30 de agosto de 2010

Superiores Desconocidos - Sistema de Control en la Tierra II - Débora Goldstern

Superiores Desconocidos
Sistema de Control en la Tierra II
Débora Goldstern





Hoy presentamos un nuevo relato que continúa la saga de los Superiores Desconocidos, donde el sistema de control se vuelve a revelar en todo su esplendor. Nuevamente el escenario elegido es Sudamérica, con base en la República Argentina.

La historia pertenece a un astrónomo Damián Mast, quién rememora el suceso acaecido hace ya unos cuantos años, y en el cual volvemos a encontrar situaciones que se repiten en cuanto al accionar de esta misteriosa organización, de la cual decimos opera en la tierra, y que está fuertemente vinculado al "enigma de los enigmas," el fenómeno ovni.

Atienda el lector-.

Se que estuvieron allí
Damián Mast


No fue hasta que me decidí a escribir esta historia, que tomé conciencia de hasta qué punto lo que ocurrió aquella tarde influyó en mi futuro. Pero ese análisis lo haré en otro lado. Me cuesta creer que hayan pasado tantos años y recién hoy me disponga a contarla. Trataré de ser lo más objetivo posible, aunque el tiempo, ya lo sabemos, hace de las suyas.

Debería hacer la salvedad, nuevamente, de que estos son los hechos como los registró un muchacho de doce años que jugaba al fútbol y a los juegos de su Commodore 64, como cualquier otro muchacho de su edad. Y tenía una agencia de detectives.

De la agencia Julián & Damián, detectives y su destino ya les conté en otra ocasión. La maldita costumbre que tienen los niños de hacer las cosas por vocación, sin buscar el rédito económico, debe haber sido la causa de la disolución —ahora que lo pienso— de tan noble empresa. Aunque eso ocurrió mucho tiempo después de aquella tarde en que, sentados frente al monitor de la computadora, por el rabillo del ojo vi la Luna llena a través de la ventana del balcón. Eran las tres de la tarde.

No recuerdo a qué habríamos estado jugando. Lo que sí recuerdo es que era multijugador, es decir, juega uno y luego le pasa el joystick al otro. Julián estaba totalmente concentrado en el juego. Yo, sorprendido por mi visión de la Luna en plena siesta, buscaba en el pedazo de cielo que me dejaba ver la ventana, algún rastro de esa luz. Obviamente, no había nada. Era imposible ver la Luna a esa hora y a una altura tan baja sobre el horizonte. Además, no había sido la pálida Luna que se suele ver de día, sino un disco muy brillante.

“Hubiese jurado que acabo de ver la Luna”, le dije a Julián que seguía enfrascado en el juego. No me prestó ninguna atención, “y era algo muy brillante, muy raro”. Ver la Luna no parece ser algo que justifique mi sorpresa, aún a esa hora de la tarde, pero, movido por una extraña curiosidad, me vi rápidamente asomado al balcón del tercer piso de calle Wheelwright donde vivíamos con mi familia, frente al río Paraná.

Por aquellos años, antes de la construcción del Parque España, frente a mi departamento estaba el ferrocarril abandonado. Uno cruzaba la calle y se encontraba con un paredón de cuatro metros de alto y muchas cuadras de largo, construido por los ingleses a fines del siglo XIX. Detrás de ese muro, el cual sólo se podía traspasar por un par de entradas separadas unas tres o cuatro cuadras, se encontraban las vías del ferrocarril. Luego de atravesar vagones abandonados que servían de refugio a varios linyeras, había un conjunto de galpones. Hoy, esos galpones han sido transformados en restaurantes y bares de cierto lujo, pero aquella tarde en que me encontraba asomado al balcón buscando la Luna, aún eran utilizados como depósito de botellas en medio de las instalaciones abandonadas del ferrocarril. Ladrillo rojo, techo a dos aguas al más puro estilo inglés, sólo tenían en su interior montañas de botellas vacías en cajones. Pasando esos galpones, empezaba la barranca del río Paraná que terminaba, diez metros más abajo, con los muelles de pescadores. A ambos lados del depósito que estaba justo frente a mi balcón (ver foto al final), había dos montañas de botellas. Fueron esas botellas las que, de repente, se iluminaron como si un sol hubiese nacido detrás del depósito.

La luz fue creciendo paulatinamente hasta aparecer por encima del galpón y luego se apagó, de forma tan sutil como había empezado. Me quedé mirando fijamente, para ver si mis ojos no habían sido engañados por algún reflejo extraño, sintiendo el corazón latir bajo mi camisa. “Julián”, llamé con voz neutra, casi profesional —me gusta pensar ahora—, al ver nuevamente cómo se iluminaba todo lo que estaba a los lados del depósito y luego desbordaba luz por encima del techo a dos aguas. Para cuando Julián salió al balcón, la luz se había apagado nuevamente. “Hay algo detrás del galpón”, le dije señalando en dirección al río, “algo que ilumina todo lo que está ahí detrás”. No es que Julián no me creyera, sino que “algo” es un término demasiado amplio para generar curiosidad. La cuestión es que al cabo de unos minutos oteando el horizonte, Julián volvió a entrar en el departamento. No había introducido medio cuerpo, cuando aquel sol volvió a crecer. “¡Ahí!”, grité, “¿lo viste?”. Esta vez, con Julián nuevamente junto a mí en el balcón del tercer piso de calle Wheelwright, lo que sea que estaba detrás del galpón del ferrocarril comenzó a latir.

En menos de cinco minutos ya estaba barriendo la zona con los viejos prismáticos de mi abuelo. Julián me miraba excitado, atento a cualquier detalle que no se pudiese percibir a ojo desnudo. Sostenía en sus manos, lista para disparar, nuestra cámara de fotos: una clásica Kodak pocket de película 110. No debería extrañar al lector la celeridad con la que reunimos el equipo. Al fin y al cabo, éramos detectives.

A excepción del depósito, todas las instalaciones, desde el muro que daba a la calle hasta la barranca, para la fecha en que ocurrieron los hechos que narro, estaban completamente abandonadas. Si bien había unos caminos, empedrados con adoquines de la época de los ingleses, utilizados muy de vez en cuando por los camiones que cargaban y descargaban las botellas, la zona sólo era transitada por pescadores dirigiéndose a los muelles. La frecuencia con la que la luz latía iba en aumento. Fue entonces cuando Julián me tironeó del brazo, en silencio, señalando hacia la derecha. Al bajar los prismáticos, veo que por uno de los caminos se acercaban rápidamente, a juzgar por las nubes de polvo que dejaban atrás, dos autos negros. Un Renault 18 y un Peugeot 504. Recuerdo perfectamente la imagen de esos autos que parecían ir corriendo un rally, dentro del círculo recortado de la óptica. Al llegar frente al depósito, frenaron abruptamente, derrapando y, con los autos aún en movimiento, todas las puertas se abrieron al unísono. Se bajaron como en una coreografía muy ensayada, los ocho pasajeros al mismo tiempo. Cuatro de cada auto, incluidos los choferes, dejando las puertas completamente abiertas. Todos vestían trajes, con saco y corbata de oficinista, totalmente negros.

Me doy cuenta que mi corazón, veinticinco años más viejo, está excitado como el de aquel niño que miraba, alternando entre los prismáticos y su vista directa, como tratando de comprobar si no era el instrumento el que estaba alucinando, a dos grupos de cuatro hombres cada uno, que corrían con coordinación casi militar hacia la parte de atrás del depósito. Afuera el viento arrecia. Parece ser una típica tormenta de verano. Unas ramas golpean mi ventana, la que no puedo evitar vigilar cada tanto, y me devuelven al presente. Muy lejos de aquella luz que latía cada vez con más intensidad y con mayor frecuencia. Los hombres de traje negro de oficinista, que habían abandonado sus autos negros frente al depósito con sus cuatro puertas abiertas de par en par, desaparecieron a la carrera en dirección a la luz.

Y ahí cometimos un error nada digno de dos detectives. Muchas veces se plantea el juego intelectual de viajar con la máquina del tiempo al pasado y encontrarte con tu “yo” más joven. El juego consiste en responder, sin revelarle tu identidad, qué consejo le darías. Por mi parte me arrodillaría para que nuestras miradas queden a la misma altura, lo tomaría de los hombros y le diría: “Estudia lo que se te antoje, ve a donde quieras, no le confieses tu amor a ninguna de las chicas con las que sueñas y soñarás cada noche y cada mañana, si no te animas, pero por lo que más quieras en el mundo, la tarde del 13 de setiembre de 1983, sepárense. Que quede uno de ustedes en el balcón y el otro suba a la terraza solo.”

Recorrer los siete pisos que separaban el departamento de la terraza, corriendo por la escalera para evitar las demoras del ascensor, nos llevó menos de tres minutos. Desde el décimo se puede observar toda la isla que se despliega frente a Rosario, cruzando el Paraná. Nos quedamos un rato masticando la bronca en silencio, mirando hacia abajo, la cámara colgando inútil de la muñeca de Julián, yo sosteniendo los prismáticos a la altura del pecho. A unos doscientos metros bajo nuestros pies, podíamos ver el galpón del ferrocarril custodiado sólo por unas montañas de botellas. Ninguna luz. Ningún auto.

Sin apuro, con la certeza de que no encontraríamos nada, bajamos y cruzamos el paredón que separaba la calle del ferrocarril. Una de las entradas se encontraba a pocos metros de mi casa. Atravesamos las vías escudriñando cada metro cuadrado. Me detuve un rato frente al depósito, mirando los adoquines con el recuerdo de los autos negros derrapando. Julián ya estaba llegando a la parte trasera del depósito, así que me apuré para alcanzarlo y compartir el momento de algún posible descubrimiento. El depósito, del lado que da al río, tenía una galería con techo de chapa. Entre la galería y la barranca quedaban unos veinte metros. Luego de caminar un rato en círculos, pateando piedras y contemplando la escasa maleza que crecía entre los intersticios de las baldosas rotas, decidimos que ahí no había ningún rastro o pista de lo que había sucedido hacía menos de una hora. Volvimos a casa derrotados, impotentes, sintiendo que frente a nuestras narices ocurrían cosas que no éramos capaces de entender, pero teníamos la obligación de investigar. Aunque no sabíamos cómo. La sensación de que ahí terminaba todo y de que nunca sabríamos nada de la extraña luz, nos duró hasta la mañana siguiente al abrir el periódico local.

La Capital, el diario más importante de la ciudad, titulaba en una de sus páginas interiores, dentro de un recuadro pequeño, abajo a la derecha, “OVNI sobre la ciudad de Rosario”, y continuaba el artículo “Ayer por la tarde, varios lectores de este diario se comunicaban con nuestra redacción para informar que estaban viendo una extraña luz moviéndose en el cielo rosarino. Las autoridades del aeropuerto informaron a este medio que no se ha registrado ningún fenómeno anormal”. En la escuela fue el comentario de todos. Varias personas habían sido testigos de la “extraña luz en el cielo”, incluyendo a mi maestra que contaba muy sorprendida: “Se movía de un lado a otro a una velocidad increíble. Cuando una la miraba, parecía como si se escondiera detrás de los edificios. Era como si tuviese inteligencia”. Con Julián nos mirábamos sin decir palabra, asintiendo con la cabeza y sonriendo.

Recuerdo que lo que más llamó mi atención en aquel momento, fueron los comentarios acerca del comportamiento inteligente de la luz. Era lo único que no cerraba en los hechos. ¿Cómo puede una nave ser conciente de que una mujer, de entre más de un millón de habitantes, tendiendo la ropa en su patio, cada tanto la detecta en el cielo y esconderse como un hada jugando en el bosque?

Esa pregunta me persiguió por muchos años hasta que me topé en Internet con un sujeto que hablaba de dos hipótesis diferentes. Mi problema era que hasta ese momento yo sólo había conocido la del pelotón de tuercas y tornillos.

Supe de la existencia de los “Hombres de Negro” muchos años después.

Quiénes son estos personajes, aún no lo sé. Me cuesta creer que de ser extraterrestres o no pertenecer a esta dimensión, necesiten movilizarse en un Renault 18. Lo cierto es que algo buscaban frente a mi casa aquella tarde.

He vuelto un par de veces, pasados muchos años, a caminar junto al río entre los bares y restaurantes que ocupan la zona. Si van por Rosario, sepan que en ese lugar ahora está la parrilla Don Ferro. Me suelo quedar de pie, sobre la barranca, mirando la gente que ríe y toma cerveza. Me pregunto si sabe qué ocurrió ahí hace veinticinco años. Obviamente que no, nadie lo sabe. Bueno, en realidad hay quienes sí saben. La brisa en la rivera del Paraná es cálida, pero no puedo evitar sentir, cuando estoy parado allí, un leve escalofrío en la espalda. La sensación de ser observado la conocemos todos.

13 comentarios:

  1. un relato muy vivido de una experiencia excepcional lo lei con mucho interés
    un abrazo amiga
    Alejandro

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  2. Gracias Ale! Teniendo en cuenta la profesión del narrador, el relato aún adquiere mayor valor. Para atender.

    Un abrazo
    Debbie

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  3. Hola, Débora.

    Apasionante tema el de los Superiores Desconocidos. Y, todavía más, si cabe, el de los Hombres de Negro. De los testimonios de quienes dicen haberlos visto, se desprenden extrañas y confusas conclusiones, como todo en este tema. Podría colegirse que se trata de servicios secretos de alguna gran potencia (bueno de alguna no, de la gran potencia que todos sabemos). De hecho, allá donde ha sucedido algo extraño, no han faltado efectivos militares o civiles que requisaban películas a los paisanos y les amenazaban físicamente. Se dio un caso hace años en la isla de Mallorca (Baleares, España) en la costa de un bello pueblo llamado Sóller, donde algunas personas se acercaban por las noches a un mirador sobre el Mediterráneo y, atónitos, observaban naves iluminadas que entraban y salían del mar, de una zona subacuática bajo las rocas de un acantilado. Algunos tomaron fotos. Yo hablé años después con uno de los principales protagonistas del evento, cuya identidad, por supuesto, no daré a conocer, y me comentó que algunos militares de una base norteamericana que hay en la isla se presentaron un día en su casa y le obligaron a entregarle todas las fotos y carretes del caso, aparte de amenazarle. Este hecho quizá no sea atribuible a los hombres de negro, pero la operativa es idéntica. Aquí se trataría de intereses meramente humanos.

    Otra cosa es si vinculamos a los Hombres de Negro con los Superiores Desconocidos. Dado que los segundos deducimos son seres cuyo propósito es retrasar nuestra evolución, los primeros serían como su brazo ejecutor, quizá ellos mismos. Lo cierto es que ha habido testimonios sobre hombres de negro con aspecto y conducta terrenales y otros que los describen como de aspecto extraño y reacciones poco normales según nuestros patrones, como alienígenas embutidos en un traje de americana y corbata negros, con rasgos humanoides pero no del todo humanos y con un comportamiento como forzado, pretendidamente humano. Es un fenómeno complejo en el que ha habido de todo. Lo del color negro del vestido y los autos da que pensar.

    Tema interesante, como todos los aquí tratados. Queremos saber, pero cuán poco sabemos, ¿verdad?

    Un abrazo a todos.

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  4. Hola John:

    Este es un tema en lo personal vital por sus implicancias, y al cual vengo siguiendo la pista desde hace mucho tiempo.

    Es una de las patas centrales ,además, del fenómeno ovni, no existe uno sin otro, todo está vinculado.

    Adopté el término Superiores Desconocidos, en contraposición a MB porque creo hay además un trasfondo esotérico, que aunque camuflado es el hilo conductor.

    También subscribo al sistema del "sistema de control", puesto que de otra manera es imposible descifrar como hacen estos seres para aparecer en los momentos claves, lo cual indica que "hay algo que digita todo en este planeta".

    Tengo más información que sigue involucrando a los Andes, y que pronto publicaré.

    Un abrazo
    Debbie

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  5. Hola, Debbie. Saludos a todos.

    Aquí estoy de nuevo, tras un período de reflexión. La línea argumental del comentario acertado que le haces a John Dee, me hace pensar en alguien que creo es uno de tus autores de referencia: David Tansley. ¿Voy bien?

    El blog sigue creciendo. Surgen nuevos e interesantes aportes. Además, tus investigaciones se ponen cada vez más interesantes. Enhorabuena.

    Un abrazo.
    Javier.

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  6. Hola Debbie,
    Excelente!! ..casi me senti allí dentro del relato (con vista hacia la costanera)

    aqui
    http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=503793


    como estos hechos dejan las elucubraciones en terreno de la incertidumbre, como "jugando" con la percepción habitual de las cosas

    saludos!! por alla

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  7. Hola Javi:

    Primero que nada gracias por tus palabras hacia CS.

    Te diré no pensé en Tansley a la hora de hacerle el comentario a John, si en la línea esotérica que vengo señalando, que creo es la clave y a la cual este autor, también adscribe.

    Hay mucho para seguir profundizando sobre las historias de los SD, que vuelvo decir, es un tema central para el abordaje ovni. Nuestra meta es continuar con estas historias.

    Un abrazo
    Debbie

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  8. Hola Roddan:

    Las historias sobre las andanzas de los SP superan todas las fantasías conocidas, porque aunque cueste creerlo son muchos los testimonios que avalan su accionar.

    Y es por eso que debemos tratar de recoger la mayor cantidad de relatos posibles, única manera de tratar de entender "cual son sus reales motivaciones".

    Un abrazo
    Debbie

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  9. Si, ..es como si los encuentros con "ellos" o "ello" se efectuara a un nivel multi-dimensional en donde lo que entendemos por psique queda totalmente indiferenciado con lo que llamamos realidad.

    Recuerdo los casos de este libro "Pasaporte a Magonia/ J. Vallee"... ¡ un tema apasionante este eh..

    A proposito habias andado algo desaparecida..al parecer(¿o quizas era yo que no habia entardo mucho al blog! je)

    bueno hablamos un dia que te vea en google
    abrazo..
    Rodrigo

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  10. Hola, Debbie.

    Entro de nuevo para comentar sobre un científico supuestamente disidente de la NASA, Richard C. Hoagland. Y digo 'supuestamente' por mera prudencia, porque en este juego de máscaras que es la época que nos ha tocado vivir, es difícil saber con certeza quién es quién. Ha llevado a cabo curiosos análisis de imágenes enviadas por sondas a Marte y ha puesto de relieve la existencia de estructuras artificiales en dicho planeta. También defiende (yo no lo comparto) que todo, repito TODO, el fenómeno ovni es un evento de falsa bandera promovido por USA. Para ello se basa en que la NASA es la continuadora de la tecnología nazi secreta (idea, no obstante, que quizá merezca debatirse). En consecuencia, afirma sin tapujos que los norteamericanos ya conocen la tecnología hiperdimensional y esa es la causa de TODOS los avistamientos del mundo (nuevamente no estoy de acuerdo). Y en este batiburrillo de aparentes ideas contradictorias, posibles y/o disparatadas, nos atiza un directo a la mandíbula que no deja indiferente a nadie: proclama que se nos está preparando para un falso contacto ET con el objetivo de crear un nuevo paradigma de control. Qué fuerte, ¿no? De la élite todo me lo creo, pero esto ya sería el colmo.

    Dejo estas provocadoras ideas para el debate.

    Un abrazo.
    Javier.

    Webs recomendadas:

    -http://www.enterprisemission.com/
    -http://pijamasurf.com/2010/08/ex-cientifico-de-la-nasa-estamos-cerca-de-un-evento-de-falso-contacto-extraterrestre/

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  11. Hola Rodri:

    Si estuve un poco en otro lado, pero ya volví. No se hasta cuando jajaja Un abrazo, Debbie

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  12. Hola Javi:

    La verdad que todos los dirscursos del tema ovni aterrizados desde USA, los tomo con pinza, y en su mayoría a veces los termino descartando.

    La red desgraciadamente potencia este tipo de afirmaciones, de hombres que "supuestamente con grandes credenciales", como Hoagland y tantos otros, ejemplo gurúes de la Exopolítica, terminan dando vueltas sobre lo mismo, sin aportar mucho, y en su mayoría no existe evidencia que pruebe la mayoría de sus dichos.

    Tomo el caso de Bob Dean, uno de los máximos difusores del fenómeno, quién supuestamente estuvo en la OTAN. Cuando hice el post sobre los discos Dropa encontré que este supuesto paladín de los ovnis, mentía en sus afirmaciones, lo cual me puso en guardia.

    No digo que todos entren en la misma línea, pero realmente no coincido para nada en la visión que los norteamericanos pretenden creamos de los ovnis.

    Por supuesto que como potencia cuentan con información de primera, pero a su vez tratan de contaminar la escena lo más posible.

    ¿Que ellos digitan la dimensionalidad de los ovnis? Por favor con ese cuento a otro lado ...

    Realmente les molesta que el fenómeno después de sesenta años de modernidad, se le siga escapando de las manos, no lo pueden controlar, claro que no pierden las esperanzas.

    Acerca de la tecnología nazi involucrada en el desarrollo ovni, hay muchas historias, aunque en lo personal me parece que todos los intentos que Hitler y sus secuaces hicieron, terminaron como tecnología fallida.

    Pero bueno, siempre habrá añoranza por un hipotético Cuarto Reich.

    Un abrazo
    Debbie

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  13. Totalmente de acuerdo. Bueno es poner las cosas en negro sobre blanco para que se vean bien claras. La desinformación, la infiltración y otras armas más sutiles no pueden, al menos no del todo, acabar con algo que les viene demasiado grande porque procede de seres que están a otro nivel. Sean éstos quienes sean o lo que sean.

    Nos vamos acercando.

    Un abrazo.
    Javier.

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