud América; una de ellas muestra una pareja como de mellizos siameses unidos por las espaldas, En otra se ve a un jaguar o puma con sus garras clavadas en un hombre herido, mientras que una nueva figura es la de un jaguar que aprisiona a un niño en sus fauces. Una última figura humana que se acaricia la barba con la mano se caracteriza por un notable y extraño parecido con el tipo asirio.

Como regla general las figuras humanas tienen una mano sobre el abdomen y la otra sobre el pecho (como las figuras típicas de Tiahuanaco), pero hay otras con las manos sobre las rodillas. Es raro que ni una sola figurilla esculpida o tallada esté representada ni con el más somero indumento; lo más parecido a ropaje sería un cordón con amuletos alrededor del cuello, tal como se ve en los ídolos más grandes y hermosos. Pero en todos los casos las figuras se ven minuciosamente talladas y llevan tocados muy característicos. Se podría deducir que tratábase de una raza nudista, mas, sin embargo, la presencia de husos pesados indican que conocían el hilado y seguramente la técnica textil.

Varía muchísimo el tipo de construcción de los ídolos, en lo cual vemos no sólo un perfecto encadenamiento en la evolución que sufrió la escultura en piedra, sino también el largo lapso transcurrido entre que el templo se comenzó y se terminó. Las figuras que están más abajo, son toscas, arcaicas y sumamente deterioradas; mientras que las más cercanas a la superficie están magníficamente cortadas, poseen más detalles y se hallan en perfectas condiciones. Pero en todos los casos, las figuras o partes esculpidas, se alzan sobre pedestales o columnas de forma cilíndrica o cuadrada, suavemente aguzadas desde su base y hermosamente trabajadas.

El más asombroso de los ídolos es uno con la figura tan parecida a la de un elefante, que no nos convence ninguna de las teorías corrientes que lo explican como estilización o exageración del tapir, o del ara o del oso hormiguero, No sólo esta figura muestra una trompa, sino que además ofrece orejas parecidas a hojas. Las rodillas aparecen dobladas en ángulo hacia adelante, tal como las de los paquidermos. Además presenta una especie de fardo atado al lomo. Es increíble que hombre alguno haya podido imaginar un ser con orejas apantalladas y con rodillas posteriores tal como las del elefante; pero es increíble también que alguien haya podido convencionalizar al tapir hasta tal punto. A mi modo de ver no hay duda de que la gente que construyó este templo de Panamá, y que había alcanzado tal grado de cultura, o debe haber visto a los elefantes, o al menos domesticado alguna especie de mastodonte, o acaso haber estado en comunicación directa y frecuente con el Oriente, oyendo de algún oriental la descripción de dicho animal. Hasta que no se ofrezca mejor explicación, no veo otra manera de Interpretar la presencia de esta figura.

Uno de los rasgos más notables de esta antigua cultura es la gran cantidad de cerámica que aparece por doquier. Los sepulcros abundan de ellas; cada, columna y cada ídolo están rodeados por masas compactas de cerámica de varios pies de espesor; y en una extensión de centenares de acres es imposible sacar una palada de tierra sin revolver trozos de ella. Tanto esta acumulación de alfarería como la de figuras de piedra, muestran a las claras la evolución de la cultura y su antigüedad. La capa inferior -de diez a veinte pies bajo la actual superficie del suelo- es de un tipo tosco y rudimentario, con pocos adornos; a lo sumo hay grabados sencillos y dibujos o adornos burdamente modelados, representando formas animales o cabezas humanas. Por encima de ésta y próxima a la superficie, la alfarería es de una calidad y belleza sin par dentro del arte prehistórico de la cerámica americana. Cierto es que la característica de esta cultura es la hermosura el colorido y los motivos de su cerámica. Con sólo echar una ojeada a los ejemplares obtenidos, se comprende el alto grado de perfección al que hablan llegado .en dicho arte. Algunas piezas podríamos estimarlas como provenientes de Méjico, otras son sorprendentemente parecidas a los ejemplares del Ecuador, Perú y Bolivia, pero la mayor parte son completamente diferentes de las hasta ahora conocidas por los arqueólogos.

Son muy comunes las formas que representan aves convencionales, reptiles, cuadrúpedos y seres humanos. Otras son del tipo retrato (tan abundantes en la alfarería incaica y. pre-incaica ) y entre ellas hay numerosas figurillas de aves, cuadrúpedos y seres humanos. Por su forma y tamaño podemos alinear las vasijas desde las pequeñas tazas y "bowls", hasta las grandes fuentes, cacharros y enormes urnas funerarias. Prácticamente están representadas todas las formas ya conocidas, además de otras que son las típicas de esta cultura. Una de ellas es una forma cuadrada o rectangular' otra es una vasija esférica terminada en un cuello largo y fino como de un botellón; y todavía hay una tercera parecida a una tetera con pico y asa. Salvo pocas excepciones, las vasijas tienen base circular y en todos los casos (aunque las más grandes tengan dos o más pies de diámetro) todas son tan extraordinariamente perfectas que parece imposible que hayan sido fabricadas sin la ayuda de la rueda de alfarero. En muchos casos los dibujos pintados sobre la alfarería son muy notables y aparentemente representan seres de tipo prehistórico. Hay uno que podemos interpretarlo como si se tratara de un pterodáctilo o lagarto volador, con los mismos detalles característicos de los de la famosa "serpiente emplumada" del antiguo Méjico. Este tema de la serpiente, reaparece con frecuencia en muchas formas, pero por lo general los dibujos de animales son tan exactos que son fácilmente reconocibles. Sin tomar en cuenta la figura central o más importante del motivo, esta alfarería se distingue por el uso de la voluta, que es de un tipo especial y complicado. A veces las mismas volutas aparecen como dibujo decorativo; en otros casos están combinadas con otros dibujos; a menudo las figuras de hombres y animales aparecen hechas con espirales hábilmente dibujadas y combinadas hasta lograr la forma deseada.

Pero el rasgo sobresaliente de esta cerámica, es la predominancia de artículos policromados y los colores empleados. No sólo usaron los colores corrientes tales como el negro, blanco, marrón, ocre y rojo con sus infinitas combinaciones y tonalidades, sino que además emplearon el azul vivo, el púrpura, el delicado color lavanda, el rosado, el anaranjado y otros. Sin embargo, el verde no aparece; probablemente debió estar prohibido o ser considerado como maléfico, ya que dicho color era común en los alrededores.

Los adornos son escasos. Se han encontrado algunos de arcilla para las orejas; algunos alfileres para los labios trabajados de un material negro lustroso; objetos de loza; otras cuentas de piedra; y yo he obtenido una hermosísima argolla para la nariz. Se trata de un magnífico ejemplar de artesanía: cortado de una piedra roja, y en los dos extremos donde se apresillaba al tabique de la nariz, terminado en perfectas cápsulas de oro. Aparte de estos fragmentos de dicho metal, no se ha encontrado más oro, aunque en los sepulcros de otras razas prehistóricas de Panamá, fueran frecuentes los adornos de ese metal.

Se hallaron numerosas piedras labradas, pero ninguna del tipo ornamental, que en otras partes de Panamá y Centro América son tan abundantes; mientras que la gran cantidad de herramientas encontradas, armas y otros utensilios pétreos, pertenecen al tipo más primitivo y rudimentario. Cotejando la hermosa alfarería y los espléndidos trabajos de piedra con los más irreconocibles útiles del mismo material, resulta difícil creer que hayan sido producidos por la misma gente la mayor parte de los instrumentos de piedra son del tipo chellean; a menudo se trata de simples trozos de piedra apenas conformados o martillados toscamente; los arcos y lanzas tienen las extremidades mal hechas, son toscos y torcidos. Sin embargo, aparentemente, la raza debió progresar en el arte de fabricar instrumentos de piedra, porque en todas partes se han encontrado hachas, pinceles, etc., bien conformados, cuya superficie ha sido pulida, Todavía se han hallado pocos de estos hermosos ejemplares pero tenemos varias herramientas parecidas a punzones y cinceles, muestras elocuentes de la industria.

Si se está de acuerdo con la conocida teoría de que los artesanos prehistóricos se valían sólo de sus útiles de piedra, no nos explicaríamos como una raza que desarrolló hasta tan alto nivel la escultura en piedra, no tuviera en dicho material instrumentos equiparables. Para cortar y esculpir formas humanas y de animales en los inmensos bloques de piedra tales como los del templo de Coclé, se habrá requerido por lo menos para cada uno la duración de una vida. Pero mientras no haya otras explicaciones y demostraciones, tendremos que creer que ése fué el caso, o confesar que es un misterio no develado aún.

Desgraciadamente la mayor parte de la alfarería encontrada, ha sido rota intencionalmente, -"asesinada" o sacrificada- durante los entierros, ritos ceremoniales y religiosos, tal como es tradicional entre muchas de las tribus actuales. Ya he dicho que 105 trozos, los instrumentos y utensilios de piedra rotos están esparcidos sobre una extensa superficie, pero aun en mayor cantidad los encontramos en el templo, especialmente alrededor de las columnas e ídolos. En muchos casos las vasijas de loza están destrozadas a pedradas, y hay piedras mezcladas entre sus trozos. Prácticamente todas las columnas e ídolos tienen manchas coloreadas, debidas a las vasijas de arcilla arrojadas contra ellas.

En infinidad de lugares los fragmentos de alfarería, de metales y de herramientas se han amontonado en tal cantidad y en forma tan compacta, que constituyen el ochenta por ciento del depósito o suelo, el cual se ha endurecido tanto que parece un bloque de ladrillo de seis a diez pies de profundidad. lo mismo ocurre en los sepulcros. Evidentemente la costumbre de este pueblo debió ser colocar a sus muertos en una inmensa urna, y ésta a su vez en una tumba forrada de arcilla; para luego cremar el cuerpo, al incendiar la tumba; con ello no sólo se calcinaba aquél, sino que también se horneaban las paredes y el piso de aquella tumba hasta dejarlos duros como ladrillos. Naturalmente que también los amigos y los deudos debieron permanecer en pie a su alrededor, formulando ofrecimientos y arrojando al fuego los utensilios y su más fina alfarería. Se supone así puesto que en casi todos los casos, los restos de las inmensas urnas funerarias están rodeados por carbón vegetal, y además completamente enterrados entre los fragmentos de herramientas, útiles de piedra y vasijas de arcilla.

Sin embargo, por lo que parece, de vez en cuando se habrían hecho sepulcros secundarios, seguramente reservados para determinado propósitos o personas. En la parte posterior de la fila de columnas en semicírculo, al sudoeste del templo, fueron profanadas otras dos de estas tumbas secundarias. los esqueletos habían prácticamente desaparecido, pero la colocación quedó revelada por las huella de los huesos en la arcilla endurecida y por algunos fragmentos de dientes los huesos habían sido colocados en pequeñas pilas bien ordenadas, con los cráneos mirando al este. Una tumba hallábase en un metate sin patas, y otra cerrada con una piedra chata, pero ambas rodeadas por cantidad de vasijas en miniatura, herramientas de piedra, etc. Cerca de ellas se encontraron rastros de un tercer sepulcro, mezclado con carbón vegetal, colocado .sobre una piedra de cuarzo encima de la base de una columna de piedra, y tallada una figura de hombre con un tocado de plumas. Todo esto parecería indicar que la tumba perteneció a un rey, jefe o sacerdote.

Aunque este templo ha sido, sin lugar a dudas, el sitio más importante para las ceremonias y para el culto de las gentes, parece evidente que los ceremoniales y sacrificios, tanto como los ofrecimientos de utensilios y demás, no se limitaban a este único lugar. En otros lugares ocupados por esta raza prehistórica, hay también filas similares de monumentos de piedra, aunque más pequeños; todos con sus característicos altares, algunos ídolos y cantidad de esos útiles sacrificados -"asesinados"- aunque en menor escala. En otras palabras: el templo principal correspondía a una gran catedral, y los otros emplazamientos menores equivalían a nuestras iglesias y capillas.

Resulta sumamente interesante conocer cómo vivía esta gente, cuáles eran sus costumbres y creencias, qué clase de viviendas habitaban y cuál fué su aspecto físico. Pero sobre estos temas poco se puede adelantar. Podemos asegurar que iban desnudos, que escaseaban sus adornos, que eran religiosos fervientes y, sobre todo, muy industriosos. Sin duda alguna fueron agricultores y debieron ser pacíficos, a juzgar por las pocas armas de guerra o caza halladas entre sus restos. Pero la presencia de redes de pescar sumergibles, algunos arcos, flechas, huesos de animales y pescados, y numerosas conchas de chama perforadas, prueban que debieron cazar y pescar en cierta escala.

Sabían cómo hilar el algodón; empleaban el hilo, cordones y cuerdas, pues éstos están representados en las tallas y en la cerámica; también muchas de sus vasijas de alfarería tienen asas en forma de cuerda. No es que simplemente estén trenzados representando una cuerda, sino que realmente aparecen hechos con tres cabos: exactamente como las cuerdas modernas. Probablemente tenían hamacas; pero como no se han encontrado restos de viviendas de piedra, podemos asegurar que debieron alojarse en viviendas de madera o caña con techos de paja, ya que éstas eran más apropiadas al clima y a la región que si hubieran sido construí das en piedra. Por la disposición del templo, estamos en condiciones de asegurar que eran heliólatras; por el número y estilo de los ídolos y efigies, se deduce que debieron reverenciar a muchos seres sagrados, y que creían en la serpiente emplumada. El hecho de que ellos "mataran" o-sacrificaran su alfarería indicaría que pensaban evitar así que los malos espíritus entraran y se quedaran en ellos. Algo por el estilo practican actualmente los indios guaymís, al norte de Panamá. Durante sus ceremonias estos indios se munen de numerosas figurillas de arcilla representando animales, seres humanos e imaginarios. No son ídolos, sino "buenos espíritus" y deidades benignas que actúan "delegados" (es decir, como por poder) de las personas imposibilitadas de asistir. Al finalizar la ceremonia se rompen o "sacrifican" y se queman en el fuego sagrado para prevenir de este modo que los malos espíritus tomen posesión de estas efigies.

Si sustituímos una columna de piedra o ídolo del mismo material por el fuego sagrado (aunque seguramente los fuegos sagrados y estos sacrificios probablemente estuvieran en auge en aquel tiempo) podríamos comprender fácilmente por qué los prehistóricos ciudadanos de Coclé destruyeron su alfarería, utensilios y otros objetos durante sus ceremonias rituales. Tal vez estimaron mucho más eficaz sacrificar sus cosas valiosas que inmolar a personas y animales. Pero conjuntamente debieron hacer sacrificios de alimentos, puesto que entre los restos de alfarería abundan conchas marinas, esqueletos de pescados e incluso huesos de otros animales. Como el templo o lugar de ceremonias ha sido usado sin lugar a dudas durante muchas centurias, no es de sorprender se hayan amontonado tal cantidad de objetos rotos alrededor de las columnas y de los ídolos sagrados.

Acerca del aspecto físico de esta gente, no podemos formular sino meras conjeturas. Sin embargo, ya que otras formas fueron pintadas con fidelidad, no hay razón para estimar que sus dibujos y esculturas sobre seres humanos no sean igualmente exactos. Partiendo de esta hipótesis, los describiremos fácilmente: debieron ser altos, bien formados, musculosos. Las cabezas eran del tipo más bien redondo que ancho; en algunos casos los cráneos aplastados artificialmente; las facciones no se asemejan a los de ninguna otra raza americana conocida. En ninguna parte encontramos la nariz grande y en pico, peculiares en las tallas aztecas y mayas. En ninguna parte tampoco, las grandes narices aguileñas de las razas pre-incaicas e incaicas, como tampoco los ojos oblicuos y mongólicos. La nariz representada tiene siempre un puente bien formado, es recta o ligeramente aguileña, y las ventanas de la nariz son estrechas. Los ojos son grandes y rectos y bien separados entre sí; los labios son más bien carnosos y gruesos, y el mentón es huidízo. No podemos decir si la piel es clara u oscura, pero si podemos asegurar que llevaban los cabellos largos, trenzados o retorcidos a la espalda como una especie de cola; o bien trenzados en forma complicadas sobre la parte superior de la cabeza, o bien cubiertos con una especie de bonetes muy ajustado y adornado.

Ahora bien. ¿Por que desaparecieron los habitantes y creyentes de este templo? ¿Qué fue lo que ahuyentó o barrió a la numerosa población en forma tan completa que no dejaron ni descendientes, ni tradiciones ni anotaciones que nos dijeran que rumbo tomaron y de dónde provinieron? ¿Cuál fue la catástrofe que destruyó la raza y su avanzada cultura? Con semejantes preguntas nos enfrentamos al estudiar los restos de otras civilizaciones americanas prehistóricas, en las que aún hay misterios sin descifrar; pero en el presente caso la respuesta es sencilla. Podemos explicar la presencia de tales ruinas y restos, basándonos en la teoría que se produjo una serie de terribles terremotos, acompañados por erupciones volcánicas. Sólo un terremoto puede haber sacudido las imágenes y las inmensas columnas de piedra. No hay otro factor que haya podido destrozarlas, lanzarlas a tal distancia, y en todas direcciones. En muchos casos los monumentos de piedra más grandes están enteramente destrozados, pero las bases permanecen sólidamente fijas y en posición perpendicular con respecto al suelo; en tantos que las partes superiores han dado una semivuelta, o bien la sección central dista más del zócalo que del remate superior.

En muchos casos los ídolos más grandes han sido encontrados boca abajo, con el pedestal en la parte superior; otros han quebrado, y las cabezas de las figuras se han hallado a un centenar de pies de los troncos. Todavía habla más elocuentemente a favor de la tesis sobre los terribles temblores de tierra, el hecho que los estratos de arcilla dura y resistente, o capa de tierra sobre la que fueron puestos los ídolos y columnas, se hallan levantados en algunos lugares, y movidos en forma tal que presentan una superficie ondulada. Más aún: en muchos sitios los restos de sepulcros y de las poblaciones están cubiertos por una fina capa de cenizas volcánicas; en cierto lugar yo logré obtener muchos fragmentos y hasta vasijas todavía intactas, enterradas bajo una capa de cenizas con más de nueve pies de espesor. Es claro que cuando se depositó, esta ceniza debió estar caliente, y de ahí que quedara adherida a la alfarería.

En mérito a lo expuesto podemos abrigar la certeza racional de que la destrucción de esta cultura fué el resultado de una de las erupciones del volcán Guacamayo, situado apenas a seis millas del emplazamiento del templo. Si tal erupción fué acompañada por otros fenómenos aun más desastrosos, como ser terribles temblores de tierra y levantamientos, éstos debieron causar aún más perjuicios que la caída de las cenizas y que el barro rojo y caliente. No es difícil el imaginarse a la aterrorizada población huyendo despavorida al comenzar la catástrofe, precipitándose tumultuosamente desde sus hogares ya arrasados, hasta el templo. Podemos pintarlos esforzándose por aplacar a sus dioses, con sacrificios al por mayor, y destruyendo alocadamente al pie de sus ídolos sus más preciados bienes. Incluso es fácil visualizar cómo debió culminar su desesperación cuando los temblores azotaban la tierra, cuando el suelo se levantaba para luego hundirse, cuando se derribaban y destrozaban sus sagrados monumentos e imágenes.[2]

Dada la naturaleza horrible de los hechos, posiblemente todos debieron sucumbir por la intensa oleada de calor, por los gases venenosos y por el cegador polvo desprendido del volcán en llamas.

[1] En el Retorno de los Brujos de Bergier y Pawles, hay una referencia a este singular estudioso más que atendible: "El arqueólogo americano Hyatt Verrill consagró treinta años a la busca de las civilizaciones desaparecidas de la América Central y de la América del Sur. Según él, los grandes trabajos de los antiguos no fueron realizados con útiles de tallar piedra, sino con una pasta radiactiva que roía el granito: una especie de grabado a escala de las grandes pirámides. Verrill pretendía haber visto en manos de los últimos hechiceros esta pasta radiactiva, legada por civilizaciones todavía más antiguas. En una novela muy buena, The bridge of Light, describe una ciudad pre-inca a la que se llega por medio de «un puente de luz», un puente de materia ionizada, que aparece y desaparece a voluntad y permite franquear un desfiladero rocoso, de otro modo inaccesible. Hasta sus últimos días (murió a los ochenta años), Verrill afirmó que su libro era mucho más que una leyenda y su esposa, que le sobrevivió, sigue afirmándolo".
[2] Llama la atención el hecho que que en la leyenda de los aztecas o mito de los toltecas, se hable de una violentea erupción volcánica cerca de la ciudad de Tollan, en la que los jefes de dicha ciudad ordenaron que se hicieran sacrificios en masa para aplacar a los dioses. Aunque sin lugar a dudas hubo erupciones de igual índole que destruyeron en muchos lugares los emplazamientos prehistóricos, lo que realmente debió ocurrir en Coclé es sorprendentemente parecido con cierta antigua leyenda nahua. No es imposible que la leyenda tenga su origen en la erupción de Coclé. Hay pruebas que una erupción desvastadora condujo a sacrificios en masa, cosa que sabemos también ocurrió en Coclé. Pero también hay probabilidades de que muchos escaparan, ya que en el lugar del templo no hay indicios de que las cenizas o polvos cayeran sobre él. Además, indudablemente aquellos que pudieron sobrevivir encontrarían que sus dioses eran impotentes para ayudarlos en aquel trance, y buscarían algún refugio en su huída. También parece indudable que tuvieran canoas en los ríos cercanos, y algunos pudieran huir con ellas, mientras que otros debieron escapar a pie, hacia el norte y hacia el sud. Diseminados por todas partes, deben haber retrogradado a su estado salvaje primitivo y haber perdido, al mezclarse con otras razas) su pasada cultura e identidad, tal como aconteció en casos semejantes. Mirado desde otro punto de vista, también podrían haber llevado con-sigo su cultura, y ya entre otras razas aumentado, prosperado y creado hasta nuevas culturas y civilizaciones; y éstas, aunque bajo apariencias diferentes, podrían mostrar la –la influencia de las artes y la cultura de Coc1é. Hay numerosas razones para creerlo así, a lo que en posteriores capítulos aludiré detalladamente. (N. de! Autor.¡)



Fuente:
Verrill, A. Hyatt. Viejas Civilizaciones del Nuevo Mundo. Buenos Aires, Argonauta, 1947.

Véase:
http://stillwoods.blogspot.com/search/label/Verrill

http://www.museum.upenn.edu/SitioConte/Container/default.htm


River of Gold

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