Samuel
García Barrajón
Tras
los pasos de Nibiru
Entrevista
Exclusiva
Débora
Goldstern©
Sucedió el año pasado, cuando
que el nombre de Samuel García Barrajón tomó por asalto internet, a través de
su trabajo “Nibiru, si no existe habrá que inventarlo”, donde daba cuenta de
una largo estudio de casi siete años, en el cual se repasaba la historia de uno
de los enigmas más comentados entre los creyentes, acerca del misterioso planeta errante.
Debo decir, que cuando supe de
la novedad editorial la cual me fuera comentada por su propio protagonista, no
sentí mucha empatía, debido a mis propios prejuicios en cuanto al tema,
especialmente por los desvíos que sobre el mismo contribuyó, el legado del
extinto investigador de origen ruso, Zecharías Sitchin, con su saga anunnakis a
la cabeza.
A pesar de estas objeciones,
decidí dar una oportunidad a la historia, así como a su joven realizador, el
cual aceptó brindar una entrevista para Crónica Subterránea, donde no guardamos
nada en el tintero, en un memorable mano a mano, demostrando su interlocutor,
paciencia y espontaneidad para responder a todas nuestras inquietudes, dando
paso al primer reportaje del 2014, el cual inaugura el ciclo del blog.
Atienda el lector!
Pregunta
inicial obligada: ¿cómo y porque se
inicia Samuel García Barrajón, en la búsqueda de Nibiru?
Mi interés
sobre este astro nace debido a la profunda inquietud e inclinación que poseo
por intentar resolver o, al menos formar una opinión acertada, acerca de los
grandes enigmas que presentan algunas de las antiguas civilizaciones.
Me considero
un tío curioso por definición. Tanto los misterios como todo aquello que
presente ciertos interrogantes, llaman poderosamente mi atención. Hasta el
punto que, si no consigo dar con una explicación que me satisfaga, a nivel
personal me resulta imposible pasar página. Así pues cuando me planto delante
de un misterio no sólo me maravillo ante este sino que deseo o trato de
arrancarle sus secretos más recónditos. Y supongo que tal actitud me conduce
ineludiblemente a la investigación, siempre tratando de confrontar toda la
información relacionada o de relevancia y, sobre todo, sacando la lupa para
examinar los pequeños detalles. Pues a menudo, es ahí donde se hallan las
auténticas claves a los grandes enigmas esperando a ser descubiertas.
De forma
análoga la Historia me atrae sobremanera, en especial, la de aquellas primeras
etapas de lo que en la actualidad entendemos por civilización. Particularmente encuentro
muy intrigante el modo de pensar de sus protagonistas, y que, de algún modo,
quedó impregnado en pinturas, representaciones, escritos, construcciones, etc.
que hoy todavía se conservan. Así que suelo empatizar bastante bien con aquello
que muestra su lado más etnológico. Sí, ese soy yo.
Entonces,
visto con cierta perspectiva, era cuestión de tiempo que Nibiru llamara a las
puertas de mi entendimiento. Al principio buceé en nuestra historia, luego en
los misterios de la misma y… allí encontré entre muchos otros igual de
atractivos, dos elementos que sobresalían por encima del resto y que a mi
entender no se le ha dado la importancia que merecen desde el mundo académico.
Son, la figura de los dioses instructores y su estrecha relación, así como
también la presencia, de lo que podríamos llamar un “astro sagrado”, cuyo
paradero e identidad además resulta una verdadera incógnita. Con lo cual, no quedaba
otra; tuve que inspeccionar a fondo lo que se me antoja una pieza fundamental
para entender plenamente varios de los pasajes más importantes de la historia
de nuestra raza. Como por ejemplo el momento justo en el que el ser humano se
convierte en “hombre civilizado”.
Confieso que todo
aquello se había convertido en un reto, únicamente. Sin embargo, ya desde los primeros
pasos sentí que necesitaba comunicar y compartir mis opiniones. Lo estaba
viviendo de forma muy intensa. En consecuencia, dado que la escritura ofrecía
el espacio y el tiempo requeridos para mi exposición, finalmente decidí plasmarla
en un libro. Un volumen con cabida para abordar diferentes misterios
relacionados con antiguas culturas y civilizaciones, desde la recogida y la
contrastación de datos. Al final resultó un medio donde Nibiru encontró su
lugar, diría. Y añadiría, que si bien era una especie de actor secundario al
iniciar el proyecto, poco a poco fue cobrando protagonismo a medida que
avanzaba con mis indagaciones y terminó ocupando el papel principal por méritos
propios.
Tu
tesis principal, aborda la visita en el pasado de un astro desconocido,
bautizado como Nibiru, que habría actuado como un disparador, con gran
incidencia en el desarrollo de culturas mesopotámicas y africanas, citándose dogones,
egipcios y sumerios, como los principales referentes en cuanto a su vinculación
con el planeta errante. Lo cual me lleva a inquirir, ¿cuáles son los elementos asociativos que te llevaron a elaborar esta
hipótesis?
Incluso para mi
propia sorpresa… Muchísimos más de los que cualquiera esperaría encontrar aun
teniendo total certeza de antemano de que 5000 años atrás fue avistado un
cuerpo celeste, inadvertido en la actualidad. Me he topado
con numerosas referencias contenidas en mitos y tradiciones, pinturas o
representaciones… mas si bien resultan muy llamativas, no son la auténtica base
sobre la que se asienta mi tesis. No obstante citaré alguno de estos para
ilustrar un poco. Por ejemplo, tenemos el sorprendente caso de “Horus de la
duat” en el antiguo Egipto, el equivalente a Nibiru por aquellas tierras de
leyenda. Y sucede que, la primera pirámide allí edificada lleva su nombre. Me
refiero a la escalonada de Sakkara, levantada por Imhotep para el faraón
Netjerkhet de la III dinastía, una construcción bautizada como “Horus es la
estrella a la cabeza del cielo”. Sugerente ¿no? Pues tres cuartos de lo mismo
sucede con la esfinge de Gizeh, cuyo nombre de “Harmakis” alude directamente a
dicho Horus sideral.
Por supuesto
cualquier egiptólogo u astrónomo es ajeno a la controversia, ninguno de estos
se ha planteado remotamente que la identidad astral de Horus pueda corresponderse
con un cuerpo celeste por descubrir en el mismo sistema solar.
Después de
todo ¿cómo iban a imaginarse algo que les resulta totalmente desconocido e
inesperado? Nunca podrían haber visto venir dicho concepto, lógicamente, porque
no existen precedentes o cosas similares en la astronomía tradicional. Hay que
escuchar muy bien a los antiguos y estar atento para percatarse. Y no insinúo
que no lo estén dichos profesionales, seguro que lo hacen y cien veces mejor
que yo, pero creo que al tratarse de un evento inhabitual e insospechado
simplemente ha pasado inadvertido. Si bien, con todo, es cierto que la postura
que defiendo no deja de ser una conjetura a falta de su verificación; será la
propia ciencia quien termine por confirmar o refutar mi hipótesis si es que alguna
vez la considera.
Pero
volviendo al tema en cuestión, planteemos el siguiente escenario. Supongamos
por un momento que en las inmediaciones del año 3000 a.C., un cuerpo celeste no
identificado de nuestro sistema solar (me da igual si es un planeta, un cometa
u otro tipo de astro) se acerca lo suficiente al Sol como para reflejar su luz
y ser visible durante un intervalo de tiempo indefinido (días, meses o años) a
ojos de un observador desde la Tierra. Esto no quiere decir que pasara
rozándola, basta con que su trazada discurriera un poco más allá de Saturno.
Entonces lo lógico es que se avistara desde multitud de rincones del planeta,
por no decir de todos. Y, si en aquel tiempo hubiesen habido (que las hubo)
culturas con una astronomía más o menos desarrollada, seguro que se habrían
fijado en este nuevo astro que decoraba de forma única y distinta a la habitual,
la maravillosa bóveda celeste que cada noche contemplaban. De este modo, lo
lógico y razonable sería que, aparte de tomar buena nota en su memoria, lo
plasmaran de alguna forma en su arte, sus compendios, o simplemente tan
espectacular suceso dejara huella en sus tradiciones y costumbres. Quizá muy
poco pero alguna de las pruebas señaladas necesariamente tendría que haber
sobrevivido junto con sus vestigios. E igualmente sería de esperar que estas
evidencias, desde distintos lugares del globo, apuntaran en la misma línea de
observaciones.
Pues bien, justo
a esos elementos son a los que recurro para formular y darle apoyo a mi
hipótesis. A la existencia en los contextos astronómicos, de una especie de
“astro entre los astros”, por su importancia -la que le otorgan los antiguos
según sus propios criterios cosmogónicos y astronómicos-, que además se repite
a lo largo y ancho del planeta en distintos lugares donde la ciencia celeste
parece haber hecho mella en la antigüedad. Se trata de ubicaciones cuyos
pobladores remontan sus tradiciones, orígenes o linaje, según se mire, hasta
finales del cuarto milenio a.C. o principios del tercero. Y cómo no, posee unas
propiedades muy concretas que le caracterizan, lo cual imposibilita en mi
opinión que estemos tratando cualquier otra cosa que no sea el mismo astro. Muy
a pesar de que reciba distintos nombres; uno por tradición como es normal, y
con un fuerte nexo con sus divinidades más ilustres.
He aquí los
rasgos destacables e inequívocos de lo que podríamos denominar de una forma más
universal como “la estrella de los dioses”. Tonalidad generalmente rojiza.
Atravesó los cielos de sur a norte. Siempre vinculado a una zona del cielo muy
particular, que comprende una extensión delimitada por Tauro, las Pléyades y
Orión en las parte sur, así como las Osas y sus cercanías en la parte norte,
pasando por Sirio, Cáncer y vecinos. Parentesco directo en sus cosmogonías con
Sirio y Orión. Nació, fue visible por primera vez cerca de Orión. Margen
temporal remontable más allá del II milenio a.C.
De modo que cuando
nos encontramos una y otra vez con esta serie de facciones vinculadas a un
astro, en distintos entornos culturales, y también con la más que probable
certeza de que este conocimiento haya surgido de diferentes focos… sí o sí,
algo vio en el cielo aquella gente que les llamó profundamente la atención. Porque,
sobre todo, era diferente a lo que allí moraba habitualmente -quizá de ahí su
estatus privilegiado-. Un astro atípico en definitiva, pero astro al fin y al
cabo, y que no conocemos. Miembro de la consorte del Sol. Y a partir de ahí ya
podemos entrar en el debate de si era un planeta, un cometa, etc. Yo me quedo
con la de cuerpo planetario pero, en cualquier caso, no podemos ignorar y hacer
oídos sordos a lo que los antiguos consideraban “la cosa más grandiosa jamás
creada”. Una etiqueta que bien merece mayor profundización en el asunto por
nuestra parte.
Es
imposible separar Nibiru, de la figura del investigador ruso desaparecido
Zecharía Sitchin, quién popularizó el tema en su saga sobre los Annunakis,
según interpretaciones personales y muy cuestionadas, resultado de sus lectura
de tablillas sumerias
¿Pudiste hallar referencias anteriores a Sitchin, en cuanto a la existencia de este astro errante, también bautizado como Planeta X?
¿Pudiste hallar referencias anteriores a Sitchin, en cuanto a la existencia de este astro errante, también bautizado como Planeta X?
Sí, así es,
aparentemente el trinomio Nibiru, anunnakis y Sitchin siempre van de la mano,
levantando acalorados debates entre sus defensores y detractores.
He podido
examinar los trabajos de Sitchin, todas sus publicaciones en castellano para
ser exactos. Sin embargo no comparto lo más mínimo las conclusiones de
Zecharia, aunque las respeto en la medida de que todos somos libres de formar
una opinión a partir de nuestras experiencias.
La verdad es
que el investigador ruso creó un precedente que, de alguna manera me afecta,
para lo bueno y para lo malo. De forma un tanto automática, la gente me suele
encasillar en el apartado de “derivados” de Sitchin y sus anunnakis, pero no es
el caso. Para colmo ambos abordamos la figura de los dioses instructores, sugerimos
la existencia de un planeta no reconocido dentro del sistema solar, y con el mismo
nombre de Nibiru por su componente sumerio… en fin, resulta difícil escapar de
esta asociación.
En cambio, ni
mi planteamiento obedece los criterios de Zecharia, ni tampoco tengo en cuenta
ninguno de sus argumentos, creo, para formular o darle validez a mi hipótesis.
De hecho en mi libro apenas le dedico un minúsculo párrafo a este autor y sólo
para aclarar que mis trabajos no se relacionan con los suyos. Aunque también
reconozco, qué duda cabe, que si no hubiese leído sus libros nunca me hubiese
fijado en Nibiru; y jamás me habría planteado la idea de que podría tratarse de
un planeta. Eso resulta indiscutible.
Así pues opino
que hay diferencias harto sustanciosas entre nuestros razonamientos sobre
Nibiru y la forma de entender el mundo, y en particular la historia. Mis
argumentos no necesitan de una historia paralela, unas traducciones hechas a
medida o de extraterrestres que construyen pirámides, etc. Simplemente reclamo
una mayor profundización de lo que ya conocemos o tenemos noticia, por decirlo
de algún modo.
Y bueno,
Sitchin no fue el primero ni el único en proclamar la existencia de astros
desconocidos dentro de nuestro sistema. Como tu muy bien reportas en uno de tus
artículos publicados aquí en Crónica Subterránea, más que notable resulta el
caso de George Hunt Williamson y su planeta Maldek o también la revisión de
Faetón de Alexander Petrovich Kazantsev. Incluso un caso similar resulta el de
Velikovsky y su libro “Mundos en colisión” donde argumenta que en un pasado
reciente, el planeta Venus habría sido un cometa.
Especial esmero
merece también la terminología de “Planeta X”, por otro lado. Sus andanzas
empiezan a mediados del siglo XIX con John Couch Adams, astrónomo británico que
por aquel entonces estudiaba las irregularidades orbitales de Urano. Concluyó
que debía existir otro cuerpo planetario más allá, “tirando” de aquel gigante
gaseoso. De este modo se descubrió Neptuno pocos años después. Pero la cosa no
terminó aquí, pues era evidente por el mismo tipo de anomalías que, detrás de
Neptuno tenía que haber algo, al menos igual de masivo como este, ejerciendo
sus influencias gravitatorias. Fuerzas o parámetros que aún en nuestros días
siguen sin explicación definitiva. En consecuencia no tardó a arrancar una
búsqueda a la caza de un noveno planeta en el sistema solar, que de una forma u
otra, sigue vigente en la actualidad. Fue Percival Lowell, astrónomo aficionado,
quien empezó a buscarlo en 1905 y finalmente terminaría acuñando dicha expresión.
Uno
de los puntos centrales de tu investigación, se basa en los misteriosos
hombres-anfibios Apkallus, quiénes según viejas crónicas atribuidas al
sacerdote caldeo Beroso, del siglo III a.C., actuaran como instructores de los
primeros pobladores mesopotámicos.
Recuerdo que la primera vez que supe de esta historia, fue gracias a la lectura de “La Rebelión de los Brujos”, editado en 1971 por los franceses Pawles y Bergier. Cuatro años después sería Robert Temple en “El Misterio de Sirio”, quién volvería a reflotar el tema, con agregados adicionales ¿Qué opinión te merecen estos estudios?
Recuerdo que la primera vez que supe de esta historia, fue gracias a la lectura de “La Rebelión de los Brujos”, editado en 1971 por los franceses Pawles y Bergier. Cuatro años después sería Robert Temple en “El Misterio de Sirio”, quién volvería a reflotar el tema, con agregados adicionales ¿Qué opinión te merecen estos estudios?
Francamente
estamos delante de dos obras excepcionales con extensos conocimientos como denominador
común. Erudición y abundancia de datos son sus ingredientes estrella. Deberían
estar en cualquier biblioteca que se precie.
“La Rebelión
de los Brujos” resulta imprescindible para pisar suelo firme en este terreno
tan pantanoso que es el de los temas misteriosos que tanto nos gustan. Todo
aquel que se adentre debiera conocerlo. Y bueno, por poner un ejemplo gráfico,
tomaré como muestra el tratamiento que hacen de los mitos. Pues resulta de
vital importancia discernir cuanto de leyenda y cuanto de verdad hay, en las
sagas u relatos mitológicos. El trabajo de los franceses no es exclusivamente una
herramienta para tal fin, pero su criterio si resulta modélico; una pauta
perfecta de cómo mantener los pies en el suelo de forma que se evite caer en las
garras del puro idealismo, a la hora de afrontar la ambigüedad de ciertos
enigmas. Parafraseando a los autores: “las investigaciones sobre posibles
paleocontactos y su problemática no son absurdas ni anticientíficas; sólo es
preciso no perder la sangre fría”.
Respecto a la obra de
Temple yo destacaría que permite entrever la complejidad, cantidad e
importancia de los mitos del mundo antiguo relacionados con Sirio u otros
astros extrañamente colindantes. También aplaudo la minuciosidad de este
escritor. Su aporte sobre los apkallus no solamente se limita a los fragmentos
de Beroso si no que se amplía hacia otros manuscritos derivados de la misma
tradición mesopotámica. Lo cual aporta y suma un sinfín de detalles reveladores
que permiten hacerse una idea más completa de lo que pudo suceder hace 5000
años en la región de Sumer. Una historia increíble que narra el encuentro de los lugareños próximos a
Eridú, con una suerte de seres anfibios dotados de razón que, aparte de
instruir a los pueblos mesopotámicos, habrían llegado desde los cielos en el
interior de “huevos luminosos” o “estrellas llameantes” según los términos
utilizados.
Dentro
de tus informes, también se repasa el misterio Dogón, tomado como una de las
narraciones más importantes, en cuanto a dilucidar el enigma Nibiru. Convengamos
que fue gracias a “Le renard pâle’”, 1965, escrito por el antropólogo francés, Marcel
Griaule, en colaboración con la documentalista Germaine Dieterlen, que la historia se volvió
internacional.
Sin embargo, el testimonio recogido por Griaule de sus conversaciones con Ogotomeli, chamán ciego de la tribu, actualmente es cuestionado por muchos críticos. Muy recordado es el Cerebro de Broca, 1981, donde el fallecido astrónomo Carl Sagan, entrega una mirada devastadora sobre la cuestión, concluyendo que los conocimientos de los dogones, son producto de una contaminación externa, que no va más allá del año 1932 ¿Cómo evalúas el trabajo de Griaule, y por ende las críticas de Sagan?
Sin embargo, el testimonio recogido por Griaule de sus conversaciones con Ogotomeli, chamán ciego de la tribu, actualmente es cuestionado por muchos críticos. Muy recordado es el Cerebro de Broca, 1981, donde el fallecido astrónomo Carl Sagan, entrega una mirada devastadora sobre la cuestión, concluyendo que los conocimientos de los dogones, son producto de una contaminación externa, que no va más allá del año 1932 ¿Cómo evalúas el trabajo de Griaule, y por ende las críticas de Sagan?
Las
elucubraciones sobre este enigma no han dejado de estar a la orden del día
desde que Temple apareció en escena, así como su repercusión, antes
prácticamente desapercibida. No por ello debemos echar por la borda lo que a
todas luces parece una cápsula en el tiempo, de conocimientos astronómicos
milenarios. Saberes salvaguardados por la tradición dogón, a cal y canto por
sus sabios, al mismo estilo que lo hicieron varias antiguas civilizaciones como
la egipcia o la sumeria. Pues no todo el mundo en sendas sociedades tenía
acceso a la información referente a los secretos del cielo, únicamente los
sacerdotes especializados.
Quizá sea un
buen momento para examinar algunos puntos determinantes, si es que de verdad se
pretende llegar al fondo de la cuestión. Hay que tener en cuenta diversas
aclaraciones previas de transcendental importancia.
Primero, la
sentencia de que los dioses “nommos” de los dogón viniesen desde Sirio, es una
especie de leyenda urbana; no hay más. Es un añadido posterior, no originario
de las tradiciones originarias de este singular pueblo. Si damos un mínimo voto
de confianza a la labor de recopilación de Griaule, sobre las costumbres y la
idiosincrasia de esta etnia subsahariana, y estudiamos “Le renard palê”,
veremos que allí no hay ni rastro de lo que digo.
Supongo que
el concepto tiene sus raíces con la publicación de Robert Temple. Donde en sus
conclusiones, especula gratuitamente con la posibilidad de que antiguos
astronautas procedentes de Sirio, visitaran la Tierra en el pasado. Todo, ante
las historias de los dioses nommos y también haciendo especial hincapié en la
aparente similitud de los axiomas astronómicos sirianos modernos y dogones. Sin
embargo este último aspecto tampoco carece de cierta falacia. Pues si bien en
los trabajos antropológicos de Griaule y Dieterlen descubrimos la importancia
para los dogón de las tres estrellas más relevantes de Sirio, además se apunta
claramente que lo consideran un sistema quíntuple estelar, formado por 5
estrellas y un planeta. Dato 100% contrastable en las páginas 311 y 312 de “the
pale fox”, la versión inglesa del compendio antes citado. Entonces las críticas
de Sagan tienen un grave problema de perspectiva al enfocar la cuestión. Pues a
mi entender, difícilmente se puede argumentar que el sistema de Sirio dogón es
tan exacto como el que manejan los astrónomos actuales porque hubo un contagio
de datos a partir de los años 30… si en realidad, tenemos dos conceptos bien distintos
del mismo conjunto de estrellas.
Es más que
evidente que Carl Sagan jamás leyó “Le renard palê”, y con ello se perdió la esencia
de los conocimientos astronómicos dogón. En caso contrario otro gallo cantaría,
pues estoy seguro de que el astrónomo ruso, tan escrupuloso cómo era, hubiera
sacado a la palestra muchos otros aspectos relevantes de la controversia y no
ha sido así. Por lo tanto, estas críticas deben ser entendidas más como un
mensaje dirigido a la especulación de Temple y a los autores que siguieron su
estela, y menos como un ataque a los cimientos del folclore recogido por Griaule.
Entonces
podríamos concluir que Sagan -a quien admiro y respeto por su buen hacer-, con
su “Cerebro de Broca”, explicó muy bien como pudo haberse producido una
contaminación de saberes astronómicos por parte de exploradores europeos. Pero
otra cosa muy diferente sería qué pasó en realidad. Y al respecto, no aporta
nada de nada, que no sea una hipótesis igual de especulativa que la de Temple
pero en sentido contrario. Y por supuesto, me refiero exclusivamente al caso de
los dogón, al que le dedica apenas algunas líneas. E insisto; si Carl se
hubiese centrado en los trabajos de Griaule, el debate debería ser otro.
Pero a pesar
de lo dicho quiero seguir enfatizando otros trazos cuanto menos significativos.
Y por favor, que nadie se los tome como críticas o ataques a la figura de
Sagan. Simplemente son apuntes que demuestran que las cosas no están tan claras
en la discusión abierta.
Reclama la
atención y resulta muy sospechoso lo que deviene una verdadera paradoja a mi
entender. Y es que en su día, Sagan junto a Shklovski, consideraron que la
historia de los apkallu posee indicios suficientes como para justificar y
formular la hipótesis de que estos relatos podrían estar describiendo una paleovisita
de seres extraterrestres llegados de otros mundos. Y luego, con los nommos de
los dogón, va y se muestra extremadamente crítico, casi rozando el
negacionismo. Es un verdadero sinsentido. Pues los relatos acerca de los nommos
contienen los mismos indicios que presentan los de sus homólogos sumerios… y 20
o 30 más. Así que al menos, todas estas leyendas siguen siendo dignas de
estudio. Y además, esto se me antoja de nuevo, como otro síntoma de que Sagan
no profundizó lo suficiente.
Ciertamente,
los dioses instructores de los dogón no exhiben nada en particular que les distinga
de otras divinidades similares. Más bien se parecen en muchos aspectos, hasta
en el físico. Incluso si cambias el concepto de “apkallu” por “nommo” en sus
respectivos contextos, nadie notaría la diferencia. Y de igual forma ocurre con
la astronomía dogón. No presenta una gran disconformidad con la ciencia celeste
de otras culturas con raíces antiguas.
En conclusión, no veo
indicios de que el antropólogo francés manipulara estas narraciones increíbles
en el modo al que a este le llegaron… y entiendo que son auténticas. Entonces,
considerando que probablemente son milenarias y están plagadas de mitos, casi
necesariamente deben contener algún atisbo de realidad merecedor de ser
decodificado y tenido en cuenta.
Otras
de las controversias con el tema dogón, tuvo a Juan José Benítez, como su
principal protagonista, que en uno de los capítulos de la serie televisiva
Planeta Encantado, “Señores del Agua, 2008,
intentó poner al día la historia, no sin polémicas de por medio.
Recordemos que por aquel entonces, el periodista navarro se despechó con una vuelta de tuerca un tanto sombría, plagada de visitantes anfibios, procedentes de Sirio, los cuales, según la visión de Benítez, además de educar a la tribu, debían rendírsele sacrificios de sangre ¿Te identifica la postura de Benítez?
Recordemos que por aquel entonces, el periodista navarro se despechó con una vuelta de tuerca un tanto sombría, plagada de visitantes anfibios, procedentes de Sirio, los cuales, según la visión de Benítez, además de educar a la tribu, debían rendírsele sacrificios de sangre ¿Te identifica la postura de Benítez?
Disfruté
mucho con ese documental. Y hasta cierto punto me resulta inspirador. Porque a
mí, que soy muy de leer entre líneas, me trasmite la idea de “si quieres
respuestas no te quedes quieto, muévete”. Aunque evidentemente esto sea algo bastante
subjetivo.
Hecho este
inciso, diré que a grandes rasgos, no comparto la postura mostrada por Benítez.
Sí puedo estar de acuerdo en que las leyendas de los nommos describen un
escenario real, una experiencia real, en mayor o menor grado. No me cabe duda
de que los antepasados de aquella gente, algún día, en un pasado remoto, se
encontraron cara a cara con lo que ellos entendieron que eran seres
extraterrestres. Si lo eran o no todavía no tenemos la certeza.
En lo que tampoco
coincido con Juanjo, como he explicado anteriormente, es en la naturaleza
siriana de estos seres; no consigo encontrar ningún motivo que me haga pensar
que vinieran de allí. Es más, de acuerdo con la tradición dogón, de la que se
hace eco Benítez, dichos dioses anfibios llegaron a bordo de sus “arcas
resplandecientes” habiendo partido de un astro que durante esos días era
visible en el cielo. “Ie Pelu Tolo”, un astro que presenta las mismas características
que Nibiru y por lo tanto pienso que se trata del mismo. Un miembro no
identificado del sistema solar. Un cuerpo planetario según las referencias de
los dogones, pues lo consideran una especie de luna o satélite y, que se deja
ver en muy raras ocasiones. En las que para más inri, sus dioses aprovechan
para dejarse caer por la Tierra; claro está, siempre según estas indicaciones.
¿Eran los nommos sus moradores? Presumiblemente sí, de acuerdo con lo que se
desprende de dichos relatos. E igualmente discutible, para qué nos vamos a
engañar…
Educar a la tribu,
sacrificios de sangre, etc. Pienso que no son ideas que se puedan coger con
tanta literalidad. Se deben de examinar en un marco más etnográfico que otra
cosa; lo cual no implica necesariamente la falsedad de aquel encuentro entre
hombres y “dioses”. A mí me da que en este punto ya entran en el escenario los
juegos de poder que suelen utilizar o han utilizado ciertas religiones u
instituciones para instaurar una especie de “temor” del que sólo ellos te
pueden liberar. Convirtiéndose así sus hierofantes, en una pieza necesaria para
con sus feligreses y, por si fuera poco, adquiriendo una situación privilegiada
en el estatus social bastante favorable. Es sólo mi impresión superficial, no
tengo ninguna certeza. Con todo, me pareció esclarecedor que el propio Hogón,
líder espiritual sobre los asuntos de los nommos, que entrevistaba Juanjo en el
documental, vivía muy bien a costa de los demás. En fin, quizá esté equivocado,
pero esa sensación es la que me llevé.
Hablemos
del diluvio, tema tabú ¿Cómo se conecta
Nibiru, con el llamado Diluvio Universal, que algunos sugieren fueron más de
uno, así como el posterior descenso de los instructores divinos?
Yo diría algo
así como que un gran diluvio, a modo de suplemento, a menudo viene en el mismo
“pack” de civilización antigua con dioses instructores y astro sagrado. Lo
tienes en Egipto, lo tienes en Sumer y también en el país dogón. Es un tema
peliagudo y lo sé. Y para colmo siempre aparece cargado de simbolismo en todas
las tradiciones. Por ello conviene separar el grano de la paja en la medida que
resulte posible.
No obstante,
que en estas tres por ejemplo, aparezca anclado en un marco temporal situado en
los alrededores del 3000 a.C., puede indicar que haya algo interesante detrás
del mito. No un megadiluvio que borre la faz de la tierra, pero sí algún
episodio de lluvias fuera de lo común, y de ahí dicho recuerdo y la necesidad
de tejer el suceso en la mitología para retenerlo.
En la
tradición dogón además, cronológicamente, primero apareció una nueva estrella
en los cielos, mi Nibiru. Luego, antes que desapareciera, tuvieron lugar unas
lluvias anormalmente abundantes. Y a continuación, cuando éstas se retiraron,
hicieron acto de presencia los dioses instructores. Así que, teniendo en cuenta
que debe haber mucho de simbolismo aquí también, se puede especular con la idea
de que el diluvio pueda estar relacionado con Nibiru; pues justo en ese momento
cuando sucedió, éste brillaba en las alturas.
En efecto, dicho
apunte se mueve entre corazonada y presunción. Pero entiendo que, si finalmente
se confirma mi hipótesis, podría ser un dato importante de cara la historia del
hombre y del planeta. Por lo tanto no hay que desterrarlo.
Aunque en tus alocuciones declarás diferencias con la posición emitida por Sitchin, sobre la cuestión anunnakis, en paralelo, promulgás tu propia creencia, en la existencia de vida inteligente dentro de Nibiru, al cual sindicás, como la patria de los instructores divinos.
Teniendo en cuanta la negación de la Ciencia en cuanto a la cuestión extraterrestre, alegándose la ausencia de evidencias concretas ¿Convalidás, igualmente, esta adhesión?
El principal
obstáculo que yo veo para emitir un juicio inamovible al respecto, es que no
siempre es oro todo lo que reluce. Pero me voy a mojar igualmente, para eso
estoy aquí.
No es en
balde que con frecuencia use la palabra extraterrestre en mi discurso y, puedo
decir tranquilamente, que lo hago en honor a la verdad. Me explico. A menudo se
escucha, desde los sectores más ortodoxos quizás, la idea de que cuando se
adjunta la etiqueta de “extraterrestre” a la figura de los dioses instructores
del pasado, se está interpretando una situación u contexto que no es tal. Que
se hace así simplemente porque ahora tenemos a nuestro alrededor todo esto de
la ciencia ficción, la carrera espacial con sus naves, los astronautas y demás.
Que la percepción de extraterrestre para un antiguo no existe porque es ajeno a
nuestra óptica. En fin, que los que hacen uso de este término están sacando de
madre el entorno contextual. Pues… discrepo absolutamente. Al menos en los tres
casos que he podido examinar como los nommos, los apkallu y los Shemsu Hor
egipcios.
Y lo peor de
dicha visión equivocada es que impide acercarse a la verdadera naturaleza de
estos dioses instructores que fueron tan importantes para nuestros ancestros.
En el mundo antiguo, aunque no se acuñara el término extraterrestre, el
concepto si se puede considerar como válido. O cuanto menos muy semejante en
esencia del que tenemos en la actualidad: “moradores de otros mundos”. ¿Qué, si
no el concepto de un ser de otro mundo podría formarse un sumerio al contemplar
un apkallu saliendo de un huevo luminoso caído del cielo?¿Qué, si no un ser de
las estrellas iba a ser un “mensajero de Horus” (Shemsu Hor) si Horus es una
estrella y sus mensajeros bajaron del cielo? Y en el caso de los dogón que se
encontró Griaule, que consideraban a todos los miembros visibles del sistema
junto con Nibiru como parte de la misma cosa y, a éste en particular un mundo
diferente al nuestro… ¿Qué, si no el morador de otro mundo extraterrestre, e
igualmente extraterrestre por extensión, iba a ser uno de aquellos seres que vinieron
desde dicho astro (que es la escena que contemplaron) a bordo de sus “arcas
resplandecientes” en un remoto pasado? Pues eso, básicamente extraterrestres
para los viejos habitantes del Oriente Próximo, Egipto y Malí.
Evidentemente
esto no significa que sean auténticos extraterrestres, claro que no, pero así
es como los percibieron. Y justo por esa credibilidad que le doy a los antiguos
-quizá también demasiado romántica por mi parte-, a sabios como Beroso y
Manetón entre otros anónimos que mantuvieron vivas las tradiciones de su pueblo
del modo más fidedigno que supieron… terminé impregnándome de la misma
percepción. Es por ello que hasta ahora, la posibilidad de que fuesen
visitantes extraterrestres se me antojaba como una de las opciones con un buen puñado
de posibilidades. Eso sí, siempre sin descartar otras y a falta de más
evidencias. Sin embargo, ahora tengo que renovar esta concepción. Ya no los
definiría como posibles habitantes de Nibiru exactamente. Pienso que son otra
cosa bien diferente.
Aunque no
tenga nada que ver con este cambio de perspectiva, lo que diga la ciencia
siempre es importante; intento tenerla presente en la misma medida que mantener
alejados los dogmas. En el fondo tanto la ciencia como cualquiera de nosotros
somos víctimas de nuestro tiempo, el momento que nos ha tocado vivir, y por tanto,
limitados en nuestras deducciones a lo que conocemos o creemos conocer. Lo que
hoy es rojo puede que mañana sea verde por culpa de un nuevo descubrimiento.
Así que gusto de mantener las puertas abiertas a cualquier posible cambio de
paradigma en este sentido.
Claro que la
ciencia debe ser precavida en los juicios que emite y, más obvio resulta si
cabe, que con certeza no sabemos nada todavía de lo que pueda haber ahí afuera.
Ni siquiera en un lugar tan cercano como Marte, pues apenas hemos enviado
cuatro chismes para allá. Queda mucho por aprender y conocer, empezando por la
Tierra. Porque ni siquiera aquí está todo explicado. Yo por mi parte, sólo
intento no limitarme por los parámetros que me resultan demasiado rigurosos e
inflexibles. O sea, que aunque la probabilidad de que exista vida
extraterrestre inteligente en el sistema solar resulte baja lejos de nuestro
planeta, entiendo que este dato no es un factor decisivo.
Pero volvamos
a los dioses instructores que en el pasado se revelaron como habitantes de
Nibiru. Y para ello asumo la certeza, a nivel de experiencia vivida, de lo que
nos cuentan por ejemplo los dogón -y que presenta multitud de paralelismos con
el resto de peripecias de otros dioses instructores-. Como decía, estoy seguro
de que justo eso es lo que entendieron basándose en lo que vieron. Pues de un
astro partió un arca luminosa que transportaba a sus dioses pisciformes en el
interior. Seguramente todos lo creeríamos si hubiésemos presenciado el suceso.
A ojos de los antiguos ¿de dónde iban a ser aquellas entidades sino del astro
de donde provenían aquellos “luminosos vehículos” que los traían en su
interior?
Mas a medida
que he podido adentrarme un poco en lo que denominamos ufología, cosa que antes
no había hecho, me he percatado del alto grado de semejanza que presentan las
narraciones de los dioses instructores venidos del cielo con las de los
testigos actuales que se han topado con ovnis y humanoides. Es formidable el
parecido en el modus operandi. Entonces ¿podría haber una relación?
De ufólogos
como José Antonio Caravaca, Miguel Pedrero o Marcelino Requejo, y los cito
porque encuentro muy cercanos y acertados sus argumentos, uno puede formarse
una ligera idea de algunos hilos invisibles que se mueven por detrás del gran
teatro ovni. Un fenómeno que no tiene porqué ser precisamente extraterrestre y
para el que todavía no tenemos una respuesta o definición científica
definitiva, entiendo, que lo explique de forma satisfactoria en todos los
casos. Aunque sí parece presentar un componente externo a quien lo sufre, ajeno
ser humano. Y a menudo interactúa con éste.
Entonces, a día de
hoy y con los elementos de juicio de los que dispongo, considero que la
verdadera naturaleza de los dioses instructores de antaño se corresponde con la
casuística del binomio ovni y humanoide. Y por lo tanto, más cerca de lo
paranormal o no explicado que de lo extraterrestre. Sólo que como telón de
fondo y por aquel tiempo pretérito, además, una estrella extra cruzaba los
cielos. Después, me imagino que todo quedaría confinado a lo sagrado y de ahí
sus lazos de unión aparentes.
Te
tomó siete años dar cuerpo a “Nibiru, sino existe habrá que inventarlo”, el
cual fue desarrollado no desde un punto de vista académico, al carecer de los
títulos de grado, sino desde la posición de un meticuloso observador, y
recopilador de datos, que finalmente alcanzó su frutos ¿Cómo sentís fue recibido tu trabajo, a pesar de tus propias
limitaciones en la materia?
Ha sido una
etapa muy productiva e interesante en lo personal. No hay nada mejor que
poderse sumergir en lo que a uno le apasiona. Y yo, me siento muy afortunado de
haber disfrutado de esta oportunidad.
Durante ese
periodo, lo que al principio empezó como un mero hobby, poco a poco creció
hasta llegar a convertirse en parte de mi vida, transformándose al final en
libro: “NIBIRU. Si no existe habrá que inventarlo”.
Mis
limitaciones a nivel credencial han resultado ser una ventaja a la hora de investigar.
No sólo me he librado de tener que jugarme mi carrera, como le habría pasado a
muchos tipos de profesionales si hubieran publicado un trabajo como el mío,
sino que también, me han permitido acercarme desde algunas ópticas un tanto
menospreciadas en el presente. Pues aparte de haber flirteado con las más
científicas historia, astronomía, antropología… también he hecho uso del
estudio de los símbolos, la astroarqueología, entre otras.
Todavía es
pronto para medir el impacto de estas labores. No obstante, el trabajo
realizado contiene muchos elementos y matices capaces de alterar la visión
clásica que se tiene del pasado y sus protagonistas. Ello dependerá de si la
sociedad aprueba o no mis criterios. Pero, como se invocaba en época clásica al
alcanzar un punto de no retorno… “alea jacta est”, la suerte está echada. He
hecho y seguiré haciendo todo lo posible para resaltar algo que me parece
importante que se conozca. El desenlace queda encomendado al tiempo.
Lo que sí puedo
asegurar por mi propia experiencia y desde que publiqué “Nibiru”, es que existe
un fuerte interés de mucha gente por esta cuestión; eso se nota. Y lo evalúo
como algo muy positivo, porque significa que las personas nos seguimos haciendo
las típicas grandes preguntas que vienen incomodándonos durante milenios
¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos? Así que me alegra ver que
“no estamos solos” los que intentamos aportar nuestro granito de arena al
respecto.
Pregunta
final ¿qué le recomendaría Samuel García
Barrajón, a todos aquellos que se inician en estos misterios?
Que
contrasten siempre la información atreviéndose a vivir la investigación en
primera persona, porque resulta muy gratificante. Si ya los misterios nos
fascinan con ese halo un tanto mágico que emanan, el ponerse a realizar
pesquisas dirige a un nivel superior de encantamiento. Lo bonito de hacerse
preguntas y ponerse en marcha tras la pista, es que las respuestas siempre
terminan llegando, generalmente con sorpresa. Eso también es un misterio.
Y por
supuesto amigos lectores, les recomiendo leer Nibiru y visitar a menudo Crónica
Subterránea. Su curiosidad lo agradecerá. Un saludo.
Samuel
García Barrajón
Infinitas
Gracias!
Véase:
Samuel García Barrajón
Site: http://www.mdmisterio.com/
Estimado Samuel ¿Usted cree en los extraterrestres? Usted Samuel ¿ha entrevistado algún piloto o controlador aéreo que feacientemente han asegurado haber visto naves extraterrestres? Usted Samuel...¿piensa que los gobiernos están ocultando algo...que seres de otros planetas visitan la Tierra?. ¿Que le diría a los escépticos sobre este tema? ¿Cree que hay infiltrados extraterrestres entre nosotros?
ResponderEliminarReciba un cordial saludo.
Al final de todo, subyace el miedo: Miramos hacia el firmamento y nos hacemos muchas preguntas, sabiendo que los extraterrestres están aquí, en la Tierra. observándonos. Hace 16500 años, otros humanos pintaban en las cavernas representando a seres que ya entonces intuían y ahora, nosotros que los hemos visto, que sabemos de su existencia, miramos hacia otro lado. Miedo a preguntarnos sobre la realidad.
ResponderEliminarHola. Me gustaria poder contactar con Samuel Garcia Barrajon sobre un libro suyo que quiero adquirir de Nibiru, tras los pasos de Nibiru y poder tener una charla con el sobre este tema en cuestion que creo puedo aportarle datos que le interesaran. Muchas gracias.
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