Secretos de Egipto
"Hermandad de Luxor"
Débora Goldstern
Paul Brunton fue un estudioso británico, que narró muchas de sus experiencias místicas acaecidas a principios del siglo XX.
Aquí desgrana algunos de los aspectos del Egipto oculto, y poco reseñado, en su célebre encuentro con un adepto de La Hermandad de Luxor.
Atienda el lector!
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-Los que violentaron las tumbas de los antiguos egipcios-dijo-, libertaron fuerzas que han puesto en peligro al mundo. Tanto los antiguos ladrones de tumbas como los arqueólogos de nuestros días han abierto sin saber las tumbas de aquellos que se ocupaban en la magia negra. Porque en el ciclo final de la historia egipcia hubo una gran degeneración de los hombres instruidos –los sacerdotes-, practicándose en forma generalizada la hechicería y las artes negras.
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Esa práctica se aplicaba originalmente sólo a los reyes adeptos de la edad de oro del Egipto prehistórico, y a los altos sacerdotes de avanzada espiritualidad que eran verdaderos conductos de Dios, para que sus cuerpos materiales impregnados de su santo poder, pudieran seguir existiendo y sirviendo como focos que irradiasen al mundo ese poder.
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Preparada la tumba física, invocaban o hacían invocar por algún sacerdote bien capacitado, a un ente espiritual, creación elemental artificial, imperceptible para los sentidos corporales, a veces bueno, pero más a menudo malo, para que protegiera y vigilara la momia y actuara en la tumba como espíritu guardián.
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Era cierto que cuando se trataba del cuerpo embalsamado, de una persona que tenía conocimiento de magia, o que estaba bajo la protección de otra persona poseedora de esos conocimientos, se invocaban poderes espirituales para protegerles las tumbas y castigar a los intrusos. Esos poderes eran a menudo sumamente malos, conminantes y destructores. Existían dentro de las tumbas cerradas y podían seguir existiendo durante miles de años. De ahí que cuando los arqueólogos, con toda ignorancia, irrumpen en esos sepulcros custodiados por espíritus, lo hacen a su propio riesgo.
Pero si sólo se tratara de algo que afecta la seguridad de los arqueólogos y sus familias, lo que tengo que decirle sería de poca importancia. Pero no es así. Se trata de algo que afecta a la seguridad de todo el mundo.
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Cuando el mundo moderno llegue a darse cuenta que en cierta cantidad de esas tumbas hay encerrados espíritus malignos quizás ya sea demasiado tarde; porque para ese entonces ya se habrán abierto todas las tumbas y escapados los diabólicos seres que aprisionan. Entre otras cosas, son y serán los autores de perfidias internacionales. La ignorancia de las leyes de la naturaleza no exime al hombre de sufrir cuando las viola; ignorar que existen fuerzas mágicas malignas no exime a este siglo de sufrir el castigo que su necesaria intrusión en los reinos de esas fuerzas le ha de acarrear.
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Los objetos que son sacados de las tumbas junto con las momias, tales como escarabajos, joyas, amuletos y muebles, llevan consigo la influencia de las tumbas. Si éstas no estaban mágicamente enlazadas como los entes malignos no traerá ningún perjuicio su pillaje y despojo, pero si lo estaban, su apertura pude traer desgracia y desastre. Pero los arqueólogos y egiptólogos corrientes, ignorando esos hechos e incapaces de determinar la diferencia entre una y otra clase de tumbas, se introducen en todas por igual. Que le preste oído o no, reciba el mundo este mensaje: Que no se inmiscuya en las tumbas cuya naturaleza cuya naturaleza psíquica los hombres no entienden. Que deje el mundo que deje de abrir esos sepulcros hasta que haya adquirido los conocimientos suficientes para comprender las serias consecuencias de su acción.
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Originariamente el poder mágico de dañar a otras personas era usado únicamente en defensa propia o para impedir las actividades de los criminales, pero cuando declinaron los elevados ideales de Egipto, esa capacidad se prostituyó, empleándose con fines perversos, como ser los de dañar a los enemigos a distancia o eliminar a los que estorbaban las ambiciones de los magos (o de sus patrones). También se uso en conocimiento para la protección de las tumbas.
Cada apertura de una antigua tumba egipcia puede significar un contacto inconsciente con fuerzas invisibles de carácter peligroso. Aún cuando se trate de un rey que poseía un alma buena y poderes adelantados, la apertura de su tumba puede hacer recaer un prejuicio sobre el mundo como castigo por haber perturbado el sepulcro de un alma adelantada. Sin embargo los objetos –escarabajos, por ejemplo – que hayan sido sacados de la tumba no tendrán influencia nefasta, sino por el contrario beneficiosa. Pero si esos objetos los poseen personas que tengan malos pensamientos, no le servirán de ninguna ayuda; favorecen únicamente a los de buenos pensamientos. Esta regla se aplica siempre, por noble que haya sido el alma del difunto y por duradera que sea su influencia espiritual. El rey Tutankamón, por ejemplo, fue un hombre de ésos. Poseía muchos conocimientos ocultos y alma espiritual. La apertura de su tumba trajo sufrimiento a sus violadores; y también por medios imposibles de descubrir, a todo el mundo e general. Durante los años siguientes al hecho el mundo sufrirá y pagará por la profanación de los muertos de Egipto, aunque esos trastornos materiales producirán beneficios espirituales.
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En los tiempos antiguos Egipto fue el centro principal del conocimiento y la práctica de la magia. En magia, ya sea blanca o negra, es decir, usada con buenos o malos propósitos, Egipto superaban aún a la India, Actualmente, esas poderosas fuerzas psíquicas, libertadas en el pasado, siguen afectando al país y a su pueblo, también con resultados beneficiosos o infortunados. Entre estos últimos figuran, por ejemplo, las enfermedades, como el eczema, que son simplemente la consecuencia de influencias mágicas malignas que persisten en el país y afligen a los egipcios vivientes.
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Así terminó el mensaje de Ra-Mak –Hotep. Yo lo transcribí fielmente y lo reproduzco aquí porque lo vale.
Volvimos a encontrarnos varias veces más, el adepto y yo, y luego tuve que proseguir mis viajes hacia el sur. En cada reunión el adepto me colmaba la cabeza de informaciones sobre los principios de la misteriosa fraternidad a la que pertenecía. Cuando yo me refería a mis excursiones por la India, donde conocí a un joven yogui que pretendía ser discípulo de un maestro que tenía más de cuatrocientos años de edad, Ra-Mak-Hotep me comunicó gravemente la estupefaciente e increíble información de que todavía existían algunos adeptos que habían vivido y actuado en el antiguo Egipto.
No me será fácil olvidar las exclamaciones de estupor con que recibí su declaración.
La más sustanciosa de su afirmaciones fue la de que existen adeptos cuyos cuerpos yacen en estado comatoso en ciertas tumbas de Egipto que aún no han sido descubiertas, y que según él, jamás serán descubiertas por los arqueólogos corrientes.
-Las tumbas de esos grandes adeptos están demasiado bien guardadas y nunca serán encontradas por esos “excavadores” de ahora, -explicó- . Esas tumbas no son tumbas de muertos sino de vivos. No contienen momias sino cuerpos de adeptos sumidos en un estado singular que se puede describir muy aproximadamente con la palabra “trance”. Usted describió que en la India ciertos faquires se hacían enterrar durante períodos más o menos breves o prolongados estando sus cuerpos en estado de trance. Las funciones de los órganos respiratorios quedaban completamente suspendidas durante el lapso en que permanecían sepultados. Los adeptos egipcios se hallan, hasta cierto punto, en un estado similar, pero sus conocimientos eran mucho más profundos, y han conservado los cuerpos en trance, pero vivos durante miles de años.
-Las tumbas de esos grandes adeptos están demasiado bien guardadas y nunca serán encontradas por esos “excavadores” de ahora, -explicó- . Esas tumbas no son tumbas de muertos sino de vivos. No contienen momias sino cuerpos de adeptos sumidos en un estado singular que se puede describir muy aproximadamente con la palabra “trance”. Usted describió que en la India ciertos faquires se hacían enterrar durante períodos más o menos breves o prolongados estando sus cuerpos en estado de trance. Las funciones de los órganos respiratorios quedaban completamente suspendidas durante el lapso en que permanecían sepultados. Los adeptos egipcios se hallan, hasta cierto punto, en un estado similar, pero sus conocimientos eran mucho más profundos, y han conservado los cuerpos en trance, pero vivos durante miles de años.
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Sus cuerpos están ocultos en tumbas imposibles de descubrir, aguardando el retorno de los espíritus. Algún día los espíritus reanimarán esos cuerpos comatosos, que volverán al mundo exterior. El proceso de reanimación tendrá que ser realizado por personas adecuadas, que posean los conocimientos necesarios. El ritual del despertar consistirá en parte, en el canto de ciertas “palabras de poder” secretas. A usted le parecerá raro, pero los cuerpos parecen estar embalsamados, porque yacen envueltos en tiras de lienzo y encerrados en féretros de momias. Pero existe la diferencia fundamental de que no se les extrajo el corazón, como a las verdaderas momias. Todos los órganos vitales siguen intactos, con la única salvedad de que el estómago se hunde debido a que no toma ningún alimento desde el comienzo del trance. Otra diferencia es que los adeptos vivos tienen la cara y el cuerpo enteramente cubiertos con una capa de cera. Esta capa se aplica después de haber sido inducido el estado de trance.
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Hay un adepto que se encuentra en su tumba desde el año 260 a. J.; otro desde antes del año 3.000 a. J.; ¡y otro que yace desde hace 10.000 años! Todos ellos trabajan muy activamente en secreto, por el bienestar espiritual de la humanidad. Saben todo lo que sucede en el mundo, pese al hecho de que sus cuerpos están enterrados. Son hombres perfectos. Con eso quiero decir que sus cuerpos no pueden ser tocados, ni siquiera por un insecto o por un parásito; tan potente es la tremenda irradiación de sus fuerzas espirituales. Además están en continua comunicación telepática con ciertos adeptos vivos de esta época que poseen un cuerpo en funciones. Los tesoros espirituales que conservan los antiguos adeptos egipcios son transmitidos a los adeptos vivos. Cuando llegue el momento de despertarlos, el ritual correspondiente tendrá que ser cumplidos por uno de estos últimos.
Bibliografía
Brunton, P. El Egipto Secreto. Buenos Aires: Kier, 1971.
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