"Bestias, Hombres y Dioses"
El Rey del Mundo - Ferdinand Ossendowski
Débora Goldstern
Hoy vamos a tratar uno de los textos más representativos del Mundo Subterráneo. Se trata de: “Bestias, Hombres y Dioses”, de Ferdinand Ossedonwski. Este autor de origen polaco, narró sus peripecias en tierras tibetanas.
Sin embargo aquel estudio de corte biográfico, adquirió fama por uno de sus capítulos, donde se hacía mención al Rey del Mundo, y el Imperio Subterráneo de Agartha.
Ossedonwski, no fue el primero en introducir este tema en Occidente, ya que su antecesor fue un esoterista francés, el marqués de Alexander Saint –Yves d’ Alveydre, que en 1885 publicó Misión de la India en Europa, oscuro texto donde daba cuenta de su encuentro con un misterioso representante del Agartha.
“Bestias, Hombres y Dioses vió la luz en 1922. Aquí el fascinante relato.
El Misterio de los Misterios
El Rey del Mundo
Por Ferdinand Ossendowski
Capítulo XLVI
Capítulo XLVI
El Reino Subterráneo
¡Deteneos! -murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan Luk-. ¡Deteneos!
Y se dejó resbalar desde lo alto de su camello, que se tumbó sin que nadie se lo ordenase. El mongol se tapó la cara con las manos en actitud de orar y comenzó a repetir la frase sagrada: Om mani padme Hung.
Los otros mongoles detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar.
-¿Qué sucede? pensé yo, mirando en torno mío la hierba verde pálido que se extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado por los últimos rayos soñadores del sol poniente.
Los mongoles rezaron durante un momento, cuchichearon entre ellos y después de apretar lar cinchas de los camellos reanudaron la marcha.
-¿No habéis visto -me preguntó el mongol -cómo nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos en la llanura quedaban inmóviles y atentos y cómo los carneros y el ganado se echaban en el suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquél, el lobo que se aproximaba a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz salga. Todos los seres vivos, transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.
Así habló el mongol, pastor simple e inculto.
Mongolia, con sus montañas peladas y terribles, sus llanuras limitadas cubiertas de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones tormentosas de la naturaleza o adormecido por la paz de la muerte, lo siente en su plena magnitud y los lamas, rojos y amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y Lhassa guardan su ciencia y su posesión.
¡Deteneos! -murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan Luk-. ¡Deteneos!
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Los otros mongoles detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar.
-¿Qué sucede? pensé yo, mirando en torno mío la hierba verde pálido que se extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado por los últimos rayos soñadores del sol poniente.
Los mongoles rezaron durante un momento, cuchichearon entre ellos y después de apretar lar cinchas de los camellos reanudaron la marcha.
-¿No habéis visto -me preguntó el mongol -cómo nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos en la llanura quedaban inmóviles y atentos y cómo los carneros y el ganado se echaban en el suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquél, el lobo que se aproximaba a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz salga. Todos los seres vivos, transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.
Así habló el mongol, pastor simple e inculto.
Mongolia, con sus montañas peladas y terribles, sus llanuras limitadas cubiertas de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones tormentosas de la naturaleza o adormecido por la paz de la muerte, lo siente en su plena magnitud y los lamas, rojos y amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y Lhassa guardan su ciencia y su posesión.
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Los ancianos de las riberas del Amyl me refirieron una antigua leyenda, según la cual una tribu mongola, intentando huir de las exigencias de Gengis Jan, se ocultó en una comarca subterránea. Más tarde un soyoto de los alrededores del Nogan Kul me mostró, así que se disipó una nube de humo, la puerta que sirve de entrada al reino de Agharti. Antaño penetró por esa puerta en el reino un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había visto. Los lamas le cortaron la lengua para Impedirle hablar del misterio de los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la caverna y desapareció en el reino subterráneo cuyo recuerdo tanto encantó y regocijó su corazón de nómada.
Obtuve informes más detallados de labios del hutuktu Jelyl Dyamsrap de Narabanchi Kure. Este me narró la historia de la llegada del poderoso Rey del Mundo a su salida del reino subterráneo, su aparición, sus milagros y profecías, y entonces solamente empecé a comprender que en esta leyenda, esta hipnosis, esta visión colectiva, de cualquier modo como se la interprete, se encierra, a m s de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir en el curso de la vida política de Asia. A partir de ese momento, comencé mis investigaciones.
El lama Gelong, favorito del príncipe Chultun Beyli, y el príncipe mismo, me hicieron la descripción del reino subterráneo.
-En el mundo -dijo el Cielong-, todo se halla constantemente en estado de transición y de cambio: los pueblos, las religiones, las leyes y las costumbres. ¡Cuántos grandes imperios y brillantes constituciones han perecido. Lo único que no cambia nunca es el mal, el instrumento de los espíritus perversos. Hace más de seis mil años, un hombre santo desapareció con toda una tribu en el interior de la tierra y nunca ha reaparecido en la superficie de ella. Muchos hombres, sin embargo, han visitado después ese reino misterioso: Sakya Muni, Nadur Gheghen, Paspa, Baber y otros. Nadie sabe dónde se encuentra situado. Dicen unos que en el Afganistán, otros que en la India. Todos los miembros de esta religión están protegidos contra el mal, y el crimen no existe en el interior de sus fronteras. La ciencia se ha desarrollado en la tranquilidad y nadie vive amenazado de destrucción. El pueblo subterráneo ha llegado al colmo de la sabiduría. Ahora es, un gran reino que cuenta con millones de súbditos regidos por el Rey del Mundo. Éste conoce todas las fuerzas de la naturaleza, lee en todas las almas humanas y en el gran libro del destino. Invisible, reina sobre ochocientos millones de hombres, que están dispuestos a ejecutar sus órdenes.
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Esos isleños les dijeron que habían venido del reino subterráneo y les describieron ciertas regiones.
El lama Turgut, que me acompañó en mi viaje de Urga a Pekín, me proporcionó otros informes.
La caipital de Agharti está rodeada de villas en las que habitan los grandes sacerdotess sacerdotes y los sabios. Recuerda a Lhassa, donde el palacio del Dali Lama, el Potala, se halla en la cima de un monte cubierto de templos y monasterios. El trono del Rey del Mundo se alza entre dos millones de dioses encarnados. Estos son los santos panditas. El palacio mismo se halla circundado por la residencia de los Goros, quienes Poseen todas las fuerzas visibles e invisibles de la tierra, del infierno y del cielo, y pueden disponer a su antojo de la vida y la muerte de los hombres. Si nuestra loca humanidad emprendiese la guerra contra ellos, serían capaces de hacer saltar la corteza de nuestro planeta, transformando la superficie de éste en desiertos. Pueden secar los mares, cambiar los continentes en oceanos y convertir las montañas en arenales. A su mando, los árboles, las hierbas y las zarzas empiezan a retoñar; los hombres viejos y débiles se rejuvenecen y vigorizan y los muertos resucitan. En extraños carros, que nosotros no conocemos, recorren a toda velocidad los estrechos pasillos del interior de nuestro planeta. Algunos brahmanes de la India y ciertos Dala¡ Lamas del Tibet, han conseguido escalar los picos de las cordilleras, nunca hollados hasta entonces por el pie humano, y vieron inscripciones grabadas en las rocas, pisadas en la nieve y señales de ruedas de carruajes. El bienaventurado Sakya Muni encontró en la cima de un monte unas tablas de piedra con letreros que sólo logró descifrar a edad muy avanzada, y penetró luego en el reino de Agharti, del que trajo las migajas del saber sagrado que pudo retener en la memoria. Allí, en palacios maravillosos de cristal, moran los jefes invisibles de los fieles: el Rey del Mundo, Brahytma, que puede hablar a Dios como yo os hablo, y sus dos auxiliares: mahytma, que conoce los acontecimientos futuros, y Mahynga, que dirige las causas de acontecimientos.
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Estas son las historias que oí contar en las yurtas de los príncipes y en los monasterios lamaistas. El tono con que me las referían me impedía formular la menor objeción.
Misterio...
CAPÍTULO XLVII
EL REY DEL MUNDO ENFRENTE DE DIOS
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Cuando salí del despacho del Bogdo Hutuktu, encontré al bibliotecario que, se habla ido antes que yo, y le pregunté si consentiría en que visitase la biblioteca del Buda vivo. Empleé con él una treta inocente.
-Sabed, mi querido lama-le dije, que yo estuve un día en medio del campo, a la hora en que el Rey del Mundo conversaba con Dios, y experimenté la conmovedora impresión del momento.
Sorprendiéndome mucho, el viejo lama me repuso con tono sereno.
-No es justo que el budismo y nuestra religión amarilla lo oculten. El reconocimiento de la existencia del más santo y poderoso de los hombres, del reino bendito, del gran tan templo de la ciencia sagrada, es tan consolador para nuestros corazones de pecadores y nuestras vidas corrompidas, que ocultarlo a la humanidad sería un pecado. Pues bien, oíd -añadió el letrado-: el año entero el Rey del Mundo dirige los trabajos de los panditas y goros de Agharti. A veces, acude a la caverna de¡ templo, donde reposa el cuerpo embalsamado de su antecesor, en un féretro de piedra negra. Esta caverna está siempre obscura, pero cuando el Rey del Mundo entra en ella, en los muros surgen rayas de fuego, y de la cubierta de¡ féretro suben lenguas de llamas. El goro mayor se mantiene junto a él, tapadas la cabeza y la cara, con las manos cruzadas sobre el pecho. El goro no se quita nunca el velo del rostro, porque su cabeza es una calavera de ojos chispeantes y lengua expeditiva. Comulga con las almas de los difuntos.
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Después de su coloquio con su antecesor, el Rey del Mundo reúne el Supremo Consejo de Dios, juzga las acciones y los pensamientos de los grandes hombres y les ayuda o les anonada. Mahytma y Mahynga hallan el puesto de esas acciones e intenciones entre las causas que manejan el mundo. Enseguida, el Rey del Mundo entra en el templo, y a solas reza y medita. El fuego brota del altar, y poco a poco se propaga a todos los altares próximos, y a través de la llama ardiente se vislumbra cada vez más claro el rostro de Dios. El Rey del Mundo participa respuestuosamente a Dios las decisiones del Consejo, y recibe a cambio las instrucciones inescrutables del Omnipotente. Cuando abandona el templo, el Rey del Mundo exhala un resplandor divino.
CAPÍTULO XLVIII
¡REALIDAD O FICCIÓN MÍSTICA?
¿Ha visto alguién al Rey del Mundo? -pregunté-
-Sí -contestó el lama-. Durante las fiestas solemnes del primitivo budismo, en Siam y las Indias, el Rey del Mundo se apareció cinco veces. Ocupaba una carroza magnífica tirada por elefantes blancos, engalanados con finísimas telas cuajadas dé oro y pedrería. El Rey vestía un manto blanco y llevaba en la cabeza la tiara roja, de la que pendian hilos dé brillantes que le tapaban la cara. Bendecía al pueblo con sordos oyeron, los impedidos echaron a andar y los muertos se incorporaban en sus tumbas por doquiera fijaba la mirada el Rey del Mundo. También se apareció hace ciento cincuenta años, en Erdeni Dzu, y visitó igualmente el antiguo monasterio de Sakkal y Narabanchi Kure.
Uno de nuestros Budas vivos y uno de los Tashi Lamas recibieron de él un mensaje escrito en caracteres desconocidos y en láminas de oro. Nadie podía leer aquel documento. El Tashi Lania entró en el templo, puso la lámina de oro sobre su cabeza y empezó a rezar. Gracias a su plegarla los pensamientos de¡ Rey de¡ Mundo penetraron en su cerebro, y sin haber leído los enigmáticos signos, comprendió y cumplió la regia disposición.
-¿Cuántas personas han ido a Agharti?- pregunté.
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El lama permaneció silencioso un buen rato. Luego, como respondiendo a mis pensamientos, continuó:
-En Agharti, los sabios panditas escriben en tablas de piedra toda la ciencia de nuestro planeta y de los demás mundos. Los doctos budistas chinos no lo ignoran. Su creencia es la más alta y pura. Cada siglo, cien sabios de China, se reúnen, en un lugar secreto, a orillas del mar, y de las profundidades ,de éste salen cien tortugas inmortales. En sus conchas, los chinos escriben las conclusiones de la ciencia divina del siglo.
Esto me recuerda la historia que me contó un viejo bonzo del templo del Cielo en Pekín. Me dijo que las tortugas viven más de tres mil años sin aire ni alimento y que esta es la razón por la cual todas las columnas del templo azul del Cielo tienen por base tortugas vivas, a fin de evitar quepudra la madera.
-Varias veces los pontifices de Urga y Lhassa han enviado embajadas a la Corte del Rey del Mundo-, agregó el lama bibliotecarío- Peero les fue imposible dar con ella. Sólo un cierto caudillo tibetano, después de una batalla con los Olets, encontró la caverna con la célebre inscripción: "Esta puerta conduce a Agharti". De la caverna salió un hombre de buena presencia que le mostró una plancha de oro con letras desconocidas y le dijo:
-El Rey del Mundo aparecerá delante de todos los hombres cuando llegue la hora de que se ponga al frente de los buenos para luchar con los malos; pero esa hora no ha sonado todavía. Los más malos de la humanidad aún están por nacer.
El chiang chun, barón Ungern, nombró embajador suyo en el reino subterráno al joven príncipe Punzig, pero éste regresó con una carta del Dali Lama de Lhassa. El barón le envió de nuevo y la segunda vez no volvió.
CAPÍTULO XLI
LA PROFECÍA DEL REY DEL MUNDO EN 1890
El hutuktu de Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de visitarle en su monasterio al empezar el año 1921: -La vez que el Rey de¡ Mundo se apareció a los lamas de nuestro monasterio, favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una profecía relativa a los cincuenta años inmediata y correlativamente venideros. Hela aquí.
«Cada día más se olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus cuerpos. La corrupción más grande reinará en la tierra. Los hombres se asemejarán a animales feroces, sedientos de la sangre de sus hermanos. La Media Luna se borrará y sus adeptos se sumirán en la mendicidad y en la guerra perpetua. Sus conquistadores serán heridos por el sol, pero no subirán dos veces; les sucederá la peor de las desgracias y acabarán entre insultos a los ojos de los demás pueblos. Las coronas de los reyes, grandes y pequeños, caerán. uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... Habrá una guerra terrible entre todos los pueblos. Los océanos enrojecerán... La tierra y el fondo de los mares se cubrirán de, esqueletos, se fraccionarán los reinos, morirán naciones enteras... el hambre, la enfermedad, los crímenes desconocidos de las leyes... cuanto el mundo no habrá contemplado aún. Entonces vendrán los enemigos de Dios y del Espíritu Divino que residen en el hombre. Quienes cojan la mano de otro, perecerán también. Los olvidados, los perseguidos. se sublevarán y llamarán -la atención del mundo entero. Habrá nieblas y tempestades, Las montañas peladas se cubrirán de bosques. Temblará la tierra... Millones de hombres cambiarán las cadenas de la esclavitud y las humillaciones por el hambre, las enfermedades y la muerte. Los antiguos caminos se llenarán de multitudes que Irán de un sitio a otro. Las ciudades mejores y más hermosas perecerán por el fuego... una, dos, tres... El padre luchará con el hijo, el hermano con el hermano, la madre con la hija. El vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de las almas imperarán sin frenos... Se dispersarán las familias... Desaparecerán la fidelidad y el amor... De diez mil hombres, uno solo sobrevivirá... un loco, desnudo, hambriento y sin fuerzas, que no sabrá construirse una casa, ni proporcionarse alimento... Aullará como un lobo rabioso, devorará cadáveres, morderá su propia carne y desafiará airado a Dios... Se despoblará la7 tierra. Dios le dejará de su mano. Sobre ella esparcirán tan sólo sus frutos la noche y la muerte. Entonces surgirá un pueblo hasta ahora desconocido que, con puño fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y del vicio y conducirá a los que hayan permanecido fieles al espíritu del hombre, a la batalla contra el mal. Fundarán una nueva vida en la tierra purificada por la muerte de las naciones. Dentro de cincuenta años no habrá más que tres grandes reinos nuevos que vivirán felices durante setenta y un años. En seguida vendrán diez y ocho años de guerras y cataclismos... Luego los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la tierra.
Mongolla orienta¡, camino de Pekín, me pregunté frecuentemente,
-¿Qué sucedería, si todos estos pueblos y tribus tan distintos y de tan diferentes razas y religiones comenzasen a emigrar al Oeste?
Ahora, en el momento de escribir estas últimas líneas, mi mirada se dirige involuntariamnte a ese vasto corazón del Asia central, teatro de mis correrías y aventuras. A través de los. torbellinos de nieve o de las tempestades de arena del Gobi, veo el rostro del hutuktu de Naraban, tono reposado me descubra el secreto de su pensamiento, señalando al horizonte con su fina mano de aristócrata.
Cerca de Karakorun, a orillas del Ubsa Nor, contemplo los Inmensos campamentos multicolores, los rebaños de toda clase de ganado, las yurtas azules de los jefes. Sobre esto se alzan los estandartes de Gengis Jan, de los reyes del Tíbet, de Siam, del Afganistán y de los príncipes indios; los signos sagrados de los pontificess lamaístas, los escudos de los Janes y de los Olets y los sencillos atributos de las tribus mongolas del Norte. No oigo el rumor de la agitada multitud. Los cantores no cantan los aires melancólicos de las montarías, de las llanuras y de los desiertos. Los jinetes mozos no disfrutan corriendo en sus ágiles caballos. Masas y masas de innumerables ancianos, mujeres y niños, ocupan el terreno y más allá al Norte y al Oeste, hasta donde la vista puede alcanzar, el cielo se tiñe con rojeces de llama y se oye el retumbar y el crepitar del incendio y el estruendo horrísono de la batalla y a matanza que lleva a los guerreros asiáticos entre ríos de sangre propia y de los enemigos, a la conquista de Europa. ¿Quién gula esas multitudes de ancianos sin armas? En ellas domina un orden severo, una comprensión profunda y religiosa del fin que se proponen, la paciencia y la tenacidad. Es la nueva emigración de los pueblos, la última marcha de los mongoles.
Quizás Karma ha abierto una nueva página en la historia ¿Qué ocurrirá si el Rey del Mundo está con ellos?
Pero este gran misterio de los misterios continúa siendo impenetrable.
La Atlántida
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