Túneles de Azerbaiján -Rusia
En Tierra sin Tiempo (1969) del escritor italiano Peter Kolosimo encontramos esta interesante referencia:
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De momento creyose que se trataba de cavernas prehistóricas: en efecto, no lejos de la boca salieron a la luz inscripciones y restos humanos. Un examen más profundo, sin embargo, demostró que los huesos tenían una edad muy posterior respecto a la de los dibujos; y pronto resultó evidente que la mayoría de las grutas conducían a túneles escavados en el corazón de las montañas y que eran difícilmente explorables, por los desmoronamientos que los obstruían.
Pero ya así, aquella red aparecía asombrosa, revelando anchos conductos que llevaban a “placitas”, redondas, de las que salían otras vías, extraños nichos vacíos, pozos y canalillos tan angostos que ni siquiera permitían el paso de un niño.
La única gran galería que pudo ser recorrida un buen trecho conducía a una plaza subterránea muy espaciosa, de más de veinte metros de altura, indudablemente excavada por seres inteligentes. Pero ¿con que objeto? La absoluta falta de huellas no permitió formular hipótesis: la solución del misterio está probablemente más adelante, donde no es posible penetrar.
Las entradas principales de las galerías caucásicas son muy regulares: sus paredes rectas, las bóvedas apretadas, brindan a veces un espectáculo de belleza ultraterrena; y lo más singular estriba en el hecho que recuerdan, es más casi reflejan, los túneles de la América Central.
En las grutas que a menudo se abren cerca de las galerías rusas, se observan curiosas inscripciones; curiosas, sobre todo, porque se hallan prácticamente en todas las partes del mundo y porque su origen plantea interrogantes fantásticos; notamos la omnipresente esvástica, el símbolo del infinito, la espiral.
¿Por quién fueron excavados aquellos túneles y con qué objeto? Es imposible decirlo. Para un grupo de arqueólogos soviéticos, formarían parte de un gigantesco sistema de arterias que se prolonga en dirección de Irán y que pudiera comunicar no solamente con los descubiertos en las proximidades del río Amu Daria (Turquemistán y fronteras ruso-afganas), sino con los laberintos subterráneos de la China centro-occidental, del Tíbet y de Mongolia.”
Una historia complementaria a la de Kolosimo sobre el Turquemistán, refiere que desde 1920 se tenían noticias sobre estos misteriosos túneles. Al parecer, un suceso que protagonizaran dos lugareños, puso en alerta a investigadores y exploradores que comenzaron a arribar a esta remota región. “Según se dice, dos vecinos que perseguían un oso a través de galerías secundarias, un verdadero laberinto, se encontraron repentinamente frente a una pared de vidrio, tras la cual dormía un gigante rubio rodeado de otros seres igualmente dormidos en estos sarcófagos de vidrio”.
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