13 de agosto de 2008

Secretos de Egipto -Hermandad de Luxor -Débora Goldstern -

Secretos de Egipto
"Hermandad de Luxor"
Débora Goldstern




Paul Brunton fue un estudioso británico, que narró muchas de sus experiencias místicas acaecidas a principios del siglo XX. 

Aquí desgrana algunos de los aspectos del Egipto oculto, y poco reseñado, en su célebre encuentro con un adepto de La Hermandad de Luxor.

Atienda el lector!


El segundo encuentro tuvo lugar, de acuerdo con lo convenido, en el ruinoso templo de Luxor. Yo me eché en una larga laja de piedra cubierta de jeroglíficos cincelados; el adepto se puso en cuclillas, con las piernas cruzadas, en la misma laja y de frente a mí. Yo me prepararé, pluma y anotador en mano, a registrar su mensaje; a marcar en las blancas hojas de papel los signos, menos pintorescos que aquéllos, de nuestros jeroglíficos del siglo XX: la taquigrafía. Ra-Mak-Hotep no perdió tiempo en preliminares; acometió directamente el tema de su mensaje.

-Los que violentaron las tumbas de los antiguos egipcios-dijo-, libertaron fuerzas que han puesto en peligro al mundo. Tanto los antiguos ladrones de tumbas como los arqueólogos de nuestros días han abierto sin saber las tumbas de aquellos que se ocupaban en la magia negra. Porque en el ciclo final de la historia egipcia hubo una gran degeneración de los hombres instruidos –los sacerdotes-, practicándose en forma generalizada la hechicería y las artes negras.

Cuando se oscureció la blanca luz de la verdad que refulgía anteriormente en la pura religión egipcia, y avanzaron para tomar su lugar las fétidas sombras de falsas doctrinas materialistas, surgió la práctica de la momificación, junto con su complicado ritual complementario. Sin embargo, por debajo de las enseñanzas engañosas y astutamente tergiversadas que inspiraban esa práctica, había un elemento de interés personal secreto que trataba de conservar un prolongado lazo físico con el mundo físico mediante el embalsamamiento del cuerpo.

Esa práctica se aplicaba originalmente sólo a los reyes adeptos de la edad de oro del Egipto prehistórico, y a los altos sacerdotes de avanzada espiritualidad que eran verdaderos conductos de Dios, para que sus cuerpos materiales impregnados de su santo poder, pudieran seguir existiendo y sirviendo como focos que irradiasen al mundo ese poder.

También se desarrolló una especie de culto a los antepasados, en el que eran embalsamados los cuerpos de los muertos simplemente como un rito formal para que las generaciones sucesoras pudieran ver cómo eran sus antepasados difuntos. Fue en realidad una huera imitación de la momificación que se practicaba en las primitivas épocas de Egipto, para preservar las santas reliquias de los buenos reyes y sacerdotes. Porque en el sombrío período que luego envolvió a Egipto, cuando se vio privado de la luz espiritual y cuando aquellos que tenían muchos conocimientos pero poca piedad evocaban a las fuerzas infernales del inframundo, los hombres instruidos de las clases sacerdotales y los gobernantes dispusieron que fueran embalsamados sus propios cuerpos. Lo cual se hacía a veces para la práctica de la magia negra, otras veces por miedo a la destrucción en el purgatorio que aguardaba después de la muerte al espíritu, y otras veces por ignorante adaptación a las costumbre. En casi todos los casos, esos hombres preparaban sus tumbas antes de morir.


Preparada la tumba física, invocaban o hacían invocar por algún sacerdote bien capacitado, a un ente espiritual, creación elemental artificial, imperceptible para los sentidos corporales, a veces bueno, pero más a menudo malo, para que protegiera y vigilara la momia y actuara en la tumba como espíritu guardián.

Para mayor protección de los cuerpos embalsamados, primero ocultaban las tumbas con hábil cuidado, y luego se hacía saber al pueblo en general que cualquiera que profanase esas tumbas sería castigado con las penas más terribles por los poderes espirituales. Esta afirmación fue creída y las tumbas no fueron tocadas por mucho tiempo. Pero con la creciente decadencia del clero y los gobernantes, hasta el pueblo comenzó a perder su fe supersticiosa y se reanudaron los robos de tumbas para saquear las joyas que se enterraban junto con las momias de casi todos los personajes importantes.

Era cierto que cuando se trataba del cuerpo embalsamado, de una persona que tenía conocimiento de magia, o que estaba bajo la protección de otra persona poseedora de esos conocimientos, se invocaban poderes espirituales para protegerles las tumbas y castigar a los intrusos. Esos poderes eran a menudo sumamente malos, conminantes y destructores. Existían dentro de las tumbas cerradas y podían seguir existiendo durante miles de años. De ahí que cuando los arqueólogos, con toda ignorancia, irrumpen en esos sepulcros custodiados por espíritus, lo hacen a su propio riesgo.

Pero si sólo se tratara de algo que afecta la seguridad de los arqueólogos y sus familias, lo que tengo que decirle sería de poca importancia. Pero no es así. Se trata de algo que afecta a la seguridad de todo el mundo.


Porque entre las tumbas de los personajes, de alto y bajo rango, que fueron excavadas, se encuentran la de los que estaban protegidos de aquella manera. De cada una de esas tumbas que fueron abiertas salió un torrente de perniciosos entes espirituales que estaban enjaulados y que se lanzaron como una inundación sobre el mundo físico. Cada momia que es sacada de esas tumbas y transportadas a los museos europeos y americano, lleva consigo el eslabón etéreo que la une con esos entes, y por consiguiente su nociva influencia. Esa influencia sólo puede acarrear perjuicios al mundo, perjuicios de diversa especie, incluso el de afectar y destruir el destino de las naciones. Ustedes los occidentales no tienen protección contra esos espíritus, y como son invisibles para ustedes, conservan toda su potencia.

Cuando el mundo moderno llegue a darse cuenta que en cierta cantidad de esas tumbas hay encerrados espíritus malignos quizás ya sea demasiado tarde; porque para ese entonces ya se habrán abierto todas las tumbas y escapados los diabólicos seres que aprisionan. Entre otras cosas, son y serán los autores de perfidias internacionales. La ignorancia de las leyes de la naturaleza no exime al hombre de sufrir cuando las viola; ignorar que existen fuerzas mágicas malignas no exime a este siglo de sufrir el castigo que su necesaria intrusión en los reinos de esas fuerzas le ha de acarrear.

Esos espíritus elementales artificialmente creados han sido libertados en el transcurso del siglo actual en número suficiente como para aterrorizar al mundo desde su reino psíquico, que es bastante inmaterial como para ser invisible pero bastante próximo como para influir en la existencia física de los seres vivientes. Nosotros, que nos preocupamos por el bienestar espiritual de la humanidad, combatimos a esas fuerzas tenebrosas en su propio campo, pero por las leyes de la naturaleza, no nos está permitido destruirlas, como tampoco nos está permitido destruir a los hombres vivos que son peligrosos para sus semejantes. Nuestros poderes son limitados y nos constriñen a amparar a personas e instituciones con nuestra protección especial.

Los objetos que son sacados de las tumbas junto con las momias, tales como escarabajos, joyas, amuletos y muebles, llevan consigo la influencia de las tumbas. Si éstas no estaban mágicamente enlazadas como los entes malignos no traerá ningún perjuicio su pillaje y despojo, pero si lo estaban, su apertura pude traer desgracia y desastre. Pero los arqueólogos y egiptólogos corrientes, ignorando esos hechos e incapaces de determinar la diferencia entre una y otra clase de tumbas, se introducen en todas por igual. Que le preste oído o no, reciba el mundo este mensaje: Que no se inmiscuya en las tumbas cuya naturaleza cuya naturaleza psíquica los hombres no entienden. Que deje el mundo que deje de abrir esos sepulcros hasta que haya adquirido los conocimientos suficientes para comprender las serias consecuencias de su acción.


La mayor parte de esos reyes tenían cierto grado de poderes ocultos, ya sea para el bien o para el mal, porque habían sido iniciados en ellos por los sumos sacerdotes.

Originariamente el poder mágico de dañar a otras personas era usado únicamente en defensa propia o para impedir las actividades de los criminales, pero cuando declinaron los elevados ideales de Egipto, esa capacidad se prostituyó, empleándose con fines perversos, como ser los de dañar a los enemigos a distancia o eliminar a los que estorbaban las ambiciones de los magos (o de sus patrones). También se uso en conocimiento para la protección de las tumbas.

Cada apertura de una antigua tumba egipcia puede significar un contacto inconsciente con fuerzas invisibles de carácter peligroso. Aún cuando se trate de un rey que poseía un alma buena y poderes adelantados, la apertura de su tumba puede hacer recaer un prejuicio sobre el mundo como castigo por haber perturbado el sepulcro de un alma adelantada. Sin embargo los objetos –escarabajos, por ejemplo – que hayan sido sacados de la tumba no tendrán influencia nefasta, sino por el contrario beneficiosa. Pero si esos objetos los poseen personas que tengan malos pensamientos, no le servirán de ninguna ayuda; favorecen únicamente a los de buenos pensamientos. Esta regla se aplica siempre, por noble que haya sido el alma del difunto y por duradera que sea su influencia espiritual. El rey Tutankamón, por ejemplo, fue un hombre de ésos. Poseía muchos conocimientos ocultos y alma espiritual. La apertura de su tumba trajo sufrimiento a sus violadores; y también por medios imposibles de descubrir, a todo el mundo e general. Durante los años siguientes al hecho el mundo sufrirá y pagará por la profanación de los muertos de Egipto, aunque esos trastornos materiales producirán beneficios espirituales.

Repito, por lo tanto, que corre graves riesgos esos extranjeros que por buscar tesoros ocultos, o por satisfacer esa exagerada curiosidad que a menudo se disfraza de investigación científica, proyectan explotar países antiguos en los que se entendía y se practicaban mucho la magia. En Lhassa, en el Tíbet, hay tumbas secretas de los grandes lamas, cuya existencia explica en parte porque se resisten los tibetanos a permitir la entrada de extranjeros en su país. Pero llegará un día en que se permita ver esas tumbas y tomar ingerencia en ellas, acarreándose los que así lo hagan los desastres consiguientes.

En los tiempos antiguos Egipto fue el centro principal del conocimiento y la práctica de la magia. En magia, ya sea blanca o negra, es decir, usada con buenos o malos propósitos, Egipto superaban aún a la India, Actualmente, esas poderosas fuerzas psíquicas, libertadas en el pasado, siguen afectando al país y a su pueblo, también con resultados beneficiosos o infortunados. Entre estos últimos figuran, por ejemplo, las enfermedades, como el eczema, que son simplemente la consecuencia de influencias mágicas malignas que persisten en el país y afligen a los egipcios vivientes.

Que les llegue esta advertencia por intermedio de su pluma. Ahora comprenderá usted el motivo de nuestro encuentro. Aunque sea desdeñada e ignorada, nosotros debemos haber cumplido con nuestro deber, yo y usted, si usted lo acepta. Las leyes de la naturaleza no perdonan la ignorancia; pero aún esa excusa habrá desaparecido.

Así terminó el mensaje de Ra-Mak –Hotep. Yo lo transcribí fielmente y lo reproduzco aquí porque lo vale.

Volvimos a encontrarnos varias veces más, el adepto y yo, y luego tuve que proseguir mis viajes hacia el sur. En cada reunión el adepto me colmaba la cabeza de informaciones sobre los principios de la misteriosa fraternidad a la que pertenecía. Cuando yo me refería a mis excursiones por la India, donde conocí a un joven yogui que pretendía ser discípulo de un maestro que tenía más de cuatrocientos años de edad, Ra-Mak-Hotep me comunicó gravemente la estupefaciente e increíble información de que todavía existían algunos adeptos que habían vivido y actuado en el antiguo Egipto.
No me será fácil olvidar las exclamaciones de estupor con que recibí su declaración.

La más sustanciosa de su afirmaciones fue la de que existen adeptos cuyos cuerpos yacen en estado comatoso en ciertas tumbas de Egipto que aún no han sido descubiertas, y que según él, jamás serán descubiertas por los arqueólogos corrientes.

-Las tumbas de esos grandes adeptos están demasiado bien guardadas y nunca serán encontradas por esos “excavadores” de ahora, -explicó- . Esas tumbas no son tumbas de muertos sino de vivos. No contienen momias sino cuerpos de adeptos sumidos en un estado singular que se puede describir muy aproximadamente con la palabra “trance”. Usted describió que en la India ciertos faquires se hacían enterrar durante períodos más o menos breves o prolongados estando sus cuerpos en estado de trance. Las funciones de los órganos respiratorios quedaban completamente suspendidas durante el lapso en que permanecían sepultados. Los adeptos egipcios se hallan, hasta cierto punto, en un estado similar, pero sus conocimientos eran mucho más profundos, y han conservado los cuerpos en trance, pero vivos durante miles de años.

Además hay una diferencia vital entre ellos y esos faquires hindúes. Estos últimos caen en un estado de completa inconsciencia mientras dura el entierro, y no recuerdan nada hasta que vuelven a despertar; a menos que sean adeptos, en cuyo caso nunca se podría persuadirlos a que hicieran una demostración pública de sus poderes. Los adeptos egipcios, en cambio, permanecen completamente conscientes mientras están sepultados, y aunque el cuerpo esté en coma, el espíritu se encuentra libre y en acción. Usted visitó en la India al sabio que nunca habla, cerca de Madrás; cuando fue a verlo la primera vez lo encontró sumido en un profundo trance, como si estuviera muerto. Pero usted debe saber que su mente estaba bien viva, porque en su segunda visita no sólo le demostró estar enterado de la primera, sino que se refirió a su objeción de que usted tratara de fotografiarlo en aquella oportunidad. Esos hombre funcionan en los reinos internos del ser, o hasta en el reino físico, usando un cuerpo etéreo. Los adeptos egipcios enterrados se encuentran mentalmente en un estado similar; físicamente los cuerpos están desde luego sumidos en un trance mucho más profundo. El espíritu se mueve y viaja, la mente piensa con toda consciencia, y el adepto tiene la ventaja de estar en contacto consciente con dos mundos, el material y el espiritual.

Sus cuerpos están ocultos en tumbas imposibles de descubrir, aguardando el retorno de los espíritus. Algún día los espíritus reanimarán esos cuerpos comatosos, que volverán al mundo exterior. El proceso de reanimación tendrá que ser realizado por personas adecuadas, que posean los conocimientos necesarios. El ritual del despertar consistirá en parte, en el canto de ciertas “palabras de poder” secretas. A usted le parecerá raro, pero los cuerpos parecen estar embalsamados, porque yacen envueltos en tiras de lienzo y encerrados en féretros de momias. Pero existe la diferencia fundamental de que no se les extrajo el corazón, como a las verdaderas momias. Todos los órganos vitales siguen intactos, con la única salvedad de que el estómago se hunde debido a que no toma ningún alimento desde el comienzo del trance. Otra diferencia es que los adeptos vivos tienen la cara y el cuerpo enteramente cubiertos con una capa de cera. Esta capa se aplica después de haber sido inducido el estado de trance.

Las tumbas están bien escondidas y son muy pocas; es natural, porque sólo pueden entrar en ese estado los adeptos altamente adelantados, y no todos los adeptos están dispuestos a hacerlo. No me gusta usar la palabra “trance” en el caso de que estos adeptos porque me da una impresión equivocada, pero sé que no pude emplearse adecuadamente ninguna otra. Las condiciones en que ellos se encuentran es muy distinta, por ejemplo, del trance en que entran los médium espiritistas y los sujetos hipnotizados. Hay grados profundos de trance que los investigadores modernos no han descubierto. Todo lo que han conocido en esa materia son estados superficiales en comparación con el estado único y profundo en que se encuentran los adeptos egipcios sepultados. En el reposo de estos últimos hay en realidad mucha actividad; no están realmente en estado de trance, en el sentido que por lo común se le da a palabra.

Hay un adepto que se encuentra en su tumba desde el año 260 a. J.; otro desde antes del año 3.000 a. J.; ¡y otro que yace desde hace 10.000 años! Todos ellos trabajan muy activamente en secreto, por el bienestar espiritual de la humanidad. Saben todo lo que sucede en el mundo, pese al hecho de que sus cuerpos están enterrados. Son hombres perfectos. Con eso quiero decir que sus cuerpos no pueden ser tocados, ni siquiera por un insecto o por un parásito; tan potente es la tremenda irradiación de sus fuerzas espirituales. Además están en continua comunicación telepática con ciertos adeptos vivos de esta época que poseen un cuerpo en funciones. Los tesoros espirituales que conservan los antiguos adeptos egipcios son transmitidos a los adeptos vivos. Cuando llegue el momento de despertarlos, el ritual correspondiente tendrá que ser cumplidos por uno de estos últimos.

Bibliografía
Brunton, P. El Egipto Secreto. Buenos Aires: Kier, 1971.

Ver también:




   

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